28 jun 2012

Esperanza Gambetta de Carrera: El alma de Tacna en Lima


  Juan Herrera Tello (*)

En lo que va de mi vida, he tenido la suerte de conocer personas que siempre han estado vinculadas con la historia; los tacneños en especial, que guardan el legado de sus ancestros, las vivencias de ellos y, especialmente, el patriotismo arraigado desde la cuna, por lo que saben de sus padres: los ex plebiscitarios de Tacna y Arica, de quienes he tenido el honor de ser su abogado.



Una de esas personas que nos ha dejado recientemente es Esperanza Gambetta, nacida en Lima por la expulsión de su familia de los territorios ocupados por Chile. Ella guardaba siempre en el corazón el “Alma de Tacna”, y en su sangre el patriotismo y fidelidad a nuestra nación como toda mujer tacneña.

La imagen del cautiverio y la historia a flor de labios de lo que sufrió la familia Gambetta en la terrible chilenización de su tierra, fue siempre un tema a tratar cuando la conocí en 1993 por las negociaciones que culminaron en las Convenciones de Lima. Por la señora Gambetta entré a conocer la historia directamente al presentarme a muchos de los ex plebiscitarios de Tacna y Arica que aún estaban entre nosotros.

Sus ojos claros y cabello largo, aunque siempre recogido, daban en ella un aspecto señorial y altivo. Su presencia llenaba los amplios salones del Club Tacna y siempre era requerida y hasta asediada para resolver los problemas que podrían presentarse para celebrar alguna de las ceremonias patrióticas que se conmemoraban en esta institución.

El presidente de los ex plebiscitarios en Lima, Guido Velásquez Gil, junto con el desaparecido historiador Gustavo Pons Muzzo, me presentaron al Club Tacna para optar mi calidad de socio. Esa partida de nacimiento como tacneño fue revisada por doña Nilda Gambetta, dama de entrañable garbo y distinción con su sobrina Esperanza quienes me calificaron para aquella petición. El honor fue mayor cuando a proposición de doña Esperanza integré más adelante la Junta Directiva que presidiera Nilo Marchand Onetto.
 
Las conversaciones en casa de doña Esperanza se hacían interminables gracias al acogedor lugar en la cocina en el que siempre había algo para sus visitas. Su frase “tomemos el café en la cocina porque estamos en familia” era el inicio de internarse en la historia, en los consejos de madre y hablar de política, porque la señora Esperanza Gambetta conocía y estaba al tanto de todo. Su cultura y educación eran amplísimas. Yo admiraba esa facilidad de palabra y, especialmente, su franqueza al expresarse, además alzaba la voz cuando algo no le gustaba, pero con una sutileza que inspiraba respeto.

Esperanza Gambetta ayudaba, y no se cansaba de estar presta siempre a los requerimientos de aquellos que la necesitaran, si la ayuda fuese una carrera universitaria, ella hubiese tenido con seguridad el grado de doctora. No podía estar desocupada, siempre había algo que hacer. Recuerdo verla en el homenaje que Barranco hiciera a Gustavo Pons Muzzo, junto con otra persona paseamos por una alameda que daba al mar y al llegar allí se sentía tan feliz, tranquila y ante la inmensidad del océano, meditaba sobre la vida y su presencia en la tierra.

Si el cáncer minó su cuerpo, no pudo jamás doblegar su temple y personalidad, y a pesar de estar en cama sus últimos días, siempre se mantenía con ese aire señorial y con la sonrisa de madre cuando manda a un hijo a la cama. Sus hijos, su orgullo más preciado, eran su centro de vida, uno de ellos Fernando Carrera Gambetta le dedica su tesis de magister realizada en Costa Rica.    

En una de mis últimas visitas a su domicilio, lamentaba no poder atenderme como ella siempre lo hacía, y me obsequió un plato conmemorativo del XXV aniversario de la reincorporación de Tacna al Perú, en él se observan en fino grabado las obras que se realizaron en la ciudad en 1954, y en el centro el escudo del Perú y las imágenes de Manuel A. Odría y su esposa. Me dijo en aquella oportunidad “te tengo un regalito, porque sé que los vas a conservar y te hará recordar a Tacna, la bolsa la abres cuando estés fuera de la casa, porque no acepto devoluciones”. Desde que me lo entregara, aquel plato está en el centro de mi biblioteca, presidiendo todos mis libros que uso para mis trabajos, y hoy que lo contemplo no solo me recuerdan Tacna, sino a la señora Gambetta.

Al mirar su rostro en algunas de las fotografías -que me tomara a su lado después de una charla que diera en el Club Tacna- me vienen a la memoria los momentos compartidos con esta mujer admirable, que nos dejó el 7 de junio, el día del sacrifico de Bolognesi. Después de la misa de cuerpo presente, nos reunimos sus amigos -entre ellos Mario Falcón y Gonzalo Bulnes Mallea- para hablar de Tacna y de historia, como si ella hubiese estado presente.

Descanse en paz, señora Esperanza Gambetta, sus amigos, los que la queremos y ya la extrañamos, siempre tendremos un lugar en nuestra memoria y en nuestro corazón para cobijar su amplia sonrisa, su voz clara y franca, su mirada sincera y su presencia señorial.

Sus restos fueron cremados y sus cenizas echadas al mar, como ha sido su voluntad. Ese mar, que fue el medio por el cual su familia llegó a Lima dejándolo todo para sobrevivir, es ahora el lugar de su reposo, reposo de una parte de la historia peruana que nos debe hacer recordar lo difícil que en algún tiempo significaba ser peruano.

(*) Abogado, asesor parlamentario, experto en asuntos internacionales e históricos, cercano colaborador y discípulo de Alfonso Benavides Correa. jcherrerat@yahoo.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario