Wilfredo
Pérez Ruiz (*)
Nos complace compartir con nuestros
lectores el emotivo, cálido, agudo y documentado discurso
de nuestro compañero y editor de Visión
San Borja, Wilfredo Pérez Ruiz, en la ceremonia de develación del busto del
líder histórico del Partido Aprista Peruano, Nicanor Mujica Álvarez Calderón
–de quien fue amigo personal- realizada en la Casa del Pueblo el 4 de abril.
(Arturo Loli Caballero)
Aquí
estamos esta noche los integrantes del frente único de trabajadores manuales e
intelectuales del Partido del Pueblo, que hemos venido en peregrinaje cívico
hasta la Casa del Pueblo, para rendir nuestro cálido, sincero y emocionado
homenaje fraternal a la inmensa figura histórica, cívica y moral de Nicanor
Mujica Álvarez Calderón, al cumplirse 100 de su nacimiento.
Hemos venido a rendir nuestro emocionado
tributo a un hombre que constituye un referente impecable de lo que debe ser la
vida de un aprista comprometido con los ideales de pan con libertad. Nico por
razones familiares -tuvo una procedencia probablemente privilegiada- pudo haber
tenido un brillante futuro personal y profesional. Sin embargo, a muy temprana
edad renunció a su condición de clase para enrolarse en las filas del
pensamiento y la obra de Haya de la Torre.
Ese es un mérito incuestionable en una
persona a la que le esperaba un futuro probablemente vigoroso y pujante. Sin
embargo, su vida estuvo marcada por el sacrificio, por la renuncia, por el
desprendimiento y, esencialmente, por la honradez y honestidad de sus actos. Nicanor Mujica Álvarez Calderón,
Nico, como le decíamos aquellos que tuvimos el privilegio de estar vinculados a
él, por el cariño y afecto de su amistad, nos ha dejado a todos los apristas y
a todos los peruanos un ejemplo inequívoco de lo que es reconciliar la política
con la decencia, la honradez, la honestidad y el desprendimiento.
Él estuvo siempre en la primera fila
para darlo todo por su partido y nunca pidió nada. No como ahora que hay
quienes salen del sector público, hacen caja y están pensando en el 2016. Nico
tuvo una convicción genuina que admiró a quienes nos acercamos a él –yo lo
conocí el 29 de enero de 1986 en el Parque de Las Leyendas en un almuerzo
convocado por un muy querido amigo en común, Felipe Benavides- y desde aquel
entonces me impactó la sencillez, la cultura y la humildad de quien en ese
entonces era ministro de la Presidencia y líder histórico del partido. Forjamos
una amistad que nos unió tanto que pude constatar que no solamente era un
hombre orientador, sereno, discreto, de profundas convicciones religiosas y,
fundamentalmente, un hombre de bien. Podríamos sintetizar toda definición
respecto de su vida como un hombre noble y de bien, comprometido,
consecuentemente, con el bien común.
Era muy joven cuando llega en 1932 a las
filas del partido. Provenía en su línea paterna como materna de militantes y
fundadores del Partido Civil. Su abuelo paterno Elías Mujica y Transmonte había
sido fundador del Partido Civil, próspero empresario, lideró la resistencia
durante la ocupación chilena en la capital. Por la línea materna, su abuelo
Nicanor Álvarez Calderón Roldán, también era militante del Partido Civil,
hombre de negocios, había estado en la corbeta “Unión” -durante la Guerra con
Chile- y en las batallas de Tarapacá, el Alto de la Alianza y de Miraflores con
Lizardo Montero.
En sus venas corría la inquietud
política, cívica y democrática. Pero, él no siguió esa línea conservadora, sino
que se involucró con los ideales de los pobres, de los desvalidos y de los
marginados, porque ese es el sustento moral del aprismo. Bien decía Víctor
Raúl: “El aprismo es la voz limpia que expresa el viejo y hondo dolor del
Perú”. La vida de Nico fue una expresión de reconocimiento y encarnación de ese
viejo dolor de los pobres. Las comunidades de Huarochirí, a las que representó
con tanto brillo, pueden testimoniar esa
identificación -con los pobres, los débiles y los desposeídos- que marcó su
vida.
Más allá de los cargos partidarios
importantes que él desempeñó, más allá de haber sido un brillante periodista,
propagandista, un hombre que en las clandestinidades -bajo el nombre de
“civilista”- realizada una importante labor de enlace entre el jefe del partido
y las células clandestinas, estuvo dos veces en el exilio, estuvo en El
Panóptico. Tuvo una vida intensa en pobreza y en humildad. Tuvo su primer
exilio en Europa padeciendo los entretelones de la Segunda Guerra Mundial y en
condiciones adversas de ser un migrante en un país invadido por el ejército
alemán. Padeció muchísimo, pero lo importante de hombres como Nico es que jamás
abdicó, jamás renunció y jamás pidió nada. Esos son los ejemplos de un hombre
decente al que está noche venidos a recordar con tanto afecto y cariño
fraternal y ese es el legado que él nos deja, el haber hecho de la política un
instrumento de servicio y no un instrumento sórdido para servirse.
Nico, a lo largo de su vida pudo,
probablemente, tener mucho. Sin embargo, en 1978 declinó integrar la lista a la
Asamblea Constituyente; en 1980, a solicitud e insistencia del compañero
Armando Villanueva del Campo, acepta una senaduría; el año de 1985, cuando
estábamos en los momentos aurorales de llegar al poder declinó estar en la
lista al Senado de la República. Se le dio una embajadora y el cargo de primer
ministro del despacho de la Presidencia. Pero, él nunca pidió nada, no tuvo ni
siquiera en la tarde su vida una pensión de jubilación que, dicho sea de paso,
algo pudo haber hecho la Célula Parlamentaria Aprista en su favor. Pero, no
tuvo ni eso.
Su automóvil esa un automóvil de 15 años
de antigüedad y no pudo comprar una propiedad a su nombre. Esos son los líderes
históricos que enaltecen esta noche la vida de nuestro partido. Aplausos! En este pasaje de los héroes,
de los mártires y líderes históricos de nuestro gran partido está Nico Mujica
al cumplirse 100 años de su nacimiento y dentro de poco diez años de su partida
a la Casa del Señor. Y algo que hay que decir con todo énfasis, es que cuando
vemos estos bustos de peruanos ilustres y de apristas ilustres y de políticos
decentes, recordamos que ellos son fuente de inspiración para hacer política.
Ninguno de ellos hizo riqueza, ninguno de ellos fue investigado por
enriquecimiento ilícito o desbalance patrimonial, ningún de ellos tuvo argollas
o facciones antidemocráticas en el partido, ninguno de ellos hizo caja para las
próximas elecciones.
Ellos constituyen las reservas morales
del aprismo. Y no solamente debemos venir acá a pronunciar discursos que
susciten aplauso efímero. Para venir a hablar de ellos hay que tener autoridad
moral y tener una hoja de vida limpia y diáfana de servicio a los ideales del
partido y estar comprometido con la esencia del Partido del Pueblo. Nico es un
referente ejemplar, limpio y digno de lo que es ser un aprista. Un aprista que
no pidió nada, que no tuvo nada. En la tarde su vida una embajada, una
senaduría y una asesoría en el despacho presidencial. Nada más.
Esos son los referentes que todo aprista
debe evocar. Sobre todo en una hora en que la política está divorciada del
sentimiento popular, en una hora en que los partidos –y el nuestro también-
están alejados del sentimiento ciudadano. Tenemos que reconciliarnos con el
pueblo, tenemos que reconciliarnos y volvernos a ganar la confianza, el respeto
y la credibilidad de los ciudadanos. Para ello, tenemos que formar cuadros de
promociones y militantes de la talla de Nico Mujica; que sigan su ejemplo, que
se inspiren en él y que tengan su capacidad de desprendimiento.
Ese desprendimiento de un hombre que
sufrió cárcel, destierro, persecución, infamias y soledades. Yo puedo dar fe,
como amigo personal que fui, de la soledad en la tarde de su vida. Ahí no
había, como ahora, cientos de militantes. Éramos siete, ocho, media docena los
que íbamos a verlo en los dos o tres años de su agonía. Esas son las
ingratitudes –propias de la política y del partido- que olvidan a estos hombres
que forjaron y formaron el partido en el
que hoy nosotros tenemos el privilegio de poder militar en sus filas. Y al
recordarlos debemos honrar su línea de comportamiento ciudadano.
Yo tuve el privilegio de ser presidente
del Patronato del Parque de Las Leyendas y me propuse hacer un acto de homenaje
a Nico como a los compañeros Javier Pulgar Vidal y Miguel López Cano, a quienes
quisimos algunos tanto. Y escogí un lugar especial, un ambiente que se denomina
“El Espejo de Aguas”, bello ambiente diseñado por el propio Felipe Benavides y
que, coincidentemente, fue estructurado con las piedras que formaban parte de
la portada del antiguo Panóptico de Lima. En ese lugar quisimos rendirle
homenaje, por el “Día de la Planta”, el 27 de enero del 2007.
Para mi fue el pago de una deuda moral
con un hombre al que yo, con ese trato fluido y cotidiano, aprendí ha quererlo,
ha respetarlo, ha admirarlo, ha
valorarlo y, a través de él, ha valorar a esa galería de peruanos ilustres e
insignes que formaron y forjaron el aprismo en el que hoy día militamos.
Hablar esta noche, conciudadanas y
conciudadanos, compañeras y compañeros, de la biografía política de Nico podría
no ser lo más sustantivo. Quiero detenerme en un solo episodio. En 1945 él
llega a la Cámara de Diputados como representante de Huarochirí –representación
que su padre también había ejercido en esa jurisdicción- y nunca se olvidó de
los huarochiranos. Él no fue a Huarochirí, como otros, a pedir votos y luego
darle la espalda. Prueba de ello fue la enorme, genuina y honesta gratitud de
esos humildes pobladores de Huarochirí que nos acompañaron en sus exequias, que
vienen siempre y lo recuerdan siempre y lo tienen presente y hablan de él
generación tras generación. Ese es el mejor reconocimiento a un político que
representó, de manera coherente, consecuente y digna, al electorado que lo
eligió. Esos son los comportamientos que hoy día tienen que imitar nuestros
representantes, dirigentes y autoridades para ganarse el respeto y la confianza
de todos los peruanos.
El ejemplo de Nico es concordante, como
bien se ha dicho acá, con lo que fue la vida de Haya de la Torre, quien nunca
tuvo vivienda, cuentas corrientes, propiedades, tarjetas de crédito, chequeras.
Vivió en casa prestada, tenía lo mínimo para vivir con dignidad y nada más.
Nico, renunció a todo –lo que por su condición familiar pudo tener- para seguir
esa huella, para seguir esa esencia, para seguir ese sendero difícil, adverso y
doloroso. Supo darnos una lección de lo que es ser leal hasta la muerte por sus
principios y convicciones políticas, cívicas y democráticas.
Por eso, esta noche no solamente
develamos este hermoso busto en su recuerdo. Esta noche se inclinan las
banderas respetuosas y reverentes del aprismo para saludar y evocar la obra
colosal de un peruano ejemplar, de un peruano limpio y diáfano, de un peruano
que hizo con el testimonio de su vida –coherente y consecuente- camino al
andar. Como los versos de Antonio Machado y Ruiz: “Caminante, son tus huellas el
camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar
se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de
volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar”. Honor y
gloria, Nicanor nuestro que estás en la gloria.
(*) Docente, ex presidente del Patronato del
Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda e integrante del Buró de la
Secretaría Nacional de Relaciones Internacionales del Partido Aprista Peruano. http://wperezruiz.blogspot.com/
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