María del Pilar Tello (*)
"La justicia social es ahora necesaria para la eficiencia económica". Esta frase del británico laborista Gordon Brown encierra el espíritu del nuevo progresismo, continuador, pero a la vez distinto, que debe enfrentar nuevos dilemas en el mundo moderno. Las frases se dicen fáciles pero aplicarlas a la política real es lo difícil.
Escribió Michelle Bachelet “Los progresistas podemos gobernar eficientemente en la era de la globalización, no tenemos que rendir credenciales de buen manejo económico a nadie. Por el contrario, bajo gobiernos progresistas se generó un ciclo de prosperidad y dinamismo económico en diversos países”.
Y es cierto. Gobernantes pragmáticos en el continente han demostrado que se puede alcanzar lo ofrecido y también que el progreso no es automático, espontáneo ni fluido. Demanda trabajo político día a día, a contracorriente de la noticia con la cual los grandes medios de comunicación imponen agenda política y temas no siempre esenciales. Lo importante se posterga en reflexión y muchas veces en decisión.
Discutimos si Antauro Humala viene o va de una prisión a la otra, si escribe con la derecha o con la izquierda, si le gustan las rubias o las morenas. Los ataques al hermano del presidente son lanzados con especial encono, directamente sobre el mandatario que guarda silencio.
Más reflectores caen sobre el Poder Legislativo que cotidianamente motiva la indignación de la distracción. Surgen voces de alarma como las de Yehude Simon y Luis Bedoya de Vivanco denunciando presuntas intenciones de ciertos sectores de cerrar el Congreso de la República y reeditar el fujimorismo. Más aún después de la ácida campaña contra su presidente.
Esto no es la gran transformación ni la Hoja de Ruta, es el escenario que tenemos, dentro del cual los conflictos sociales tienen su propio protagonismo. Junto a Cajamarca-Conga se perfila Madre de Dios. Y vendrán otros. El estado tiene que acordar una metodología para solucionarlos, transformarlos o gestionarlos sin violencia y con diálogo dentro de lo posible. De otra manera, nos espera la desestabilización que erosiona y dificulta el progreso.
Si la justicia social es base de la eficiencia económica tanta importancia tiene el proyecto Conga como la paz social alterada. Un sistema orgánico de resolución de conflictos que alinee los diferentes brazos del estado en el objetivo de atender los múltiples focos de protesta y de exigencia, es indispensable.
Se trata de impedir que se crucen límites como acaba de suceder en Madre de Dios con la censurable violencia que ya dejó los primeros tres muertos.
La nueva gobernabilidad será difícilmente ideológica pero requiere siempre de estabilidad y clima favorable para las inversiones y la movilidad del capital. Todos los factores tienen su importancia y el diálogo, siendo herramienta suprema en la búsqueda cotidiana del camino más adecuado al bienestar inclusivo, no puede dejar de afirmar la autoridad.
El gobierno está siendo acosado por diversos flancos, incluyendo aquellos que lo celebran desde la derecha sin cesar en la crítica y lo apremian desde la izquierda sin cesar en la exigencia. Los intereses económicos pesan, tienen su propio juego y pueden hacer olvidar el punto de partida del régimen. Que los objetivos y promesas se mantengan y no se pierdan en la conflictiva y compleja coyuntura. Ojalá.
(*) Periodista, analista política, escritora, docente universitaria, integrante del Comité Técnico de Alto Nivel del Acuerdo Nacional y ex presidenta del directorio de Editora Perú.
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