24 jul 2012

Militantes de la pobreza

Agustín Haya de la Torre (*)



La abdicación de la política ante la religión es un recurso desesperado de un gobierno cuya improvisación lo hunde cada vez más en la confusión y la ineficacia. Los antimineros de Cajamarca les han hecho redactar a los sacros emisarios de Palacio de Gobierno varios folios con las posturas que todos les conocemos. Lo único novedoso es que ahora usan a los curas como mensajeros.



El problema se seguirá agravando si sigue sin caracterizarse de manera más precisa. Quienes usan el lenguaje y las categorías de la guerra fría para calificar a los enemigos de la minería como marxistas leninistas o agentes del comunismo internacional, yerran. Incluso quienes creen que es una campaña del Alba, también se equivocan.

Es probable que muchos de los actores hayan transitado por esas posiciones y que aún las sostengan, pero esas ya no son las ideologías que dominan el conflicto. El comunismo internacional hace tiempo que desapareció y el “socialismo petrolero” -como define Hugo Chávez a su propuesta- es un modelo primario exportador extractivista, igual al que practican muy bien sus socios bolivianos y ecuatorianos, que no solo mantiene intacto el esquema del cual depende el 80 por ciento de sus economías, sino que buscan ávidamente capitales transnacionales.

Los factores ideológicos a los que adhieren tienen que ver con el campesinismo y el creacionismo. La defensa de la economía campesina ante los efectos implacables del capitalismo que disuelve el mundo feudal, se remontan a los debates de Marx con Vera Zazulich y de Lenin con los populistas rusos. La defensa del atrasado modo de vida campesino fue resucitada por Pol Pot que para imponer ese modelo y destruir el capitalismo, dinamitaba bancos y vaciaba las ciudades. Camboya retrocedió a la edad de piedra y los jemeres rojos quedaron registrados entre los mayores genocidas de la historia.

Quien siguió la prédica de los camboyanos fue Sendero Luminoso. Antonio Díaz Martínez, ideólogo de la sociedad campesina, encabezaba personalmente el asalto a las explotaciones agropecuarias más avanzadas en el Ande, asesinando finas cabezas de ganado mejoradas genéticamente. Las calificaba como una malvada penetración imperialista.

Si uno revisa los argumentos y la propaganda de los antimineros se da cuenta de que cada vez con más claridad quieren que el atraso campesino, sus usos y costumbres no se alteren. Sin embargo introducen una variante: que el estado les brinde todos los servicios mientras impiden que se genere la riqueza que lo haga posible.
El otro criterio que se enlaza con el anterior es el creacionismo. De origen bíblico, sirve tanto a la extrema derecha norteamericana, enemiga de la ciencia y el progreso, como a los que creen en las leyendas hebreas de hace veinticinco siglos. De hecho muchas diócesis han reemplazado las vicarías de los derechos humanos por las que defienden los “bienes creados por Dios”.

Esta mezcla ha engendrado un nuevo tipo de fanatismo que convierte a los pobres en militantes defensores de su pobreza.

(*) Sociólogo y doctor en Ciencias Políticas. Fue diputado en dos períodos consecutivos y presidente de la Asociación Civil Foro Democrático (2001 – 2003). Director ejecutivo de la Agencia Peruana de Cooperación Internacional (2006 – 2008).

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