Carlos Penalillo
Pimentel (*)
Las costumbres
hacen a las sociedades, siendo los ingleses los abanderados en respetar religiosa y estrictamente la hora. En
el Perú nos caracterizamos por lo contrario, la mayoría son seguidores del ex
presidente Alejandro Toledo por su
famosa “hora Cabana”.
Para mi modesta opinión, es cuestión de
respeto, no solo por ti mismo sino por los demás, por tu trabajo, por tus
colegas, por tu familia. Quiéranlo o no cada momento que vivimos está enmarcada
en horarios que seguramente resultan incómodos o anacrónicos para los de “mente
libre”, “relativistas morales” o los “reformistas”
Pero, sirve de algo ser puntual. Alguna vez me
dijeron, cuando comenté que en mis 26 años de labor en el Hospital Edgardo
Rebagliati tuve una ó dos tardanzas producto de los retrasos en transporte
público, acaso te han premiado, reconocido por escrito, felicitado por tus
superiores, regalado algo, te pagan más por ello. Definitivamente no, solo un
año se premió con un pavo (quizás lo hicieron con su segunda) pero tampoco me
tocó a mí, simplemente no busco reconocimiento y así seré hasta el último día
de labor.
Los nuevos
conceptos de “calidad” y “excelencia” si premian y destacan la puntualidad pero
vemos que por ahora solo en alguna práctica privada y no siempre los que se
jactan de tener reconocimiento ISO lo cumplen. Creo que es algo intrínseco de
las personas y está ligado como repito con el respeto a los demás, nos queda
entonces tomarlo con un buen sentido del humor. “La hora es la hora” le digo a
mi querida colega Rosita que siempre acude puntualmente, ni antes ni después,
justo a la hora de entrega de guardia. Otros ya conocidos tienen por costumbre
llegar 10 o 15 minutos tarde y llegan horondos, frescos como una lechuga, a más
de uno que fue mi alumno en su internado hospitalario si lo regresaba a su casa
cuando llegaba tarde. Son así y lo seguirán siendo porque además nadie les dice
nada ahora, lo que me recuerda la letra del gran cantante Héctor Lavoe, el rey
de la puntualidad que decía “No es que llegue tarde, ustedes llegan muy
temprano” y siempre se demoraba en empezar sus conciertos.
Otros casos son
más jocosos, nos preocupamos los presentes y nos preguntamos cuando no llega, a
qué hora llamará, que disculpa dará ahora, ya no le queda abuelitos vivos, se
habrá vuelto a torcer el tobillo, se habrá vuelto a chancar la mano con la
puerta de su camioneta, habrán cerrado la pista por la maratón de RPP, en eso
suena el teléfono y no es el, es su esposa informando que han cerrado el puente
y tienen que darse un vuelta para llegar al hospital y llegarán en 15 minutos.
Hace unos días
tuve compensatorio y no fui a trabajar y mi buen amigo y colega Jorge me llama
a las siete en punto preocupado porque no había llegado. Estaba cerrada el área
de donantes, nada estaba en su sitio listo para arrancar la faena diaria, las
personas esperando ser atendidas, al rato, me manda un mensaje de texto
diciendo “hoy atendemos a partir de las 12”, fue broma por supuesto.
Es muy probable
que esto se corrija en algo cuando se ponga en uso en el hospital el marcador
con huella digital, aunque debo manifestar que como reza nuestro refrán popular
“hecha la ley, hecha la trampa”, ya verán cómo sacarle la vuelta.
Ama al prójimo
como a ti mismo, no hagas a otro lo que no quieras que hagan contigo.
Aprendamos a respetarnos y principalmente respetar al que asiste a un centro de
atención donde espera ser atendido a la hora que está indicada, no 20 minutos
ni media hora después.
(*) Licenciado Tecnólogo Médico en Laboratorio Clínico y Anatomía Patológica,
militante del Comité Distrital de San
Borja y ex dirigente estudiantil de la JAP.
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