Grover
Pango Vildoso (*)
Habrá un concurso para quienes deseen
ser directores y subdirectores de instituciones educativas públicas, hasta por
15 mil plazas en los próximos días. Se ha anunciado que en el 2014 se
completarán 30 mil plazas más. Enhorabuena.
Hacía
falta que se iniciara un intento más para mejorar la calidad educativa de
nuestro país, considerando que lo que se ha hecho es todavía muy poco frente a
lo que se necesita hacer. Se había avanzado con la descentralización (que tiene
severos críticos), con leyes y un proyecto educativo nacional. Se siguió con
una carrera pública magisterial y un marco curricular pero, siguiendo el viejo
deporte nacional de cuestionar lo que se hizo antes (lo que no impide mejorarlo
con buenos modales) se los “perfecciona” sin mayores evidencias de mejores
resultados. Pero crucemos los dedos para que no haya retrocesos.
Tener buenos directores es una verdadera
prioridad. Por tanto hay que empujar para que se logre ese avance. Recuperar
para las escuelas una imagen clara y eficiente de un director -o directora-
debiera suponer la eliminación de aquellas donde autoridades pusilánimes
sucumben ante su propia ineptitud, el chantaje de gremios docentes realmente
indignos o también de padres de familia inmorales.
Mucho importa quién dirige una escuela.
Mucho importa cómo asume su tarea dentro y fuera de la institución. El
director/directora debe ser el líder no sólo por la responsabilidad formal de
su cargo sino por la proyección real de su formación, de su imagen y de su
ejecutoria. El “clima institucional” puede ser, en gran medida, lo que el
director promueve, lo que permite y lo que impide. La figura del director se
proyecta, con sus aciertos o sus incapacidades, tanto en el accionar de los
profesores que dirige como en los estudiantes. Y de manera muy especial en lo
que los padres de familia y la comunidad opinen de su accionar. La imagen de
respeto –o de desprecio- que él genera alcanza sin duda a toda la institución.
El liderazgo de un director se expresa
en el ejemplo de su accionar sólido; en su capacidad de iniciativa e renovación
constante, que incluya la innovación tecnológica; en lo que sabe hacer y puede
por tanto reclamar; en la claridad de los objetivos con que logra comprometer a
sus dirigidos; en las decisiones oportunas; en el espíritu de colectividad y
cooperación que alienta; en la capacidad de organizarse para que todo ocurra
con la mayor normalidad, sin aspavientos ni zozobras. Todo esto al servicio de
un objetivo fundamental: los buenos resultados del aprendizaje en los
estudiantes.
Como bien recuerda Hugo Díaz en su
reciente libro “Nuevas tendencias y desafíos de la gestión escolar”, Canadá
tiene muy claro que el éxito de los alumnos en sus aprendizajes debería ser una
cuestión no negociable con los profesores. Es decir, nada es más importante
para los docentes que obtener buenos resultados con nuestros alumnos. Esa es la
medida de nuestra propia calidad profesional y humana.
Por tanto es buena noticia que se abra
un concurso para directores. No todos los mejores profesores de aula tienen las
condiciones necesarias para serlo, pero una buena y exitosa experiencia docente
es indispensable. Necesitarán una adecuada formación en gestión educativa, un
sólido respaldo administrativo para que ejerzan verdadera autoridad, además de
una suficiente bonificación remunerativa. Así será más apropiada una exigente
rendición de cuentas. Adelante, señor director.
(*) Educador,
político y miembro del Partido Aprista Peruano. Fue alcalde Tacna, ex diputado
nacional y ministro de Educación (1985 –
1987). Ha sido Secretario de Descentralización del Consejo de Ministros.
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