María
del Pilar Tello (*)
Nos referimos al diario El País, una de las
catedrales del periodismo mundial en español, plural, democrático, con
opiniones de primer nivel, fuente obligada de consulta para diferenciar entre
comentarios y noticias. Su crisis laboral ha dejado sin trabajo a la tercera
parte de sus periodistas y las repercusiones llegan hasta nosotros.
Mientras ellos
reaccionan con huelgas, por acá seguimos fieles a la prensa en papel sin
escuchar a quienes pregonan la extinción de la profesión periodística. No nos
sentimos tocados y nuestro optimismo
podría estar fuera de lugar y tornarse irracional cuando vemos que
grandes diarios y revistas dejan el papel para optar por el soporte digital.
Los agoreros están sepultando prematuramente al
periodismo puro y duro, esencial para la democracia y para la vida en sociedad,
que debe sobrevivir manteniendo intacto
su espíritu y su independencia de los poderes políticos y económicos y aún de
la plataforma tecnológica sobre la cual se desarrolla.
Esto
último resulta difícil pues internet ha desfasado el modelo de negocio
empresarial de medios y también el ejercicio del periodismo desde que la
información es hoy ubicua, gratuita y sobre todo inmediata. La periodicidad ha
fallecido por el ataque de inmediatez asestado por la red donde la información
se renueva minuto a minuto. Los periódicos ya no tienen razón de ser y la
prensa escrita está literalmente jaqueada.
En
el Perú podríamos morir de optimismo sin que se produzca un debate serio sobre
la doble crisis que aqueja a la prensa. Aunque sepamos que la política del
avestruz no impedirá que la crisis llegue. Más aún cuando en otros países se
aborda preventivamente el rescate del periodismo de calidad y su renacimiento.
El
problema tiene dos caras: un periodismo que va perdiendo credibilidad social y
una publicidad que disminuye mermando los ingresos de los grandes medios. Sin
lectores ni publicidad no hay nada. El enemigo no es la tecnología, siempre lo
es y lo será el mal periodismo. Recuperar la credibilidad obligará a ejercer el
buen periodismo, conectado al interés general, antídoto de la corrupción
pública, la tibieza, el conformismo o el aburrimiento social.
El
desafío se plantea respecto de la cultura digital multimedia y del periodismo
obligado a investigar, a denunciar con pruebas y sin maledicencia, a buscar lo
relevante, a hacer interesante lo importante, a difundir comentarios bien
informados, a mantener opiniones analíticas, disponer de exclusivas, intentar
la cohesión de la sociedad, a ayudar a las sociedades a madurar. El mejor
periodismo hace mejores sociedades.
Las
empresas de comunicación necesitan recuperar credibilidad ya que trabajan al
igual que los bancos y entidades financieras con la confianza del público. Y lo
harán de la mano de la ética y de la autocrítica.
La
crítica, tan natural en el ámbito periodístico, debería aplicarse a los propios
medios. Los ensayos sobre la crisis de la prensa pueblan bibliotecas, virtuales
y físicas. Internet está plagado de comentarios sobre la muerte del papel. No
es noticia el desencanto de la ciudadanía con los medios tradicionales. Razones
para el pesimismo.
Ante
ello los editores tienen dos caminos: a) periodismo de bajo costo para captar
audiencias masivas con información barata, proveniente de buscadores de
noticias o blogueros gratuitos o b) periodismo de calidad. Los primeros derivan
al sensacionalismo, la confrontación ideológica y a la polémica interminable.
Los segundos deben hacer rentable la calidad apelando a la salud democrática
tomando y cancelando algunos modos de trabajar anacrónicos, inútiles o
disfuncionales. En ese punto estamos.
Finalmente,
me sumo al merecido homenaje tributado a Raúl Wiener, periodista de raza,
valiente y consecuente en su defensa de los desfavorecidos, siempre firme en
sus principios éticos y políticos.
(*) Periodista, analista política,
escritora, docente universitaria, integrante del Comité Técnico de Alto Nivel
del Acuerdo Nacional y ex presidenta del directorio de Editora Perú.
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