8 may 2013
Editorial
Estimados lectores,
Hace algunas semanas partió a la Casa del
Señor, el querido y respetado líder histórico del Partido Aprista Peruano,
Armando Villanueva del Campo. El último integrante de una generación heroica
que contribuyó a forjar, con su entrega y sacrificio, los destinos del aprismo
auroral y cuyo ejemplo de vida es un referente ejemplar para todos los
peruanos.
Armando
–a lo largo de su vida- padeció cárcel, destierro, persecución y sin número de
sufrimientos por enrolarse –desde temprana edad- en las filas del aprismo. Fue
el primer secretario general de la Federación Aprista Juvenil (FAJ) y, además,
un dirigente importante en la conducción del movimiento aprista. Fue candidato
presidencial en las elecciones generales de 1980.
Su
trayectoria le permitió llegar a la presidencia de la Cámara de Diputados, del
Senado de la República y a la Presidencia del Consejo Ministros, entre otras
trascendentes responsabilidades que asumió en momentos difíciles para el país.
Su desempeño se caracterizó por la honestidad y honradez de cada uno de sus
actos. Eso es algo que no debemos olvidar en circunstancias de tan profunda
crisis moral que lacera la actividad política.
En
tal sentido, coincidimos con lo afirmado por nuestro compañero Carlos Roca
Cáceres en su artículo “Armando Villanueva: Valiente, leal y honesto” (ver esta
edición), al afirmar: “…él si dejó un legado de honradez que en estos difíciles
días que vivimos, ha merecido no solamente el reconocimiento emocionado de sus
hermanos del partido sino también de la mayoría de los peruanos que quieren que
la política sea dignificada por hombres como él, que la ejerzan no como un
asalto al erario nacional sino como una forma de servicio a favor de los demás,
particularmente de los más necesitados y de los más pobres”.
Fue
un peruano austero, sencillo, culto, valiente y perseverante que no ha dejado
bienes materiales o riquezas. Solo el ejemplo de una vida dedicada al Partido
del Pueblo y a la defensa de los ideales de “pan con libertad”. La epopeya de
su legado permanecerá en la retina de nuestros recuerdos y será fuente de
inspiración para lograr hacer de la política una noble actividad al servicio de
más necesitados de la patria.
Los
peruanos tenemos la obligación de aprender de su lealtad con las causas
sociales que abrazó y por las que bien vale luchar consagrando una vida sin
desmayos, ni abdicaciones. Armando, ha dejado una huella de consecuencia
política que nos devuelve la esperanza en el porvenir del aprismo que debe, a
pesar de sus problemas internos, volver hacer la esperanza de las mayorías
nacionales. Honor y gloria a Armando Villanueva!
Arturo Loli Caballero
Secretario General
Comité
Ejecutivo Distrital de San Borja
Partido
Aprista Peruano
El difícil equilibrio
María
del Pilar Tello (*)
El presidente Humala puso énfasis en el
equilibrio económico de su gobierno en su alocución ante el Foro Económico
Mundial. Pero nada más difícil de precisar que el equilibrio en un país con una
derecha tan susceptible y vehemente en su afán de mantener a raya a un
gobernante que hasta el momento le ha dado el gusto de renunciar a sus arrestos
iniciales y adecuarse a su grita mediática.
Todas
las banderas sociales necesitan financiamiento, recursos que dependerán en gran
medida de la minería por ello el régimen no puede descartar proyectos mineros
esenciales altamente financiados. Conga por su alta conflictividad demostró que
Humala se apresuró a aceptarla.
No estamos ante posiciones extremas ni
ante diablos irreductibles. Pero cuando de mover fichas se trata salta el
fantasma de la Gran Transformación y los medios apelan a los garantes para
recordar la Hoja de Ruta. No hay matices, lo que empresarios y derechosos
buscan es la indefinición que solo permite una cauta administración de la
crisis. Cuando el presidente quiere recuperar autonomía y tomar decisiones
políticas como le corresponde, la calma se torna en tormenta con críticas
exageradas que podrían llevar al país a escenarios de difícil gobernabilidad o
al menos ese es el fantasma con que manipulan.
Humala debe administrar una triple
presión, la de los conflictos sociales, la de los empresarios que le exigen
buena conducta y la internacional de la globalización. Por eso busca el centro
como el mejor espacio, el equilibrio entendido como un reformismo complaciente
según los momentos.
Todavía no se cumplen dos años de su
gobierno y ya las concesiones son muchas y fuertes. En la práctica el
equilibrio se identifica con la economía mixta y la profundización de la
democracia para unir reformas sociales con manejo económico liberal. Adherir al
mercado con distintos matices de regulación. Lo poco o lo mucho que haya
avanzado no es identificable ni con la derecha ni con la izquierda. Pero si
quiere hacer realidad un estado fuerte, regulador, promotor y redistribuidor,
no ausente sino bien presente, necesitará de mucha mayor firmeza. Nadie mejor
que un militar para saber que no todo es poder duro ni vertical.
(*) Periodista, analista política,
escritora, docente universitaria, integrante del Comité Técnico de Alto Nivel
del Acuerdo Nacional y ex presidenta del directorio de Editora Perú.
Falleció congresista Javier Diez Canseco
Al cierre de esta edición llegó la
lamentable noticia del deceso del congresista y líder de la izquierda peruana,
Javier Diez Canseco. Un peruano íntegro, un ciudadano ejemplar y comprometido
con sus ideales cívicos y democráticos. Un político, como pocos, entregado a
sus postulados hasta su muerte.
Estudió la primaria en el Colegio
Inmaculado Corazón y la secundaria en el Colegio Santa María Marianistas. Su
padre era gerente del Banco Popular y vivió en un ambiente acomodado. A pesar
de su formación religiosa, dejó de practicar la fe católica cuando ingresó a la
Pontificia Universidad Católica del Perú.
Estudió derecho en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos y sociología en la Pontificia Universidad Católica
del Perú. Sufrió de poliomielitis cuando tenía un año de edad, lo cual lo ha
dejado con una característica cojera.
Presidente del Partido Socialista del
Perú. Su trayectoria partidaria, parlamentaria, política y social, nos recuerda
que es posible reconciliar la decencia y la honradez con el quehacer público,
sin desmayos ni abdicaciones. Así lo demostró durante su paso por la actividad
pública.
Valiente, honesto, leal y en él apreciamos
un conjunto de valores perdidos -en un país marcado por la traición, el miedo,
la apatía y la indiferencia- y un referente de fidelidad. José Carlos
Mariátegui, alguna vez expresó: "En el Perú es difícil mantenerse fiel a
un principio y a una convicción". Javier: Una enaltecedora excepción.
Adversario de muchos. Supo enfrentar a
la dictadura de la década pasada, lideró movimientos sociales, afirmó ideales y
convocó entusiasmos ciudadanos. Protagonizó su última batalla enfrentando la
corrupción y la inmoralidad en una nación lacerada por una profunda crisis
moral.
Renunció a su condición de clase a
temprana edad y se enroló en asentamientos humanos. Su discapacidad física
nunca le impidió "hacer camino al andar". Mi homenaje a este
militante de las filas de la izquierda peruana que, en tiempos recientes, fue
maltratado por el Congreso de la República al que llegó -en el actual período-
con una de las más altas votaciones. Demostró dignidad al rechazar la
suspensión de la injusta sanción impuesta por el Poder Legislativo.
Fue miembro de la Asamblea Constituyente
de 1978, diputado (1980) y senador de la república. En este último Congreso de
la República llegó –en las filas de Gana Perú- para asumir una tarea
fiscalizadora en la que encontró muchos obstáculos y trabas. En días recientes,
escribió su última carta en defensa de los derechos de los trabajadores. Su
lecho de enfermo no fue obstáculo para continuar trabajando por una patria
grande, noble y justa. Honor al adversario caído. (Nota del editor)
Urge reconciliar la política con la decencia
Wilfredo
Pérez Ruiz (*)
Acaba de partir a la eternidad, al
momento de escribir estas líneas, un amigo al que me unió una relación de
genuino cariño e intensa admiración: Armando Villanueva del Campo. Su
trayectoria fue un referente de entrega, sacrificio y lealtad por un sueño
colectivo. Dio muestra de firmeza, nobleza y perseverancia en su lucha por sus
ideales y, además, murió en absoluta austeridad, sin riquezas materiales o
acusaciones de lucro personal.
Estos
son tiempos en los que la política –entendida como la ciencia y arte de atender
e involucrase en los asuntos públicos- se encuentra distante del sentimiento de
los ciudadanos, entre otras razones, como consecuencia del comportamiento de
los partidos políticos que debieran representar, con honestidad, transparencia
y de manera efectiva, las demandas sociales de la población.
La política es concebida como una forma
de ejercer el poder con la intención de resolver el choque entre los intereses
encontrados producidos dentro de una sociedad. La utilización del término se
popularizó en el siglo V A.C., cuando el filósofo de la Antigua Grecia, Aristóteles
desarrolló su obra titulada “Política”.
Expresa la identificación del
conciudadano con las cuestiones colectivas. De aquí que este quehacer debe
motivar la activa participación de hombres y mujeres solidarizados con las
expectativas de la comunidad. La experiencia vivencial demuestra que no es así.
El concepto que posee el mal denominado “ciudadano de a pie” de la política, de
sus interlocutores y de los partidos, es negativa. Esta actividad genera
visible malestar y rechazo.
Nos guste o no, los políticos son
prototipos. Sus actos debieran caracterizarse por su coherencia, integridad y
lealtad a sus principios y convicciones y, por cierto, al electorado que les
brindó la oportunidad de servir al pueblo. Deben exhibir una conducta que sirva
de marco general.
En ese sentido, reitero lo expuesto en
mi artículo “Los elegantes modales de nuestros políticos”: “Por su condición de
representante del pueblo el político está en la ‘mira’ de la opinión colectiva.
Mayor razón para calcular los efectos y consecuencias de sus vocablos y
trayectoria -en su esfera gubernamental y personal- considerando el grado de
desprestigio en que están inmersos. Al parecer, se encuentran ‘encapsulados’ en
una realidad diferente a la percibida por nosotros. Desde su perspectiva creen
que sus prácticas los ‘acercan’ al lenguaje y comportamiento popular. Pero, el
elector no les acepta lo que nosotros podríamos realizar en nuestro quehacer
diario. El habitante espera una actuación referencial del hombre público”.
Sin embargo, hoy en día existe un
“relativismo moral”, lamentablemente, aceptado. “Roba pero hace” es una
consigna censurable. No es posible admitir que un gobernante resuelva –con
relativa eficiencia- las necesidades de su comunidad y forme parte de
latrocinios, corruptelas e inmoralidades. Discrepo con quienes asumen el pragmatismo
como modo de hacer política.
De allí que, es común que los políticos
conviertan su ejercicio en una “inversión” para obtener beneficios económicos
que, por su desempeño profesional, no han alcanzado. Es frecuente la
recomendación ilegal, -para lograr un empleo en algún ministerio- la coima, el
enriquecimiento ilícito, el desbalance patrimonial, llevar familiares, amigos y
partidarios a copar cargos estatales, el tráfico de influencias y un sinnúmero
de conductas probatorias de su pobreza interna y ausencia de rectitud.
La honestidad, la honradez y la devoción
por un ideal, ha dejado de ser habitual en un medio caracterizado por usanzas
indecorosas, complicidades interesadas y silencios convenientes. Toda una
secuela de episodios que han transformado la política en una “cantera” de
procederes detestables ante los ojos del pueblo. Hay que vincularla con el
decoro y la eficiencia.
Afrontamos instantes de profunda crisis
moral que nos lleva ha reflexionar acerca del proceder de cada compatriota que,
en muchas circunstancias, actúa en pequeña escala similar a los políticos. La
diferencia radica en que el político está sometido a los “reflectores” de los
medios de comunicación. El prójimo que da una coima, traiciona, asume prácticas
impropias, fomenta el tráfico de influencias, etc. no es observado por la
opinión pública. Pero, reproduce hechos reprochables.
Desde mi parecer,
un par de figuras emblemáticas siempre serán Fernando Belaunde Terry y Víctor
Raúl Haya de la Torre. Adversarios, hombres probos, inteligentes, cultos,
gestores de partidos con enorme significación en la vida nacional y poseedores
de una decencia ejemplar. Pertenecieron a la última generación de estadistas
ilustrados y honorables.
El pequeño y
acogedor departamento de San Isidro del jefe y fundador de Acción Popular hacía
gala de su desapego a lo material. Anaqueles llenos de libros, una réplica del
monitor Huáscar, diplomas, condecoraciones y numerosas fotografías, eran su
insólita riqueza tangible. Ha sido el único gobernante –en los últimos
30 años- que ha dejado Palacio de Gobierno sin mancha ni cuestionamiento alguno
sobre su conducta. Jamás tuvo estilos deslucidos, censurables y sórdidos. Su
sobriedad y buenas formas lo hacían merecer el respeto incluso de sus
opositores.
Por su parte, el líder y creador del Partido Aprista
Peruano exhibió una existencia sobria, no poseyó tarjetas de crédito, cuentas
corrientes, chequeras o bienes inmuebles. Vivió sus últimos años en una modesta
propiedad -otorgada por una cercana familiar suya- en el populoso distrito de
Vitarte, hoy convertida en una casa museo que recomiendo visitar para conocer
su sencillo y enaltecedor modelo de vida. Tuvo un precedente inédito al asumir
la presidencia de la Asamblea Constituyente (1978) y fijarse un sol de remuneración
mensual. Declinó usar el auto oficial que le asignaron, suprimió los gastos de
representación en la cafetería del Palacio Legislativo y rechazó contar con
custodia policial.
Mi homenaje a esa singular casta heroica de peruanos que
se enroló en los asuntos públicos -inspirados en su grandeza- para servir al
país. Sus vidas nos recuerdan que ésta puede volver a ser una causa capaz de
convocar el entusiasmo de las nuevas generaciones identificadas con nuestra
compleja realidad.
Evitemos que las pesimistas y agudas palabras del
intelectual y escritor español Noel Clarasó Daudi sigan siendo ciertas:
“Política es el arte de obtener dinero de los ricos y votos de los pobres, con
el fin de proteger a los unos de los otros”. Anhelamos que la política se convierta
en una tarea capaz de hermanar inquietudes cívicas, afirmar ideales
democráticos, generar movimientos populares, despertar conciencias, comprometer
esfuerzos, suscitar esperanzas y, especialmente, contribuir a resolver las
angustias de los más desvalidos.
(*) Docente, ex presidente del Patronato del
Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda e integrante del Buró de la
Secretaría Nacional de Relaciones Internacionales del Partido Aprista Peruano. http://wperezruiz.blogspot.com/
Armando Villanueva: Valiente, leal y honesto
Carlos
Roca Cáceres (*)
Armando Villanueva del Campo ha partido
hacia la eternidad. Tuve el privilegio de estar a su lado en el momento en que
dejó de latir su corazón. Compartí esta dolorosa circunstancia solamente con
Luis Pinillos, médico amigo de la familia, quien también estuvo al lado de Haya
de la Torre ese triste 2 de agosto de 1979 cuando nuestro padre y maestro
emprendió su viaje rumbo a las estrellas.
Nunca
olvidaré estos instantes en los que su fiel compañera de toda la vida, Lucy,
acompañada de su hija Lucía y sus nietos, estrechándole la mano, le reiteraba
el amor profundo que siempre sintió por él. Días antes de que se internara por
última vez en la clínica, Armando en una conversación muy íntima me confesó:
"Le he pedido perdón a Lucy por todo lo que la he hecho sufrir". Es
que ella padeció junto con él la persecución, la cárcel y el destierro. Siempre
a su lado en el dolor pero también en la alegría y sobre todo en la esperanza.
Armando Villanueva nos ha dejado
físicamente. Su cuerpo descansa es paz en el camposanto de El Ángel, al lado de
sus padres y de Manuel Seoane, el otro gran líder del aprismo. Pero su espíritu
se agita ahora más que nunca para recordarnos que todo aprista que quiera ser
digno del partido que fundó Haya de la Torre tiene que ser leal, valiente y
honesto. No puede ser traidor, cobarde o corrupto. Sí, aunque parezca duro y
difícil este es el único camino que debemos transitar para recuperar la
credibilidad de nuestro pueblo y volver a sentirnos orgullosos de nuestro gran
partido. Como lo señaló Haya de la Torre en Trujillo el 8 de diciembre de 1931:
"a Palacio llega cualquiera"... y nos enseñaba que nuestra misión era
llegar primero "a la conciencia del Pueblo: con la luz de una doctrina,
con el amor profundo de una causa de justicia y con el ejemplo glorioso del
sacrificio".
Armando Villanueva fue siempre leal. A
la doctrina y a los principios revolucionarios del aprismo. Siempre
antimperialista, siempre integracionista, siempre defendiendo el rol del estado
planificador de la economía y promotor del desarrollo, siempre preocupado por
las luchas de los trabajadores, siempre comprometido con la unidad de todos los
peruanos para lograr una nueva sociedad con justicia social y libertad. Leal a
Haya de la Torre, quien siempre lo quiso con paternal afecto y leal al partido
al cual se dedicó plenamente dispensándole sus mejores energías.
Armando
Villanueva fue siempre valiente. Valentía que no hay que confundir con la
audacia temeraria de lo irresponsables. Valiente, cuando el 25 de noviembre de
1934, el mismo día en que cumplía 19 años, decidió con otros jóvenes asaltar el
cuartel de Barbones, en El Agustino y afrontar después los 11 largos años de la
"gran persecución". Prisión, exilio... Valiente, cuando desafiando a
las dictaduras regresaba clandestinamente al Perú para trabajar al lado de Haya
de la Torre y alentar con su consecuencia y entusiasmo la resistencia de los
oprimidos. Valiente, cuando sin abandonar sus ideales le extendió la mano a los
adversarios que lo habían hostigado, olvidando y perdonando agravios,
anteponiendo siempre a cualquier beneficio personal los sagrados intereses de
la patria.
Armando
Villanueva fue siempre honesto. Toda su vida estuvo inspirada en el Código de
la FAJ (Federación Aprista Juvenil) de 1934, que establecía normas éticas de
conducta que él nunca quebrantó. Más allá de sus humanos errores siempre
cultivó valores morales. Vivió austeramente sin acumular riquezas ni bienes
materiales. Periodista mesocrático que no usufructuó del poder para hacerse
rico. Honesto, en la línea de Haya de la Torre, él si dejó un legado de
honradez que en estos difíciles días que vivimos, ha merecido no solamente el
reconocimiento emocionado de sus hermanos del partido sino también de la
mayoría de los peruanos que quieren que la política sea dignificada por hombres
como él, que la ejerzan no como un asalto al erario nacional sino como una
forma de servicio a favor de los demás, particularmente de los más necesitados
y de los más pobres.
(*) Discípulo predilecto de Víctor Raúl Haya de
la Torre, ex parlamentario y prestigioso dirigente del Partido del Pueblo.
Actualmente, preside la Secretaría Nacional de Relaciones Internacionales del
PAP.
La prematura partida de Armando Villanueva
Santorino
Izquierdo (*)
Tal como ocurriera con el lúcido y
longevo Luis Alberto Sánchez en sus últimos meses, el país parecía acostumbrarse
a que Armando Villanueva del Campo se indispusiera por algunos días para luego
retomar con normalidad su lugar como hermano mayor de la política peruana. Esta
vez no ha sido así y a todos nos sorprende. A sus 97 años, Armando no podía
irse.
Los apristas
ya no tienen a quién acudir para quejarse del ego de Alan García o de los
pleitos entre Jorge del Castillo y Omar Quesada. Los humalistas no tienen a
quién consultar una opinión sensata sobre la conveniencia o no conveniencia de
la candidatura presidencial de Nadine. Los fujimoristas no tienen a quién
pedirle que de una opinión honrada sobre el posible indulto a Fujimori.
Los llamados “caviares” no tienen a
quién preguntar por qué son tan antipáticos para la gente del pueblo. Pero
sobre todo los jóvenes, no tienen a quién acudir para ser recibidos con
sencillez y gentileza y ser informados en forma elocuente y colorida sobre la
genialidad de Víctor Raúl y la heroica historia del Partido Aprista Peruano.
Más allá de ser el gran mediador del
diálogo entre los grandes protagonistas del quehacer político y el venerable
consejero de la estabilidad democrática –lo cual no es poco− Armando ha sido,
él solo, con sus años y su frágil salud y desde ese conocido rincón de su
biblioteca, el gran reanimador e impulsor de la cultura de partidos entre los
jóvenes.
En gran medida, el aprismo sigue siendo
un partido con mayoría juvenil por obra de Armando. Físicamente estaba
debilitado pero su mente y su lucidez política estaban en su mayor nivel de
agudeza y ecuanimidad. En este “país de desconcertadas gentes” –como dijera
Piérola– la experiencia y el fino sentido político de Armando Villanueva no
sólo siguen siendo necesarios, son incluso indispensables. Por esta razón su
partida, ocurrida el pasado 14 de abril, es, sin lugar a dudas, prematura.
Los dos libros que Armando nos deja, “La
gran persecución” y “Arrogante montonero”, no obstante su gran valor
documental, están, lamentablemente, muy lejos de abarcar todo el caudal de
recuerdos que tirios y troyanos le pedían que escriba. De los grandes líderes
de los años heroicos, Armando Villanueva es el que menos años estuvo en el
exilio y el que estuvo más cerca de Haya de la Torre y más involucrado en las
tareas organizativas riesgosas durante la gran clandestinidad de 1934-1945.
Antes de cumplir 21 años, en 1934, fue
el primer secretario general de la Federación Aprista Juvenil (FAJ) al lado de
Humberto Silva Solís, Susana Medrano, Manuel Cerna Valdivia y Andrés Townsend
Ezcurra. Integró al año siguiente, después de su primera prisión, el primer
Buró de Conjunciones que brindaba apoyo al comando nacional de acción dirigido
personalmente por Haya de la Torre. Organizó la edición clandestina de La
Tribuna, coordinó las comunicaciones con la organización del interior del país
y con los desterrados apristas y, por supuesto, también participó en la
seguridad personal de Haya de la Torre.
Su militancia en el aprismo abarca todas
las épocas, legales e ilegales, duras y maduras, del largo trajinar del partido
fundado por Víctor Raúl. Entre 1938 y 1943 fue dos veces apresado y deportado y
en cada ocasión reingresó al país en forma clandestina. Ocurrió otro tanto
entre 1948 y 1951. El 3 de octubre de 1968 lideró la primera protesta popular
contra el golpe del general Juan Velasco y fue deportado por la dictadura
militar en 1975.
Muchos recuerdan su gesto adusto en
Villa Mercedes anunciando el deceso del gran maestro: “Que nadie llore. Víctor
Raúl ha muerto. ¡Viva Haya de la Torre!” Y su candidatura presidencial de 1980
mostró un lema que ha sido casi una señal de identidad de su personalidad:
“¡Armando tiene fuerza!”
La ausencia de Armando es hondamente
sentida por su esposa Lucy Ortega de Villanueva y su familia. Pero la orfandad
es mucho mayor en los CUA’s y las JAP’s de todo el país. Armando era el símbolo
viviente de la continuidad del partido para todos y cada uno de los miles de
jóvenes apristas. Era también la confirmación de que la juventud no es un
asunto de calendarios sino de conciencia y espíritu.
El aprismo ha perdido a uno de sus
líderes históricos y la democracia peruana a uno de sus más importantes
defensores. La Red Virtual Ojo Izquierdo se une a este sentimiento de pesar. El
dolor de hoy es el aliento para la lucha de los días venideros contra la calumnia
y el rencor de los políticos mediocres que hacen de la política –como dijera
Manuel González Prada− “un vil negocio culpable”.
(*) El seudónimo
Santorino Izquierdo agrupa a todo el equipo editorial de la red virtual Ojo
Izquierdo, que dirige el estudioso e intelectual Hugo Vallenas Málaga.
Nicanor nuestro que estás en la gloria
Wilfredo
Pérez Ruiz (*)
Nos complace compartir con nuestros
lectores el emotivo, cálido, agudo y documentado discurso
de nuestro compañero y editor de Visión
San Borja, Wilfredo Pérez Ruiz, en la ceremonia de develación del busto del
líder histórico del Partido Aprista Peruano, Nicanor Mujica Álvarez Calderón
–de quien fue amigo personal- realizada en la Casa del Pueblo el 4 de abril.
(Arturo Loli Caballero)
Aquí
estamos esta noche los integrantes del frente único de trabajadores manuales e
intelectuales del Partido del Pueblo, que hemos venido en peregrinaje cívico
hasta la Casa del Pueblo, para rendir nuestro cálido, sincero y emocionado
homenaje fraternal a la inmensa figura histórica, cívica y moral de Nicanor
Mujica Álvarez Calderón, al cumplirse 100 de su nacimiento.
Hemos venido a rendir nuestro emocionado
tributo a un hombre que constituye un referente impecable de lo que debe ser la
vida de un aprista comprometido con los ideales de pan con libertad. Nico por
razones familiares -tuvo una procedencia probablemente privilegiada- pudo haber
tenido un brillante futuro personal y profesional. Sin embargo, a muy temprana
edad renunció a su condición de clase para enrolarse en las filas del
pensamiento y la obra de Haya de la Torre.
Ese es un mérito incuestionable en una
persona a la que le esperaba un futuro probablemente vigoroso y pujante. Sin
embargo, su vida estuvo marcada por el sacrificio, por la renuncia, por el
desprendimiento y, esencialmente, por la honradez y honestidad de sus actos. Nicanor Mujica Álvarez Calderón,
Nico, como le decíamos aquellos que tuvimos el privilegio de estar vinculados a
él, por el cariño y afecto de su amistad, nos ha dejado a todos los apristas y
a todos los peruanos un ejemplo inequívoco de lo que es reconciliar la política
con la decencia, la honradez, la honestidad y el desprendimiento.
Él estuvo siempre en la primera fila
para darlo todo por su partido y nunca pidió nada. No como ahora que hay
quienes salen del sector público, hacen caja y están pensando en el 2016. Nico
tuvo una convicción genuina que admiró a quienes nos acercamos a él –yo lo
conocí el 29 de enero de 1986 en el Parque de Las Leyendas en un almuerzo
convocado por un muy querido amigo en común, Felipe Benavides- y desde aquel
entonces me impactó la sencillez, la cultura y la humildad de quien en ese
entonces era ministro de la Presidencia y líder histórico del partido. Forjamos
una amistad que nos unió tanto que pude constatar que no solamente era un
hombre orientador, sereno, discreto, de profundas convicciones religiosas y,
fundamentalmente, un hombre de bien. Podríamos sintetizar toda definición
respecto de su vida como un hombre noble y de bien, comprometido,
consecuentemente, con el bien común.
Era muy joven cuando llega en 1932 a las
filas del partido. Provenía en su línea paterna como materna de militantes y
fundadores del Partido Civil. Su abuelo paterno Elías Mujica y Transmonte había
sido fundador del Partido Civil, próspero empresario, lideró la resistencia
durante la ocupación chilena en la capital. Por la línea materna, su abuelo
Nicanor Álvarez Calderón Roldán, también era militante del Partido Civil,
hombre de negocios, había estado en la corbeta “Unión” -durante la Guerra con
Chile- y en las batallas de Tarapacá, el Alto de la Alianza y de Miraflores con
Lizardo Montero.
En sus venas corría la inquietud
política, cívica y democrática. Pero, él no siguió esa línea conservadora, sino
que se involucró con los ideales de los pobres, de los desvalidos y de los
marginados, porque ese es el sustento moral del aprismo. Bien decía Víctor
Raúl: “El aprismo es la voz limpia que expresa el viejo y hondo dolor del
Perú”. La vida de Nico fue una expresión de reconocimiento y encarnación de ese
viejo dolor de los pobres. Las comunidades de Huarochirí, a las que representó
con tanto brillo, pueden testimoniar esa
identificación -con los pobres, los débiles y los desposeídos- que marcó su
vida.
Más allá de los cargos partidarios
importantes que él desempeñó, más allá de haber sido un brillante periodista,
propagandista, un hombre que en las clandestinidades -bajo el nombre de
“civilista”- realizada una importante labor de enlace entre el jefe del partido
y las células clandestinas, estuvo dos veces en el exilio, estuvo en El
Panóptico. Tuvo una vida intensa en pobreza y en humildad. Tuvo su primer
exilio en Europa padeciendo los entretelones de la Segunda Guerra Mundial y en
condiciones adversas de ser un migrante en un país invadido por el ejército
alemán. Padeció muchísimo, pero lo importante de hombres como Nico es que jamás
abdicó, jamás renunció y jamás pidió nada. Esos son los ejemplos de un hombre
decente al que está noche venidos a recordar con tanto afecto y cariño
fraternal y ese es el legado que él nos deja, el haber hecho de la política un
instrumento de servicio y no un instrumento sórdido para servirse.
Nico, a lo largo de su vida pudo,
probablemente, tener mucho. Sin embargo, en 1978 declinó integrar la lista a la
Asamblea Constituyente; en 1980, a solicitud e insistencia del compañero
Armando Villanueva del Campo, acepta una senaduría; el año de 1985, cuando
estábamos en los momentos aurorales de llegar al poder declinó estar en la
lista al Senado de la República. Se le dio una embajadora y el cargo de primer
ministro del despacho de la Presidencia. Pero, él nunca pidió nada, no tuvo ni
siquiera en la tarde su vida una pensión de jubilación que, dicho sea de paso,
algo pudo haber hecho la Célula Parlamentaria Aprista en su favor. Pero, no
tuvo ni eso.
Su automóvil esa un automóvil de 15 años
de antigüedad y no pudo comprar una propiedad a su nombre. Esos son los líderes
históricos que enaltecen esta noche la vida de nuestro partido. Aplausos! En este pasaje de los héroes,
de los mártires y líderes históricos de nuestro gran partido está Nico Mujica
al cumplirse 100 años de su nacimiento y dentro de poco diez años de su partida
a la Casa del Señor. Y algo que hay que decir con todo énfasis, es que cuando
vemos estos bustos de peruanos ilustres y de apristas ilustres y de políticos
decentes, recordamos que ellos son fuente de inspiración para hacer política.
Ninguno de ellos hizo riqueza, ninguno de ellos fue investigado por
enriquecimiento ilícito o desbalance patrimonial, ningún de ellos tuvo argollas
o facciones antidemocráticas en el partido, ninguno de ellos hizo caja para las
próximas elecciones.
Ellos constituyen las reservas morales
del aprismo. Y no solamente debemos venir acá a pronunciar discursos que
susciten aplauso efímero. Para venir a hablar de ellos hay que tener autoridad
moral y tener una hoja de vida limpia y diáfana de servicio a los ideales del
partido y estar comprometido con la esencia del Partido del Pueblo. Nico es un
referente ejemplar, limpio y digno de lo que es ser un aprista. Un aprista que
no pidió nada, que no tuvo nada. En la tarde su vida una embajada, una
senaduría y una asesoría en el despacho presidencial. Nada más.
Esos son los referentes que todo aprista
debe evocar. Sobre todo en una hora en que la política está divorciada del
sentimiento popular, en una hora en que los partidos –y el nuestro también-
están alejados del sentimiento ciudadano. Tenemos que reconciliarnos con el
pueblo, tenemos que reconciliarnos y volvernos a ganar la confianza, el respeto
y la credibilidad de los ciudadanos. Para ello, tenemos que formar cuadros de
promociones y militantes de la talla de Nico Mujica; que sigan su ejemplo, que
se inspiren en él y que tengan su capacidad de desprendimiento.
Ese desprendimiento de un hombre que
sufrió cárcel, destierro, persecución, infamias y soledades. Yo puedo dar fe,
como amigo personal que fui, de la soledad en la tarde de su vida. Ahí no
había, como ahora, cientos de militantes. Éramos siete, ocho, media docena los
que íbamos a verlo en los dos o tres años de su agonía. Esas son las
ingratitudes –propias de la política y del partido- que olvidan a estos hombres
que forjaron y formaron el partido en el
que hoy nosotros tenemos el privilegio de poder militar en sus filas. Y al
recordarlos debemos honrar su línea de comportamiento ciudadano.
Yo tuve el privilegio de ser presidente
del Patronato del Parque de Las Leyendas y me propuse hacer un acto de homenaje
a Nico como a los compañeros Javier Pulgar Vidal y Miguel López Cano, a quienes
quisimos algunos tanto. Y escogí un lugar especial, un ambiente que se denomina
“El Espejo de Aguas”, bello ambiente diseñado por el propio Felipe Benavides y
que, coincidentemente, fue estructurado con las piedras que formaban parte de
la portada del antiguo Panóptico de Lima. En ese lugar quisimos rendirle
homenaje, por el “Día de la Planta”, el 27 de enero del 2007.
Para mi fue el pago de una deuda moral
con un hombre al que yo, con ese trato fluido y cotidiano, aprendí ha quererlo,
ha respetarlo, ha admirarlo, ha
valorarlo y, a través de él, ha valorar a esa galería de peruanos ilustres e
insignes que formaron y forjaron el aprismo en el que hoy día militamos.
Hablar esta noche, conciudadanas y
conciudadanos, compañeras y compañeros, de la biografía política de Nico podría
no ser lo más sustantivo. Quiero detenerme en un solo episodio. En 1945 él
llega a la Cámara de Diputados como representante de Huarochirí –representación
que su padre también había ejercido en esa jurisdicción- y nunca se olvidó de
los huarochiranos. Él no fue a Huarochirí, como otros, a pedir votos y luego
darle la espalda. Prueba de ello fue la enorme, genuina y honesta gratitud de
esos humildes pobladores de Huarochirí que nos acompañaron en sus exequias, que
vienen siempre y lo recuerdan siempre y lo tienen presente y hablan de él
generación tras generación. Ese es el mejor reconocimiento a un político que
representó, de manera coherente, consecuente y digna, al electorado que lo
eligió. Esos son los comportamientos que hoy día tienen que imitar nuestros
representantes, dirigentes y autoridades para ganarse el respeto y la confianza
de todos los peruanos.
El ejemplo de Nico es concordante, como
bien se ha dicho acá, con lo que fue la vida de Haya de la Torre, quien nunca
tuvo vivienda, cuentas corrientes, propiedades, tarjetas de crédito, chequeras.
Vivió en casa prestada, tenía lo mínimo para vivir con dignidad y nada más.
Nico, renunció a todo –lo que por su condición familiar pudo tener- para seguir
esa huella, para seguir esa esencia, para seguir ese sendero difícil, adverso y
doloroso. Supo darnos una lección de lo que es ser leal hasta la muerte por sus
principios y convicciones políticas, cívicas y democráticas.
Por eso, esta noche no solamente
develamos este hermoso busto en su recuerdo. Esta noche se inclinan las
banderas respetuosas y reverentes del aprismo para saludar y evocar la obra
colosal de un peruano ejemplar, de un peruano limpio y diáfano, de un peruano
que hizo con el testimonio de su vida –coherente y consecuente- camino al
andar. Como los versos de Antonio Machado y Ruiz: “Caminante, son tus huellas el
camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar
se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de
volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar”. Honor y
gloria, Nicanor nuestro que estás en la gloria.
(*) Docente, ex presidente del Patronato del
Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda e integrante del Buró de la
Secretaría Nacional de Relaciones Internacionales del Partido Aprista Peruano. http://wperezruiz.blogspot.com/
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