Luis
Negreiros Criado (*)
Recordarlo fortalece el espíritu para
continuar la lucha que es nuestra misma lucha. Es un estímulo para recuperar la
salud partidaria. Una fortaleza para encontrar el camino de salida del actual
quebrantamiento del Partido del Pueblo. Un saber la hondura de la causa que
seguimos, creada para sobrevivir más allá de nuestra personal existencia.
Recordar que ese sacrificio es el plasma de nuestra razón de ser apristas.
Negreiros
es un héroe civil como sostenía un líder histórico. Un tipo de héroe por la
justicia social y las libertades públicas. De una guerra que continúa a diferencia
de otras. Contra la violencia, la cerrada incomprensión y el inexpugnable
egoísmo que eran características de ese tiempo y de los designios de esa lucha.
Dejó en su legado histórico un liderazgo
fundado en los principios del frente único para luchar por la justicia social y
forjar la democracia social. Por eso se hizo sindicalista y se convirtió en
militante del Partido Aprista Peruano.
El realismo constructivo de su contienda
hizo fuerte su idealismo a la amargura, el resentimiento, las frustraciones,
los complejos. El aprismo le enseñó que el cambio social no era automático ni
se daba por generación espontánea. Por ello, reconoció el rol del capital
externo y lo afrontó frente a la International Company
y Cerro de Pasco Corporation, con grandes movilizaciones, fervorosas asambleas
generales de sus trabajadores, que concluyeron en sendos convenios colectivos
de conquistas y reivindicaciones laborales. Planteaban desafíos similares
azucareros, tranviarios, ferrocarrileros.
Negreiros organizó a los empleados sin
excepción y sin el incentivo del tamaño de la empresa y con la dificultad de
las pequeñas o que fueran particulares. Se organizaron en una gran central
fomentaron campañas en industrias y comercios emergentes.
El sindicalismo de frente único de
clases productoras, elegido por Negreiros,
partía de diferenciarse del sindicalismo uniclasista que se acentuó de
“clase contra clase” o de una “clase mesiánica” luego de la crisis del
capitalismo, en 1929. Y consideró que juntos campesinos, obreros y clases
medias debían salir de su penuria. Negreiros estuvo como trabajador frente a
dos partidos el aprista y el comunista, ambos con fundamentos históricos y
sociales anclados en los intereses de los trabajadores. Negreiros eligió y fue
consecuente sindicalista aprista.
Logró sindicatos grandes y fuertes, como
lo reconocen, importantes estudiosos sociales. Por su concepción contraria a
los unicatos, dictaduras, totalitarismos, promovió la democracia interna en la
organización que fortalece y fructifica la voluntad colectiva que salvaguarda
la autonomía sindical y al propio tiempo, salvaguarda la pluralidad política de
los sindicatos. Eran estos principios seguros contra el burocratismo, los
paralelismos y hegemónimos, continuismos que el interés personal, la ambición o
el deseo de poder, llevan a algunos dirigentes a generarlos. Hoy menos del dos
por ciento en el campo y menos del cinco por ciento de las industrias, son
sindicalizados.
Sufrió Negreiros infinidad de prisiones
en gobiernos democráticos y de dictaduras, enfrentándose contra la
intransigencia patronal al interior de la organización. Los límites no son la
comodidad o el acomodo personal. La cuestión es confrontar el capitalismo. El
conocimiento de la realidad y de las posibilidades es fundamental para no
perjudicar, rentabilidad, productividad, competitividad y no afectar o ignorar
tampoco el derecho al bienestar de los
trabajadores.
Los monárquicos y autócratas, recelan la
negociación colectiva como democrático instrumento de progreso laboral y
fortalecimiento de las empresas, es con la negociación colectiva, como se
elevara productividad y competitividad y al propio tiempo elevar la calidad de
vida de los trabajadores. Los pueblos con las mesas de concertación contra la
pobreza y un largo etcétera, recurren a la negociación colectiva y también a la
movilización y la huelga. ¿Por qué no, políticas laborales ordenadoras?
Emprendió la resistencia a la dictadura a
través de la organización clandestina del Partido del Pueblo. No podía dar paso
atrás, ni rendirse, ni entregarse. Negreiros emprendió la organización que
sufría clandestinidad y persecución, para suplir las bajas de militantes que
eran reducidos a prisión o desterrados, crear otras capacidades a la
organización para denunciar la dictadura
en su afán manipulador, brutal uso de su
fuerza, continuar alentando las demandas laborales, evitando se congelen, se
degraden o se manipulen políticamente por la dictadura.
Negreiros padre de familia. Desde muy
temprano nos identificó con los símbolos partidarios y con el respeto al jefe del aprismo Víctor Raúl, a
los líderes históricos, cuyos nombres los llevamos con entusiasmo militante. Recuerdo
haberlo acompañado a las manifestaciones por el 1 de mayo o los domingos a la
Casa del Pueblo donde se pasaban tardes de confraternal esparcimiento. Un
elemental lenguaje oral de sus afectos partidarios y sindicalistas. Cuando
reviso su legado encuentro lo que consideraba su legado: lo duro e inexorable
de la persecución. Nos dejaba un apellido limpio de miedos y cobardías, de
lealtad y consecuencia a los principios e ideales que había abrazado. Al fin la
vida se resume a lo que creemos, a lo que sufrimos con autenticidad.
(*) Ex miembro
de la Asamblea Constituyente (1978-1979), ex diputado nacional, ex presidente
de la Cámara de Diputados (1985-1986) y ex secretario general del Partido
Aprista Peruano.
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