Wilfredo
Pérez Ruiz (*)
El ilustre anarquista, maestro,
ensayista y pensador Manuel González Prada (1844 – 1918), afirmó: “El Perú es
un organismo enfermo; donde se aplica el dedo, brota la pus”. Su aseveración
intentaba graficar la dimensión de la profunda crisis moral y estructural de la
sociedad peruana -de fines del siglo XIX- generada por la derrota en la guerra
con Chile y la deplorable actuación de la clase dirigente.
La voz
de este crítico peruano y, además, “Precursor del Modernismo Americano”,
influyó con intensidad en los jóvenes ilustrados de la “generación del
centenario”, como se denomina a los compatriotas nacidos al cumplirse 100 años
de la Independencia Nacional. Muchos de ellos ocuparon un activo rol en el
quehacer literario, político y social del país.
En su afamado discurso en el Teatro
Politeama de Lima (1888) denunció a los militares, al clero y al hispanismo
como causantes de nuestra opresión e ignorancia. Por lo tanto, sintetizó su
cruda percepción con estas palabras finales: “…En esta obra de reconstitución y
venganza no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos y
carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutas de sabor
amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los
viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”.
Han pasado los años y las décadas y,
desde mi perspectiva, su mensaje de disconformidad es plenamente vigente a la
luz de los sucesos que han marcado la república. La injusticia social, la
corrupción pública, la discriminación, el centralismo, el problema del indio,
la ausente distribución de la riqueza, la inutilidad de las cúpulas de los
partidos políticos, la influencia del poder eclesiástico y económico en los
gobiernos de turno, son algunas esferas en donde se aprecia la valía de su
diagnóstico.
Desde joven me interesó leer su
producción intelectual -gracias a la ascendencia de mis profesores en mis
tiempos escolares- y creo haber encontrado en sus documentadas obras “Horas de
lucha” y “Páginas libres”, ciertas respuestas a nuestra realidad. Este
incomprendido estudioso tuvo detractores e incluso su legado ha sido,
intencionadamente, excluido y silenciado en el sistema educativo.
Recuerdo cuando visité a Fernando
Belaunde Terry -en su acogedor departamento de San Isidro en julio de 1999- y
se refirió a este iniciador de las ideas anarquistas como un “fotógrafo de las
desgracias nacionales”. El ex jefe de estado discrepaba, entre otros aspectos,
de su enfoque sobre la corrupción en el Perú. González Prada presentó los conflictos
que se arrastran a lo largo de la existencia republicana. Además, poco o nada
hacemos para revertir este escenario al que, por desgracia, sinnúmero de
peruanos se han acostumbrado y, en consecuencia, consideran habitual adoptar
actitudes indiferentes e indolentes como una forma de subsistencia. Todo lo
que, por desgracia, es “normal” en un medio sometido a una fuerte “anestesia”
que impide reacciones de indignación personal y colectiva ante la
arbitrariedad.
Este “adormecimiento” lo observamos en
las más variadas actividades del quehacer cotidiano. Se ve en la desidia ante
el despotismo del transporte público; en la falta de solidaridad con el vecino
de la cuadra; en la apatía frente a los abusos en los centros laborales y ante
los que, de manera encubierta, fingimos estar ciegos, sordos y mudos para no
“peligrar” nuestra estabilidad laboral; en la escasa adhesión a las desdichas
de quienes padecen el frío en el sur del Perú; en la ausencia de capacidad para
sublevarnos por el indebido cobro de impuestos municipales. Sería extensa la
lista de circunstancias en las que permanecemos pasivos y lo que es peor:
frívolos.
En tal sentido, reitero lo expuesto en
mi artículo “La indiferencia del peruano”: “Cada uno vive sus apuros y retos
ante la supervivencia diaria. No buscamos alternativas organizadas para
enfrentar conflictos comunes, somos incapaces de mirar al vecino con sentido
solidario, tenemos una autoestima resquebrajada que impide defender nuestros
derechos y, además, practicamos ese deporte consistente en “diagnosticar” -cada
vez que estamos con unas copas en la mano- los problemas de la patria y
evadimos convertirnos en actores del cambio que demandamos”.
No podemos seguir culpando a otros de los sucesos que
acontecen en la dinámica social. Debemos asumir una responsabilidad compartida.
¿Algún día despertaremos de nuestra aturdida, disfrazada, interesada y felona
burbuja? ¿Cuándo aceptaremos como propios los problemas del prójimo? ¿A dónde
nos conducirán los miedos y las pusilanimidades interiorizadas en los peruanos?
La respuesta está, únicamente, en la conciencia de cada uno de nosotros. A
propósito quiero evocar unos comentarios de González Prada: “Algunos pretenden
redimir a la humanidad sin haber logrado catequizar a su familia, olvidando que
antes de pronunciar discursos y de escribir libros, se necesita hablar la más
elocuente de las lenguas: el ejemplo”.
Del mismo modo, como anotara el autor de “Páginas libres”,
necesitamos líderes con autoridad para inspirar fe y credibilidad en la población.
Demandamos agrupaciones políticos competentes a fin de estudiar el complejo
contexto nacional y que sirvan de puentes de entendimiento entre las
incertidumbres del lugareño y el estado. Capaces de integrar en sus filas a
hombres honestos, decentes y comprometidos con el bien común.
Requerimos instituciones políticas organizadas, democráticas,
transparentes y preparadas para entender los dilemas de la ciudadanía y, por lo
tanto, con lucidez a fin de contrarrestar a quienes se valen de sus deficiencias
con el afán de atacar el sistema vigente. Atender y canalizar el “termómetro” popular, es tarea de estas entidades
-centrales para la democracia- más allá de acordarse del pueblo en tiempos
electorales.
Los peruanos
exigimos una clase dirigente a la altura de las actuales circunstancias. Pero,
con igual énfasis, optemos un proceder diferente, renuente y perseverante para
salir de este lacerante trance moral. Tengamos siempre presente lo apuntado por
Manuel González Prada: “La rosa no florece en el pantano”.
(*)
Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y
etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/
Manuel González Prada, maestro, intelectual y acucioso crítico
de la realidad peruana. Fuente de inspiración para nuevas generaciones.
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