Marco Flores Villanueva (*)
Durante once años el fujimorismo actuó descaradamente destruyendo la reserva moral del país con el uso vitando de la mentira, la compra-venta de voluntades, y la distorsión y manipulación premeditada, concertada y brutal de la realidad.
Keiko Fujimori hace campaña pretendiendo adjudicar al gobierno de su padre un progreso económico no real |
Así, la ex-congresista Luz Salgado encaramada en la tribuna ofrecida por una radio local y por su director, ha sostenido, con desparpajo y siguiendo el negro y mendaz libreto de su candidata presidencial, que Alberto Fujimori tomó “decisiones difíciles” en “momentos difíciles” y que el sátrapa habría sido el artífice del “progreso económico” del país.
A su turno el inefable Carlos Raffo viene repitiendo la misma monserga sobre la base de una apología ignorante y cuyo propósito es vendernos la misma especie de un sátrapa repentinamente deificado y convertido en gestor del “progreso económico” del país. La leyenda, el mito del “progreso económico” es la estrategia que ha venido utilizando el fujimorismo canalla en campaña millonaria para limpiar la cara culpable del frustrado candidato al senado japonés y empequeñecer aquellos “errores” en que incurrió el dictador al ejercer la presidencia del Perú. “Errores” que el fujimorismo denominan “excesos justificables”, mientras el Código Penal de los países de todo el mundo y la doctrina universal tipifican esos “excesos justificables” como “delito”.
Porque para el fujimorismo mendaz, que busca astutamente su reposicionamiento impune en la política nacional tomando el poder a través de su candidata Keiko Fujimori, hija y defensora a raja tabla del tirano, la supuesta conquista del “progreso económico” bajo la conducción autoritaria de Fujimori, es la carta de justificación y redención del sátrapa contra los delitos que cometió durante su mandato. Para ellos pesa más en la balanza de su “moral política” el supuesto “progreso económico” del país bajo el régimen brutal de su líder, que las vidas de hombres, mujeres y niños, víctimas inocentes de un delincuente y rufián disfrazado de presidente del Perú.
Pero las cifras, esa evaluación inobjetable de la estadística, dejan materialmente sin piso al movimiento político sin patria del ciudadano japonés Alberto Fujimori y de su candidata presidencial, Keiko Fujimori. Así, en materia de crecimiento económico, entre 1991 al 2000 el crecimiento nominal del país sólo alcanzó un 3.6%, es decir comparativamente igual al promedio alcanzado por Fernando Belaúnde Terry en su primer mandato, sin Montesinos y sin peruanos ejecutados en la Cantuta; mientras que la tasa de crecimiento per cápita, es decir el mejor valor para medir el desarrollo económico real del país, llegó durante el mismo período, 1991-2000, a la magra cifra de 1.9%.
Y mientras los señores Montesinos, Hermosa Ríos, Joy Way y los más cercanos colaboradores del nipón se llenaban alegremente los bolsillos con dinero que pertenece al país, como se ha probado con las gruesas cuentas bancarias que les fueron ubicadas en el extranjero, tal vez los fondos producto de las privatizaciones escandalosas y que se hicieron humo, cuatro mil empresas peruanas terminaron en la quiebra, miles de compatriotas se vieron desocupados y bajo un nuevo régimen laboral salvaje y condenado por la OIT, mientras que el nivel de pobreza del Perú, según la CEPAL, permaneció, durante once años de satrapía e impunidad casi sin variación alguna a los niveles que alcanzó el país desde 1970.
Propaganda al congreso japonés del ex presidente Fujimori |
Los números terminan pues por disolver no solamente al fujimorismo asesino de la democracia y los derechos humanos del Perú, hoy condenado a prisión por la fuerza moral de la opinión pública, sino también la mitología del “progreso económico” bajo un régimen que fue ladrón y criminal y que reprodujo más pobreza y miseria en el país.
Finalmente, se quejan la señora Fujimori, Salgado y el señor Raffo que algunos peruanos comparan a Alberto Fujimori con Augusto Pinochet. Recuerden los encubridores de los crímenes del régimen más oscuro de la historia del Perú, que fue el propio nipón quien se autotituló públicamente “Chinochet”, haciendo él mismo un paralelo exacto con la triste figura culpable de un personaje que asesinó y ejecutó seres humanos inocentes por el pecado de combatirlo políticamente.
Frente al nuevo panorama electoral que tiene como uno de sus protagonistas principales a la candidata presidencial Keiko Fujimori, fuerza es ratificar que ella y su movimiento político, auspiciado por su padre y sus más cercanos colaboradores, representan no solamente once años de corrupción, rapiña, muerte e impunidad, sino también la propuesta política y económica de Alberto Fujimori, que hundió a la patria en la miseria y el hambre y cuyos seguidores, asalariados y sin verguenza, pretenden hoy redimirlo con el título mendaz de “artífice del progreso económico del Perú”.
(*) Abogado, compositor musical, estudió Política Internacional en la Universidad de Harvard y ex presidente del Comité Consultivo del Consulado General del Perú en Boston. Colaborador del diario “La Primera”. www.marcofloresvillanueva.blogspot.com
Comité Ejecutivo Distrital de San Borja - Secretaria de Prensa y Propaganda
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