3 nov 2011

No solo de pan vive el hombre: Dos artículos sobre música

Marco Flores Villanueva (*)

La estética en la música

Ayer escribí la última nota del primer movimiento de mi concierto para piano y orquesta, en La bemol mayor. Y con esta nota puse punto final a una empresa que inicié hace cuatro meses. La composición musical es un arte solitario y dramático. Es el parto de una obra que no elegimos; es ella la que nos elige y nos convierte en los intermediarios entre la fantasía y el mundo, a través de la creación. También es un ejercicio espiritual que nos hace demiurgos y nos confirma una vez más que el Hombre, efectivamente, fue concebido por el Dios de nuestros padres a su imagen y semejanza.

Ortega y Gasset se refirió al proceso de ensombrecimiento del arte y su alejamiento de las formas estéticas anticipándose, así, a los movimientos vanguardistas que sorprendieron al mundo, con manifestaciones artísticas que socavaron los fundamentos de la música. Esas manifestaciones marcaron una época en la cual el oyente, el receptor de la manifestación artística, fue arbitrariamente eliminado y por ello el arte se alejó del pueblo para devenir en esnobismo decadente, uso de élites privilegiadas. Al tiempo que la música culta abría fronteras insospechadas y prohibitivas para los amantes de las formas clásicas, llamados injustamente conservadores, la estética en la música buscó refugio en manifestaciones populares como se aprecia en la línea tonal de la música pop, o en el séptimo arte con los denominados soundtracks, es decir, la música para cine. Todavía podemos capturar el sentido estético de la música en esas dos persistentes áreas del arte del sonido, especialmente en el cine, con compositores que han creado verdaderas obras de arte.

El concierto para piano es un género que ha venido perdiendo vigencia en la música culta. Mi propósito es rescatar ese género y, a la vez, reafirmar el carácter estético de la música con sus formas tonales. Ya es tiempo de reconciliar al compositor con el oyente, con el vulgo. No olvide el lector que inclusive la opera, aburguesada por los precios astronómicos de los teatros, es fruto de la inventiva del pueblo. En América los estudiantes de la música culta han comenzado a ponderar el sentimiento estético del arte, hastiados de experimentos de alquimia que degradaron la música y la devaluaron al punto de transformar el arte en ruido.

Por ello ayer quise yo sumarme a esa justa manifestación de belleza, fresca y pletórica de juventud, al escribir en el último compás del pentagrama un simple, hermoso y reafirmativo acorde tonal en la bemol mayor, muy a pesar de John Cage, por supuesto.

La apreciación musical versus la crítica especializada
La apreciación musical, y no la crítica especializada, parece ser ahora el mejor derrotero para definir el alcance estético de una obra musical. La apreciación musical, aunque a veces lego, parte del sentimiento profundo del ser humano, de la reacción sentimental, del fervor o la pasión que despierta la contemplación o, en este caso, la audición de una obra de Arte, de una obra musical. La apreciación musical es categórica, es clara, simple, diáfana, y honesta.

La crítica especializada, por el contrario, es interesada, compleja, a veces ambigua y siempre asalariada. La apreciación musical, por excelencia, parte del vulgo, del público oyente, del melómano, del asiduo concurrente a las salas de concierto o del solitario amante de la música. La crítica especializada parte esencialmente del mercado discográfico, de las revistas especializadas generalmente subordinadas al monopolio del primero.

En el proceso de pulsación de una obra de arte las salas de concierto hoy parecen ser el mejor termómetro. El vulgo, sincero admirador del arte de la música, continúa concurriendo a las salas de concierto a gozar de las obras de los maestros inmortales, ergo, de los paladines exponentes de la línea estética de la música. La ausencia del vulgo ocurre cuando el experimento se perpetra y se troca la música en ruido, o se suplanta la belleza por una "originalidad" atrevida que disiente de los más elementales fundamentos de la música culta. Y aún a pesar que la crítica especializada continúa ungiendo a nuevos "genios" con largos kilómetros de papel de pesadísimos y aburridos ensayos "académicos", la apreciación musical genuina, articulada espontáneamente por el vulgo, se manifiesta implacable en su juicio condenando al supuesto "genio" con la soledad, ausentándose de las salas de concierto cuando la "alquimia" se presenta.

Por ello, la apreciación musical, ese juicio de valor estético que parte del vulgo lego, se parece en mucho al juicio que muchos pacientes tienen de la industria farmacéutica. Ellos, los sufridos pacientes, legos, a su turno, de formulas químicas, son conscientes que la medicina que ofrece el mercado no cura sus males, a pesar que los monopolios de la industria farmacéutica y las revistas médicas especializadas pregonan las bondades del producto. Así también el vulgo, enamorado de la apreciación musical espontánea, por la honestidad de sus sentimientos que los confirma como seres espirituales, diferencia el ruido del arte musical, muy a pesar de la crítica especializada y de los monopolios discográficos.

Por ello, me dispongo a solidarizarme con el vulgo, cuando muy ferviente y con toda la honestidad espiritual que me insufla el alma, en una hora me dirija del brazo de mi mujer a la Opera, para aliarme con la belleza de "Don Giovanni" de Mozart y confirmar, una vez más, que la industria discográfica es una ficción del mercado y la crítica especializada una cofradía de desafinados asalariados.

(*) Abogado, compositor, estudió Política Internacional en la Universidad de Harvard, ex presidente del Comité Consultivo del Consulado General del Perú en Boston y miembro de la Sociedad Americana de Compositores. www.marcofloresvillanueva.blogspot.com

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