6 ago 2013

A nuestra bandera se la respeta

Carlos Penalillo Pimentel (*) 


A pocos días de haberse celebrado nuestras fiestas patrias, vemos con cada vez menos asombro como maltratan y denigran nuestra hermosa bandera peruana. Probablemente, sea una muestra más de las carentes credenciales cívicas y ciudadanas que caracterizan a nuestra población.


Solo basta que levantemos  la mirada al salir por las calles y observar a nuestros vecinos, instituciones, locales comerciales, vehículos públicos y privados como hacen y deshacen con nuestro emblema patriótico, usándola y colocándola simplemente como realmente les da la gana.

Lejos quedan mis recuerdos de niño donde realmente vivíamos una verdadera semana patria con amor y respeto a nuestros símbolos y se sancionaba a las personas que no colocaban la bandera como la Ley manda, bastaba que una casa la pose en su balcón como un trapo a secar para que inmediatamente la autoridad les imponga una severa multa y esos eran casos aislados

Celebrar el 28 era una fiesta esperada por la ciudadanía. Nos preparábamos para vivirla con nuestros mejores atuendos, era costumbre pintar nuestras casas, escuchar con atención el mensaje presidencial, gozar con verdadero espíritu patriótico la “parada militar”, asistir a los espectáculos circenses de primera calidad, saludarnos con un sentido FELIZ 28!

Hoy por hoy, estamos a expensas que una cervecera con sus campañitas nos haga sentir más peruanos, esperar algún partido de nuestra peor selección de la historia y salir a las calles henchidos de emoción patriótica con la blanquirroja por todo el cuerpo sufriendo 90 minutos para que al final regresemos compungidos por una derrota o por no clasificar a un mundial.

Muy pocos tenemos por costumbre usar la escarapela desde el primer día de nuestro mes jubilar. Obviamente somos observados como bichos raros por pacientes o compañeros de trabajo, que somos varios miles en el Hospital Edgardo Rebagliati, quienes nos expresan esa frase de cliché: “que patriota eres”. Felizmente más de uno es contagiado por nuestro ejemplo. ¿Qué será de las generaciones venideras si no les inculcamos el amor a la patria?

Sabrá la ciudadanía que el pabellón nacional o la bandera de guerra están reservadas, únicamente, para instituciones del estado. Basta hacer un recorrido por las calles para evidenciar la triste realidad, estas son ofrecidas en las esquinas como cualquier bandera y son usadas indistintamente. Los grandes buses la colocan como protectores de consola, las tiendas “chicha” como cortinas, los taxistas hasta en la tapa de gasolina y las mototaxis, ni que decir.

Pero, estas barbaridades también se ven en las “altas esferas” que en teoría son “más cultas”. Hace unos días regresando a mi domicilio por la avenida Caminos del Inca vimos atónitos como la lujosísima y prestigiosa cafetería y panadería “Don Mamino” exhibía una bandera mal puesta, o mejor dicho, colocada con un palo o tubo sacado de por ahí como asta sin el más mínimo respeto por nuestro símbolo.

Lamentablemente, esta anti peruana historia no termina el 31 de julio, se prolonga por meses y, en algunos casos, hasta el próximo 28. Las banderas no las retiran buena parte de compatriotas. Simplemente las dejan puestas permitiendo que el tiempo, la lluvia, el sol, el viento y, por último, la ley de la gravedad, las deteriore, aje, deshilache, destroce y, finalmente, se caigan como el peor trapo de la casa.

Un llamado a la conciencia de todos los peruanos y evitemos estas atrocidades patrias. Una exigencia a nuestras municipalidades distritales para evitar pensar solo en llenar sus arcas y apliquen las sanciones correspondientes. Prediquemos con el ejemplo, nuestros hijos y la patria nos los agradecerán. ¡VIVA EL PERÚ!


(*) Licenciado Tecnólogo Médico en Laboratorio Clínico y Anatomía Patológica, militante del   Comité Distrital de San Borja y ex dirigente estudiantil de la JAP.

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