9 nov 2013

El 9 de octubre de 1879: Cuando la guerra empezó

Juan Herrera Tello (*)


Declarada la guerra el 5 de abril de 1879, el Perú la afrontó con lo que disponía: dos barcos blindados con una antigüedad de trece años “El Huáscar” y la “Independencia” más una corbeta de madera “Unión”. Chile por su parte disponía de barcos de armamento superior para enfrentar en superioridad al Perú, que se había quedado encasillado en la guerra de 1866 contra España y en vez de mejorar la escuadra adquirió embarcaciones como los monitores “Manco Capac” y “Atahualpa” cuyo servicio era fluvial. La cañonera Pilcomayo, adquirida en 1874 era el barco más moderno del Perú, pero era una embarcación menor que difícilmente podía hacer frente a los blindados chilenos.


Dispuestas las piezas, la guerra se inició en una perspectiva netamente naval, el combate de Chipana primero y el de Iquique después. Fue este último el que determinó el giro de la guerra al sucumbir nuestra mejor nave que encalló y se perdió, quedando el Huáscar como el único buque de guerra con capacidad de combate.

El Huáscar y su comandante Grau, en la soledad de una defensa imposible, sabían que la superioridad enemiga era tan avasalladora que tuvieron que actuar con cautela y en especial con mucha sagacidad. Las órdenes impartidas desde Arica eran siempre temerarias tanto así que Grau ya había manifestado en un brindis al finalizar un banquete en su honor: “Todo lo que puedo ofrecer en retribución de estas manifestaciones abrumadoras es que, si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré”.

La carta enviada a Carmela Carbajal de Prat entregándole los valores encontrados en el cadáver del héroe chileno además de su espada, son muestra de la grandeza de Grau, y añadimos además la carta enviada al capitán del Matías Cousiño respondiéndole: “Conociendo perfectamente que el buque que Ud. comandaba era un transporte chileno; mi deber era destruirlo. Por consiguiente mi conducta para con Ud. y su tripulación en esa ocasión me fue inspirada por un sentimiento de humanidad, lo mismo que emplearé siempre con todo buque al cual me quepa atacar en un caso semejante, no mereciendo por ello ninguna expresión de gratitud”.

La captura del Rímac, y de otras embarcaciones menores, enfrascan en una crisis al gabinete de Santiago, teniendo que renunciar el almirante Williams Rebolledo. Todo estaba tan mal en Chile que el propio presidente Aníbal Pinto le escribía a Sotomayor: “La interpelación del Senado y las escenas vergonzosas acaecidas con motivo de la pérdida del Rímac me han dejado la convicción de que nunca debimos comprometernos en guerra”. Y ahora el objetivo principal de Chile era capturar el “Huáscar” a toda costa.
El congreso peruano de 1879, abrió sus sesiones secretas el 18 de agosto de 1879, en esa primera sesión se trató de banalidades sobre el guano, luego el 25 de ese mismo mes el canciller presenta a ese cuerpo legislativo el Tratado de Paz con España, guerra que nos la ganamos por defender a Chile, y que nuestra armada por disposición del primer gobierno de Prado fue enviada a servir a ese país. El 1 de octubre de 1879, se aprueba el Tratado de Paz con España y otro de Comercio y Navegación con Portugal.

La guerra para nuestros representantes se inicia recién el 9 de octubre con las noticias aun no confirmadas por la pérdida del Huáscar. El presidente dio lectura a un telegrama que demuestra toda la magnitud de la noticia: “Ayer, ha tenido lugar un combate, Huáscar con Cochrane y Blanco Encalada, Mejillones costa de Bolivia, probable Huáscar ha sido totalmente derrotado. Mando ‘Unión’ Callao”, lo firmaba el director de la guerra el ya General Mariano Ignacio Prado.

Leer aquellas actas e imaginarse lo ocurrido en el Congreso de la República debe haber sido fatal para los representantes nacionales, las preguntas al presidente del Consejo de Ministros así como al ministro de Guerra eran referentes a solicitar información real y más precisa, así como también como lo sostenía el señor Rosas en conocer si ya existe un plan para proteger la capital de la república. ¿Es que estas personas pensaban que el Huáscar y Grau iban a defender en su soledad a todo un país contra barcos muchísimo más poderosos?

Uno de nuestros representantes el Sr. García preguntaba si se podían adquirir aprestos navales para contrarrestar el poder superior de Chile, y el ministro de Guerra se limitó a decir que existe la posibilidad de construir dos cañoneras, solo que se necesita dinero que pedía el segundo vicepresidente, Sr. Canevaro. Ante este cuadro patético de infortunio, nuestra clase política que conocía nuestras desventajas navales ¿Esperaba confiada en Grau y su barco para saber si se iba a adquirir nuevos barcos de guerra?

¿Cuánto tiempo se necesitaba para construir barcos de guerra? El gobierno de aquel entonces por medio de su ministro de Guerra timaba al Congreso diciendo que el blindaje de las cañoneras iba a ser igual al del “Blanco Encalada” y con artillería y un andar superior a ese buque, cuya construcción no demoraría más de cuatro meses. ¿Cuatro meses duraba para este hombre la construcción de dos barcos superiores a los blindados chilenos? Y entonces, ¿Por qué no se mandaron construir desde el 6 de abril de aquel año?

En la infructuosa sesión del 10 de octubre, casi al finalizar solo el señor Jiménez preguntó si había alguna noticia del “Huáscar”, respondiendo escuetamente el presidente del Consejo que “el gobierno no había recibido telegrama posterior”. Así el 25 de octubre se clausuraban las sesiones secretas del Poder Legislativo. 
Será por eso que Raúl Porras en “Fuentes históricas peruanas” transcribe una cita de Jacinto López de “Historia de la guerra del guano y el salitre”: “La campaña del Huáscar, desartillado y maltrecho contra toda la escuadra chilena, a la que mantuvo en jaque durante seis meses hasta caer acorralado en Angamos. Resumiendo magistralmente el heroísmo de Grau ha dicho López, con frases que han quedado esculpidas en la memoria peruana y que no pueden dejar de reproducirse: “Mientras este solo buque peruano, el Huáscar, subsistiese, mientras el Huáscar estuviera en el mar, mientras Grau estuviera en el Huáscar, Chile no desembarcaría un solo soldado en territorio peruano y las hordas de la conquista se pudrirían en Valparaíso y Antofagasta, en la larga espera del desenlace de la guerra del Huáscar contra la escuadra chilena. Este es un hecho sin precedente en la historia de las guerras navales del mundo entero. El Huáscar prestó al Perú servicios incomparables. El solo hizo la guerra naval. El solo protegió al Perú contra la invasión. El solo hizo la obra de una escuadra. Este es el interés y la lección de esta historia. Esta es una epopeya como la de la independencia. Este es el pedestal de Grau y la gloria del Perú. Este es el milagro naval de la guerra del Pacífico”.

Estas palabras de López, traídas por Porras, demuestran que todo un pueblo sumaba sus esperanzas en un solo hombre, en una sola nave, que en cada salida iba siempre rumbo al sacrificio consiguiendo la gloria dando batalla, enfrentando la adversidad hasta el momento que Grau voló a la eternidad despedazado por una bomba que cayó en el lugar donde se encontraba mandando su nave.

La frase de Basadre “Como del carbón sale el diamante, así de la negrura de esta guerra sale Grau”. En aquella “Efigie de Grau” el historiador abunda y nos dice algo cierto: “La posteridad ha indultado a su generación infausta porque a ella perteneció el comandante del Huáscar. Olvida desastres y miserias y la mira con envidia porque le vio y le admiró”.

Efectivamente, Grau cubre todo el desastre, y acompañado con las inmolaciones de Bolognesi, Ugarte y tantos más, los peruanos nos vemos retratados en ellos como los ejemplos de honor y desprendimiento. Pero hoy a 114 años de ocurrida la hecatombe de Angamos, poco a poco estamos encontrando las causas de aquella conflagración y con ello la posteridad está siendo mucho más justa con quienes nos dieron gloria, así como señalando a los que nos legaron la derrota y la mutilación territorial para salvar sus mezquinos intereses personales.


(*)  Abogado, experto en asuntos internacionales e históricos, cercano colaborador y discípulo de Alfonso Benavides Correa. jcherrerat@yahoo.com

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