Carlos
Penalillo Pimentel (*)
A pocos días de haberse celebrado
nuestras fiestas patrias, vemos con cada vez menos asombro como maltratan y
denigran nuestra hermosa bandera peruana. Probablemente, sea una muestra más de
las carentes credenciales cívicas y ciudadanas que caracterizan a nuestra
población.
Solo
basta que levantemos la mirada al salir
por las calles y observar a nuestros vecinos, instituciones, locales
comerciales, vehículos públicos y privados como hacen y deshacen con nuestro
emblema patriótico, usándola y colocándola simplemente como realmente les da la
gana.
Lejos quedan mis recuerdos de niño donde
realmente vivíamos una verdadera semana patria con amor y respeto a nuestros
símbolos y se sancionaba a las personas que no colocaban la bandera como la Ley
manda, bastaba que una casa la pose en su balcón como un trapo a secar para que
inmediatamente la autoridad les imponga una severa multa y esos eran casos
aislados
Celebrar el 28 era una fiesta esperada
por la ciudadanía. Nos preparábamos para vivirla con nuestros mejores atuendos,
era costumbre pintar nuestras casas, escuchar con atención el mensaje
presidencial, gozar con verdadero espíritu patriótico la “parada militar”,
asistir a los espectáculos circenses de primera calidad, saludarnos con un
sentido FELIZ 28!
Hoy por hoy, estamos a expensas que una
cervecera con sus campañitas nos haga sentir más peruanos, esperar algún
partido de nuestra peor selección de la historia y salir a las calles henchidos
de emoción patriótica con la blanquirroja por todo el cuerpo sufriendo 90
minutos para que al final regresemos compungidos por una derrota o por no
clasificar a un mundial.
Muy pocos tenemos por costumbre usar la
escarapela desde el primer día de nuestro mes jubilar. Obviamente somos
observados como bichos raros por pacientes o compañeros de trabajo, que somos
varios miles en el Hospital Edgardo Rebagliati, quienes nos expresan esa frase
de cliché: “que patriota eres”. Felizmente más de uno es contagiado por nuestro
ejemplo. ¿Qué será de las generaciones venideras si no les inculcamos el amor a
la patria?
Sabrá la ciudadanía que el pabellón
nacional o la bandera de guerra están reservadas, únicamente, para instituciones
del estado. Basta hacer un recorrido por las calles para evidenciar la triste
realidad, estas son ofrecidas en las esquinas como cualquier bandera y son
usadas indistintamente. Los grandes buses la colocan como protectores de consola,
las tiendas “chicha” como cortinas, los taxistas hasta en la tapa de gasolina y
las mototaxis, ni que decir.
Pero, estas barbaridades también se ven
en las “altas esferas” que en teoría son “más cultas”. Hace unos días regresando
a mi domicilio por la avenida Caminos del Inca vimos atónitos como la
lujosísima y prestigiosa cafetería y panadería “Don Mamino” exhibía una bandera
mal puesta, o mejor dicho, colocada con un palo o tubo sacado de por ahí como
asta sin el más mínimo respeto por nuestro símbolo.
Lamentablemente, esta anti peruana
historia no termina el 31 de julio, se prolonga por meses y, en algunos casos,
hasta el próximo 28. Las banderas no las retiran buena parte de compatriotas.
Simplemente las dejan puestas permitiendo que el tiempo, la lluvia, el sol, el viento
y, por último, la ley de la gravedad, las deteriore, aje, deshilache, destroce
y, finalmente, se caigan como el peor trapo de la casa.
Un llamado a la conciencia de todos los
peruanos y evitemos estas atrocidades patrias. Una exigencia a nuestras
municipalidades distritales para evitar pensar solo en llenar sus arcas y
apliquen las sanciones correspondientes. Prediquemos con el ejemplo, nuestros
hijos y la patria nos los agradecerán. ¡VIVA EL PERÚ!
(*) Licenciado Tecnólogo Médico en Laboratorio Clínico
y Anatomía Patológica, militante del
Comité Distrital de San Borja y ex dirigente estudiantil de la JAP.
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