Daniel Parodi
Revoredo (*)
En una nota anterior titulada "Dos apuntes sobre la CVR"
señalé que no podía pretenderse que la Comisión de la Verdad y Reconciliación
no denunciase los excesos cometidos por el estado y las Fuerzas Armadas durante
la época del terror porque estos, en efecto, habían ocurrido y donde impera la
ley deben sancionarse, tan sencillo como eso. Sin embargo, también señalé que
faltaba mejorar la percepción corriente respecto del rol desempeñado por
aquellas fuerzas y desasociar su defensa de nuestra sociedad de los casos en
los que se cometieron excesos, ya sancionados o sancionables.
Un elemento central de mi
argumento fue que el informe final de la CVR debe tomarse como lo que es: como
un material no vinculante que ofrece testimonios invalorables sobre la guerra
interna a partir de los cuales debe aplicarse una política de reconciliación
nacional.
Esta introducción me sirve para subrayar el despropósito de la
designación de Martha Chávez como coordinadora del grupo de trabajo de Derechos
Humanos del Congreso de la República. La designación no es mala por la posición
que defiende la congresista, pues su tendencia política tiene que estar
representada. El problema con Chávez es su perfil radical que la muestra como
poco abierta al diálogo. Ciertamente, algunas declaraciones suyas, muy
desafortunadas, difícilmente permitirán avanzar en una agenda sensibilísima,
como la de los DD.HH. Sólo su Twiter de hace pocos días -"Hay que poner en
su sitio a seudo defensores de DD.HH"- denota que se avecina un año de
alta conflictividad para el referido grupo de trabajo, la que saltará
intermitentemente a la prensa y enrarecerá, aún más, la cargada atmósfera
política nacional.
De alguna
manera, la designación de Martha Chávez y las reacciones que ha suscitado
ilustran el estado de la cuestión sobre la materia, caracterizado por una alta
polarización. De hecho, ninguna bancada o sector ha manifestado hasta ahora la
madurez suficiente cómo para tender puentes y promover un auténtico proceso de
reconciliación nacional del cual, como he señalado, el informe de la CVR debe
constituir la materia prima antes que la última palabra.
Pero ¿Qué
es lo que se necesita para avanzar hacia un verdadero proceso de reconciliación
nacional respecto de la guerra interna? En primer lugar, obtener la voluntad de
los actores políticos; en segundo lugar, alcanzar algunos consensos mínimos
como por ejemplo la no participación de los terroristas en la experiencia, lo
que resultaría inaceptable para los demás. En tercer lugar, definir que el
trabajo más importante debe realizarse entre los siguientes sectores: Las
fuerzas armadas y la sociedad y las víctimas de la violencia subversiva y las
víctimas de la violencia del estado.
Cómo
están las cosas en la política nacional, el grupo parlamentario de Derechos
Humanos necesita convocar a una institución internacional especializada en la
literatura y metodología existentes sobre procesos de reconciliación para que
conduzca el nuestro. Este organismo debe reunirse con las partes para
establecer la agenda de trabajo, así como fungir de moderador. Ciertamente, es
menester que los parlamentarios que conformen el grupo presenten un perfil
conciliador lo que constituirá, per sé, una manifestación inicial de buena
voluntad.
Luego, el
desarrollo en el mediano y largo plazo de los puntos contenidos en la agenda
debería generar empatías fundamentales entre los integrantes del grupo que es
imprescindible para alcanzar consensos básicos. Definidas la agenda y
metodología a emplearse, deben realizarse variadas dinámicas contando con la
participación de miembros representativos de los sectores que he indicado –
sociedad civil y Fuerzas Armadas- para que se conozcan y compartan sus
experiencias. Al finalizar el trabajo se difundirá las principales ideas-fuerza
que se adoptaron por consenso. Estas ideas-fuerza se vierten luego a la
sociedad para que las debata y, eventualmente, las incorpore en su
discurso/percepción sobre la guerra interna. De este modo podrá procesar y
superar los traumas remanentes. Pero, como he dicho, para comenzar se requiere
la voluntad de las partes. Habrá que seguir esperando.
(*) Historiador, intelectual, escritor,
periodista, colaborador de Diario 16 y La Mula. Docente de la Pontificia
Universidad Católica del Perú y experto en las relaciones peruano-chilenas.
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