Juan Herrera
Tello (*)
Declarada la guerra el 5 de abril de 1879, el Perú
la afrontó con lo que disponía: dos barcos blindados con una antigüedad de
trece años “El Huáscar” y la “Independencia” más una corbeta de madera “Unión”.
Chile por su parte disponía de barcos de armamento superior para enfrentar en
superioridad al Perú, que se había quedado encasillado en la guerra de 1866
contra España y en vez de mejorar la escuadra adquirió embarcaciones como los
monitores “Manco Capac” y “Atahualpa” cuyo servicio era fluvial. La cañonera
Pilcomayo, adquirida en 1874 era el barco más moderno del Perú, pero era una
embarcación menor que difícilmente podía hacer frente a los blindados chilenos.
Dispuestas las
piezas, la guerra se inició en una perspectiva netamente naval, el combate de
Chipana primero y el de Iquique después. Fue este último el que determinó el giro
de la guerra al sucumbir nuestra mejor nave que encalló y se perdió, quedando
el Huáscar como el único buque de guerra con capacidad de combate.
El
Huáscar y su comandante Grau, en la soledad de una defensa imposible, sabían
que la superioridad enemiga era tan avasalladora que tuvieron que actuar con
cautela y en especial con mucha sagacidad. Las órdenes impartidas desde Arica
eran siempre temerarias tanto así que Grau ya había manifestado en un brindis
al finalizar un banquete en su honor: “Todo lo que puedo ofrecer en retribución
de estas manifestaciones abrumadoras es que, si el Huáscar no regresa
triunfante al Callao, tampoco yo regresaré”.
La
carta enviada a Carmela Carbajal de Prat entregándole los valores encontrados
en el cadáver del héroe chileno además de su espada, son muestra de la grandeza
de Grau, y añadimos además la carta enviada al capitán del Matías Cousiño
respondiéndole: “Conociendo perfectamente que el buque que Ud. comandaba era un
transporte chileno; mi deber era destruirlo. Por consiguiente mi conducta para
con Ud. y su tripulación en esa ocasión me fue inspirada por un sentimiento de
humanidad, lo mismo que emplearé siempre con todo buque al cual me quepa atacar
en un caso semejante, no mereciendo por ello ninguna expresión de gratitud”.
La
captura del Rímac, y de otras embarcaciones menores, enfrascan en una crisis al
gabinete de Santiago, teniendo que renunciar el almirante Williams Rebolledo.
Todo estaba tan mal en Chile que el propio presidente Aníbal Pinto le escribía
a Sotomayor: “La interpelación del Senado y las escenas vergonzosas acaecidas
con motivo de la pérdida del Rímac me han dejado la convicción de que nunca
debimos comprometernos en guerra”. Y ahora el objetivo principal de Chile era
capturar el “Huáscar” a toda costa.
El
congreso peruano de 1879, abrió sus sesiones secretas el 18 de agosto de 1879,
en esa primera sesión se trató de banalidades sobre el guano, luego el 25 de
ese mismo mes el canciller presenta a ese cuerpo legislativo el Tratado de Paz
con España, guerra que nos la ganamos por defender a Chile, y que nuestra
armada por disposición del primer gobierno de Prado fue enviada a servir a ese
país. El 1 de octubre de 1879, se aprueba el Tratado de Paz con España y otro
de Comercio y Navegación con Portugal.
La guerra para nuestros representantes se inicia
recién el 9 de octubre con las noticias aun no confirmadas por la pérdida del
Huáscar. El presidente dio lectura a un telegrama que demuestra toda la
magnitud de la noticia: “Ayer, ha tenido lugar un combate, Huáscar con Cochrane
y Blanco Encalada, Mejillones costa de Bolivia, probable Huáscar ha sido
totalmente derrotado. Mando ‘Unión’ Callao”, lo firmaba el director de la guerra
el ya General Mariano Ignacio Prado.
Leer
aquellas actas e imaginarse lo ocurrido en el Congreso de la República debe
haber sido fatal para los representantes nacionales, las preguntas al presidente
del Consejo de Ministros así como al ministro de Guerra eran referentes a
solicitar información real y más precisa, así como también como lo sostenía el
señor Rosas en conocer si ya existe un plan para proteger la capital de la república.
¿Es que estas personas pensaban que el Huáscar y Grau iban a defender en su
soledad a todo un país contra barcos muchísimo más poderosos?
Uno
de nuestros representantes el Sr. García preguntaba si se podían adquirir
aprestos navales para contrarrestar el poder superior de Chile, y el ministro
de Guerra se limitó a decir que existe la posibilidad de construir dos
cañoneras, solo que se necesita dinero que pedía el segundo vicepresidente, Sr.
Canevaro. Ante este cuadro patético de infortunio, nuestra clase política que
conocía nuestras desventajas navales ¿Esperaba confiada en Grau y su barco para
saber si se iba a adquirir nuevos barcos de guerra?
¿Cuánto
tiempo se necesitaba para construir barcos de guerra? El gobierno de aquel
entonces por medio de su ministro de Guerra timaba al Congreso diciendo que el
blindaje de las cañoneras iba a ser igual al del “Blanco Encalada” y con
artillería y un andar superior a ese buque, cuya construcción no demoraría más
de cuatro meses. ¿Cuatro meses duraba para este hombre la construcción de dos
barcos superiores a los blindados chilenos? Y entonces, ¿Por qué no se mandaron
construir desde el 6 de abril de aquel año?
En
la infructuosa sesión del 10 de octubre, casi al finalizar solo el señor
Jiménez preguntó si había alguna noticia del “Huáscar”, respondiendo
escuetamente el presidente del Consejo que “el gobierno no había recibido
telegrama posterior”. Así el 25 de octubre se clausuraban las sesiones secretas
del Poder Legislativo.
Será por eso que Raúl Porras en “Fuentes históricas
peruanas” transcribe una cita de Jacinto López de “Historia de la guerra del
guano y el salitre”: “La campaña del Huáscar, desartillado y maltrecho contra
toda la escuadra chilena, a la que mantuvo en jaque durante seis meses hasta
caer acorralado en Angamos. Resumiendo magistralmente el heroísmo de Grau ha
dicho López, con frases que han quedado esculpidas en la memoria peruana y que no
pueden dejar de reproducirse: “Mientras este solo buque peruano, el Huáscar,
subsistiese, mientras el Huáscar estuviera en el mar, mientras Grau estuviera
en el Huáscar, Chile no desembarcaría un solo soldado en territorio peruano y
las hordas de la conquista se pudrirían en Valparaíso y Antofagasta, en la
larga espera del desenlace de la guerra del Huáscar contra la escuadra chilena.
Este es un hecho sin precedente en la historia de las guerras navales del mundo
entero. El Huáscar prestó al Perú servicios incomparables. El solo hizo la
guerra naval. El solo protegió al Perú contra la invasión. El solo hizo la obra
de una escuadra. Este es el interés y la lección de esta historia. Esta es una
epopeya como la de la independencia. Este es el pedestal de Grau y la gloria
del Perú. Este es el milagro naval de la guerra del Pacífico”.
Estas
palabras de López, traídas por Porras,
demuestran que todo un pueblo sumaba sus esperanzas en un solo hombre, en una
sola nave, que en cada salida iba siempre rumbo al sacrificio consiguiendo la
gloria dando batalla, enfrentando la adversidad hasta el momento que Grau voló
a la eternidad despedazado por una bomba que cayó en el lugar donde se
encontraba mandando su nave.
La
frase de Basadre “Como del carbón sale el diamante, así de la negrura de esta
guerra sale Grau”. En aquella “Efigie de Grau” el historiador abunda y nos dice
algo cierto: “La posteridad ha indultado a su generación infausta porque a ella
perteneció el comandante del Huáscar. Olvida desastres y miserias y la mira con
envidia porque le vio y le admiró”.
Efectivamente,
Grau cubre todo el desastre, y acompañado con las inmolaciones de Bolognesi,
Ugarte y tantos más, los peruanos nos vemos retratados en ellos como los
ejemplos de honor y desprendimiento. Pero hoy a 114 años de ocurrida la
hecatombe de Angamos, poco a poco estamos encontrando las causas de aquella
conflagración y con ello la posteridad está siendo mucho más justa con quienes
nos dieron gloria, así como señalando a los que nos legaron la derrota y la
mutilación territorial para salvar sus mezquinos intereses personales.
(*) Abogado, experto en asuntos internacionales e
históricos, cercano colaborador y discípulo de Alfonso Benavides Correa. jcherrerat@yahoo.com