8 may 2013

La prematura partida de Armando Villanueva


Santorino Izquierdo (*)

Tal como ocurriera con el lúcido y longevo Luis Alberto Sánchez en sus últimos meses, el país parecía acostumbrarse a que Armando Villanueva del Campo se indispusiera por algunos días para luego retomar con normalidad su lugar como hermano mayor de la política peruana. Esta vez no ha sido así y a todos nos sorprende. A sus 97 años, Armando no podía irse.

Los apristas ya no tienen a quién acudir para quejarse del ego de Alan García o de los pleitos entre Jorge del Castillo y Omar Quesada. Los humalistas no tienen a quién consultar una opinión sensata sobre la conveniencia o no conveniencia de la candidatura presidencial de Nadine. Los fujimoristas no tienen a quién pedirle que de una opinión honrada sobre el posible indulto a Fujimori.

Los llamados “caviares” no tienen a quién preguntar por qué son tan antipáticos para la gente del pueblo. Pero sobre todo los jóvenes, no tienen a quién acudir para ser recibidos con sencillez y gentileza y ser informados en forma elocuente y colorida sobre la genialidad de Víctor Raúl y la heroica historia del Partido Aprista Peruano.
Más allá de ser el gran mediador del diálogo entre los grandes protagonistas del quehacer político y el venerable consejero de la estabilidad democrática –lo cual no es poco− Armando ha sido, él solo, con sus años y su frágil salud y desde ese conocido rincón de su biblioteca, el gran reanimador e impulsor de la cultura de partidos entre los jóvenes.

En gran medida, el aprismo sigue siendo un partido con mayoría juvenil por obra de Armando. Físicamente estaba debilitado pero su mente y su lucidez política estaban en su mayor nivel de agudeza y ecuanimidad. En este “país de desconcertadas gentes” –como dijera Piérola– la experiencia y el fino sentido político de Armando Villanueva no sólo siguen siendo necesarios, son incluso indispensables. Por esta razón su partida, ocurrida el pasado 14 de abril, es, sin lugar a dudas, prematura.

Los dos libros que Armando nos deja, “La gran persecución” y “Arrogante montonero”, no obstante su gran valor documental, están, lamentablemente, muy lejos de abarcar todo el caudal de recuerdos que tirios y troyanos le pedían que escriba. De los grandes líderes de los años heroicos, Armando Villanueva es el que menos años estuvo en el exilio y el que estuvo más cerca de Haya de la Torre y más involucrado en las tareas organizativas riesgosas durante la gran clandestinidad de 1934-1945.

Antes de cumplir 21 años, en 1934, fue el primer secretario general de la Federación Aprista Juvenil (FAJ) al lado de Humberto Silva Solís, Susana Medrano, Manuel Cerna Valdivia y Andrés Townsend Ezcurra. Integró al año siguiente, después de su primera prisión, el primer Buró de Conjunciones que brindaba apoyo al comando nacional de acción dirigido personalmente por Haya de la Torre. Organizó la edición clandestina de La Tribuna, coordinó las comunicaciones con la organización del interior del país y con los desterrados apristas y, por supuesto, también participó en la seguridad personal de Haya de la Torre.

Su militancia en el aprismo abarca todas las épocas, legales e ilegales, duras y maduras, del largo trajinar del partido fundado por Víctor Raúl. Entre 1938 y 1943 fue dos veces apresado y deportado y en cada ocasión reingresó al país en forma clandestina. Ocurrió otro tanto entre 1948 y 1951. El 3 de octubre de 1968 lideró la primera protesta popular contra el golpe del general Juan Velasco y fue deportado por la dictadura militar en 1975.

Muchos recuerdan su gesto adusto en Villa Mercedes anunciando el deceso del gran maestro: “Que nadie llore. Víctor Raúl ha muerto. ¡Viva Haya de la Torre!” Y su candidatura presidencial de 1980 mostró un lema que ha sido casi una señal de identidad de su personalidad: “¡Armando tiene fuerza!”

La ausencia de Armando es hondamente sentida por su esposa Lucy Ortega de Villanueva y su familia. Pero la orfandad es mucho mayor en los CUA’s y las JAP’s de todo el país. Armando era el símbolo viviente de la continuidad del partido para todos y cada uno de los miles de jóvenes apristas. Era también la confirmación de que la juventud no es un asunto de calendarios sino de conciencia y espíritu.

El aprismo ha perdido a uno de sus líderes históricos y la democracia peruana a uno de sus más importantes defensores. La Red Virtual Ojo Izquierdo se une a este sentimiento de pesar. El dolor de hoy es el aliento para la lucha de los días venideros contra la calumnia y el rencor de los políticos mediocres que hacen de la política –como dijera Manuel González Prada− “un vil negocio culpable”.

(*) El seudónimo Santorino Izquierdo agrupa a todo el equipo editorial de la red virtual Ojo Izquierdo, que dirige el estudioso e intelectual Hugo Vallenas Málaga.

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