Luis Soller Rodríguez (*)
era un niño. En el seno de mi familia y en el pueblo del Perú, su nombre y su obra era una esperanza de justicia y libertad. Estaba deportado de la patria, pero pronto retornaría al encuentro con su destino. Era el año 1957, Haya de la Torre retornaba al país después de la última persecución y prisión en la sede de la embajada de Colombia en Lima. Y retornó como en 1931, de Talara a Lima. El pueblo aprista se volcó a las calles y plazas, jubiloso, alegre, decidido y victorioso.
Lejos quedaba el inicio de su obra educativa, emprendida a temprana edad, en su casa familiar y continuada institucionalmente cuando concibe, fundamenta y logra implantar en el país las Universidades Populares para modelar a la ciudadanía del futuro, luego del descubrimiento de la realidad espacio-temporal, peruana y latinoamericana en su confrontación con el mundo de su tiempo.
En la Universidad Popular se destaca el cuidado ecológico que proporcionaron las sociedades preincaicas e incaicas, en un proceso cuidadoso y equilibrado de los diversos estadios productivos de sus territorios, logrando satisfacer las necesidades fundamentales de su vasta población.
Así surge la idea de establecer en su agenda el “Día de la Planta” con un afán movilizador de toda la población rural e industrial, en el hoy distrito de Ate-Vitarte. Esta experiencia piloto, se extiende en todo el país progresivamente. Este es el antecedente precursor de la lucha ecológica de nuestro tiempo.
La Universidad Popular le rinde homenaje a Manuel González Prada. De esta manera, la Universidad Popular González Prada instruye, proporciona información, descubre talentos, forma nuevos dirigentes y educa. Uno de los campos de su tarea está en el desarrollo del sindicalismo y el apoyo a las luchas por las reivindicaciones de los trabajadores. Víctor Raúl Haya de la Torre, uno de sus fundadores, tuvo participación fundamental -junto a los trabajadores- en la conquista de las ocho horas de trabajo (1919).
Fue importante su participación en las jornadas contra el alcoholismo y la drogadicción, para preservar y orientar a la población de estos peligrosos flagelos. Impulsó la racionalización del uso del tiempo diario, generando el lema: Ocho horas de trabajo, ocho horas de estudio y ocho horas de descanso. Desarrolló la tarea educativa enseñanza-aprendizaje, con otro lema: “Joven, ciudadano, trabajador, si sabes poco aprende, si sabes mucho enseña”. Utilizó la metodología pedagógica existente en ese tiempo, con una base científica, adaptada a nuestra realidad y experimentada en varias décadas de esfuerzo y dedicación. Despertó los genios dormidos, en el pueblo peruano y difundió la doctrina cristiana con textos bíblicos y resaltó la grandeza del Maestro Divino, el Jesús de Nazareth.
La currícula de estas escuelas cubría un amplio espectro cultural. Así teníamos los cursos de Filosofía, Antropología, Psicología, Introducción a las Ciencias, Economía, Sociología, Historia Universal, Historia de América, Historia del Perú, Lengua y Literatura, Introducción a las Ciencias Jurídicas, Teoría General del Estado, Geografía, Ideología, Doctrina y Programa Aprista, Revolución Científica y Tecnológica, Cibernética, entre otras. Objetivo principal de estudio constituía la Biblia en su Antiguo y Nuevo Testamento.
Desde las Universidades Populares impulsó el homenaje a Jesús, a la Virgen María y a San José, estableciendo la Navidad del Niño del Pueblo, las chocolatadas populares, la presentación de nacimientos de Jesús, y la entrega de presentes navideños a los niños y familias del pueblo. Esta tarea la mantuvo durante toda su vida generando en 1977, legalmente, la Fundación de la Navidad del Niño del Pueblo, que dirige Lucy Ortega de Villanueva. Más tarde movilizó al pueblo aprista para brindar apoyo social y profesional.
La vida de Víctor Raúl fue muy dura y riesgosa, templando su carácter para sortear grandes retos, con esfuerzo, comprensión y amor por el prójimo. No conoció el odio y supo perdonar. Fue ante todo y sobre todo maestro. Instruyó y educó con el ejemplo, fue un hombre íntegro, probo, honrado y pobre.
En las postrimerías de los años sesenta y a inicios de los años setenta, del siglo XX, se encontró con una realidad política inesperada y sorprendente. La Fuerza Armada había tomado el gobierno con el propósito de iniciar un proceso de cambios inspirado en el Plan de Gobierno Aprista de 1931, pero con animosidad contra sus autores. La respuesta de Víctor Raúl fue social, política e institucional.
En este paquete de respuestas estuvo, el hacer resurgir un buró de estudio, trabajo y lucha: EL BURÓ NACIONAL DE CONJUNCIONES, conducido por Víctor Raúl Haya de la Torre. Este organismo surgió en 1933, después de la primera persecución aprista (1931-1933), y ante la inminencia de la segunda persecución; la gran clandestinidad, la resistencia de 1933 a 1945; a este primer buró, pertenecieron entre otros Nicanor Mújica Álvarez Calderón y Andrés Townsend Escurra.
Fueron integrantes de éste último Buró Nacional de Conjunciones: Ilda Urízar Peroni, Beatriz Aguilar, Alan García Pérez, Carlos Roca Cáceres, César Vega Vega, Fernando Arias Vera, Fernando Dávila, Roberto Venturo Ormeño, Víctor Collantes Navarrete, Alberto Valdivia Portugal, José Pérez Sánchez Cerro, José Delgado Núñez del Arco, Adolfo Venegas, Julián Alzamora, Víctor Polay Campos, Oscar Morales Vega y el suscrito.
Toda esta experiencia institucional me hacía recordar como a tierna edad acompañado de mis padres asistía a los mítines en donde Haya era la figura central. Recordaba el entusiasmo desbordante y emocionado del pueblo aprista. Escuchaba el rítmico sonido de las palmas apristas que el pueblo tributaba a su conductor y recordaba el mar de pañuelos blancos que desbordaba las avenidas y plazas de la capital de la república.
Pero la comunión del conductor con el pueblo esperaba su abrazo colectivo, Haya de la Torre en el pódium del estrado con los brazos abiertos y el gran abrazo colectivo con su pueblo leal de mil batallas por la justicia y la libertad de su causa colectiva y el grito unánime, profundo de los corazones bien dispuestos y la mente decidida a cumplir los grandes propósitos y tareas de luchar por una nueva sociedad de pan con libertad: ¡Víctor Raúl!, ¡Víctor Raúl!, ¡Víctor Raúl!
Este último Buró Nacional de Conjunciones duró diez años. El 28 de julio de 1978 tuvo la inmensa satisfacción de acompañar al maestro triunfante, al seno de la Asamblea Constituyente como su presidente, con el respaldo leal y ciudadano de la mayoría del pueblo del Perú.
(*) Abogado, profesor, integrante del Buró Nacional de Conjunciones, representante del presidente de la república para asuntos relativos a la problemática nacional en la gestión del Estado (1986 – 1990) y ex regidor metropolitano (1998).
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