Wilfredo Pérez Ruiz (*)
Se ha preguntado si usted es un interesante, ameno y locuaz conversador. ¿Ha observado la forma como hablan las personas habitualmente? Tal vez la manera de dialogar y los temas tratados facilitan –con amplitud- percatarse del nivel cultural, social y de la educación integral del individuo. Ambos ingredientes complementan mejor la imagen de nuestros semejantes.
El grado de lectura está vinculado a la calidad y profundidad de la conversación. En mi artículo “El maravilloso ‘encanto’ de la lectura” digo: “…Los padres no leen y muchos menos sostienen, por consiguiente, conversaciones inteligentes, interesantes y documentadas que ilustren a sus hijos. Una situación análoga sucede cuando los únicos temas de tertulia, entre personas supuestamente de elevado estatus profesional, son el costo de vida, los hijos, los nietos, el clima y la oficina. En esas ocasiones podemos verificar que la lectura no está presente en la vida de quienes participan, con vivo entusiasmo, solamente de esas pláticas”.
Como reseña el distinguido investigador y educador mexicano José Sarukhán Kérmez: “Cultura es sinónimo de civilización y progreso intelectual”. El grado de “cultura general” en nuestro medio, incluso en profesionales exitosos, es bajo. Lo que me recuerda las declaraciones de Mario Vargas Llosa al periodista Pedro Salinas para su libro “Rejas del oficio”: “….Me entristece terriblemente la incultura, la desinformación, y a veces los resentimientos y rencores de los peruanos en general. Me entristece mucho la gran mediocridad de sus dirigencias políticas, la incultura general de la sociedad peruana…”. Aunque es incómodo aceptarlo somos una comunidad inculta que ve el conocimiento como una aspiración lejana, aburrida, elitista y hasta con indiferencia. No se entiende su importancia –en todas sus manifestaciones- para el desenvolvimiento personal.
Seguramente, le ha ocurrido -en diversas circunstancias- que los temas de charla desdibujan la favorable imagen del sujeto con quien alterna. No solamente la formación cultural, intelectual y académica ofrece elementos para dialogar. Es a mi parecer el principal, no el único. El ejemplo proveniente del hogar, las buenas maneras, el temperamento y la capacidad empática, ayudan a dar al habla fluidez, armonía y tolerancia a fin de compartir y fomentar el mutuo aprendizaje. No es una competencia, ni mucho menos una aguda polémica por el frontal estilo -que algunos tienen- de tratar asuntos debatibles como política, deportes y otros.
En ocasiones observo personas convencidas que “conversar” consiste en no dejar dialogar a los demás e imponer sus puntos de vista. Es recomendable tener el tacto de deducir los contenidos de interés para sus semejantes y que éstos estén a su alcance. Tampoco es elegante presumir de sapiencias frente a un público sencillo. Puede parecer inmodesto y pedante. El que sabe bastante enseñará mediante una tertulia educativa y entendible. Sea cortés y respetuoso aún en los instantes más tensos de una plática.
No promueva conversaciones sobre cuestiones indiscretas e íntimas que afecten el honor. Evada “chismes” y “rumores”, y muestre -con firmeza y educación- que no participa de esos coloquios comunes entre limanos (como se decía antiguamente al poblador de la capital). Nunca aproveche su estado de salud o el de alguien para hablar de tratamientos médicos, dietas, medicamentos, operaciones, etc. Es usual encontrarnos con personas que gustan hacer una “clase de medicina” en cuanta comunicación sostienen.
Frieda Holler en su documentada obra “Ese dedo menique” señala faltas que se deben obviar: “…No caiga en la vulgaridad de alabarse a sí misma, ni en la tontería de rebajarse; evite disminuir el mérito de una persona ausente a quien se le está alabando por algún motivo; no se coloque en primer lugar cuando refiera su relación con una amiga. “Yo y mi amiga Susana”; evite hablar en un idioma extranjero delante de alguien si sabe que no lo conoce; tampoco bostece ante sus interlocutores, aunque se sepa que bostezar es un acto involuntario del organismo…”.
Un detalle correcto es la prudencia y discreción. Sea consciente que usted es “esclavo” de sus palabras y “dueño” de sus pensamientos. Por lo tanto, distíngase por practicar la cautela y no sea portavoz de comentarios inoportunos sobre su empresa, familia o amistades. Sepa de que hablar y con quien departir, puede verse involucrado en malos entendidos. Ser reservado inspira confianza y respeto. Si tiene el don de la fina ironía debe saber canalizarla. Existen seres susceptibles, con baja autoestima, prejuiciosos y carentes de inteligencia para entender sus afirmaciones.
Por último, la conversación estimula el acercamiento, incrementa la empatía, mejora la relación humana, facilita conocer a quienes comparten nuestro ámbito particular y laboral. Practíquela y haga de ésta una oportunidad para ampliar su comprensión y ejercitar sus facultades de análisis y reflexión y, especialmente, de convivencia social. Una persona de agradable charla será escuchada, convocada y lleva en sí misma, la semilla de un líder. No lo olvide.
(*) Expositor de etiqueta social del Instituto de Secretariado ELA y la Corporación Educativa Columbia. Docente y consultor en protocolo, imagen personal y etiqueta. http://wperezruiz.blogspot.com/ - http://www.facebook.com/wilfredoperezruiz
Comité Ejecutivo Distrital de San Borja - Secretaria de Prensa y Propaganda
No hay comentarios:
Publicar un comentario