Moisés
Campos Medina (*)
La necesidad de acceder a vitales cantidades de información ha sido el
mejor gestor de los avances tecnológicos de esta última era. Paralelamente, el
cubrir este requerimiento informativo ha dinamizado las experiencias en el
ámbito comunicativo humano con un sinnúmero de aplicaciones a las que se pueden
acceder con un solo dedo.
Las
múltiples opciones de recepcionar y enviar información han sobrepasado los
conceptos del usb, tarjetas, correos electrónicos y hasta de las tan modernas
“nubes” en el ciber espacio. Hablar de comunicar “algo” se ha convertido en un
fenómeno que explota todo el sentido de lo inmediato, ampliando el rango de
impacto en cuanto a la cantidad de posibles receptores. Y todo esto generado
por la modernidad del mundo globalizado de las redes sociales.
La viral idea del “compartir” ha llevado
los conceptos de Marc Zuckerberg (Facebook) y otros creadores de redes
sociales, a impensadas posibilidades comunicativas. El escribir un “tweet”,
postear algo en el “muro”, realizar un “comentario”, cambiar tu “estado”, entre
otros; es hoy en día un hecho que trasciende la vida de millones de personas y
que, según estudios en la Universidad de Massachusetts, dirige la vida de
muchos.
Pero qué es lo que lleva a alguien
escribir un “tweet” o algún “comentario”, qué es lo que mueve a esa persona,
invariablemente a su edad, a escribir ese “algo”. Recuerdo que durante mi
primer año de estudios en la universidad, me plantearon la siguiente pregunta:
¿Qué fue primero: el pensamiento o el lenguaje? La búsqueda de respuesta para
semejante interrogante me llevó al dilema del huevo y la gallina; con lo que
decidí adoptar, después de muchas lecturas, el punto de vista de Vigotsky y
Piaget: ambos son indistintamente necesarios y complementarios.
Entonces, para poder dar a conocer
“algo”, demandamos como herramienta al lenguaje. Lo que nos hace pensar que el
lenguaje es un conjunto de posibilidades que se aprenden con el tiempo y que es
más, se educan de acuerdo a ciertos niveles académicos, a los que uno accede en
su etapa formativa inicial, primaria, secundaria y superior. De tal manera que
nos permite expresar, socializar y consolidar nuestra naturaleza como seres
humanos.
El hecho de poder disfrutar de todo este
proceso de aprendizaje nos da la posibilidad de utilizar, cada vez mejor, la
herramienta con la que podremos representar ese “algo” que a partir de ahora le
llamaremos “PENSAMIENTO”.
El pensamiento en los seres humanos
funciona como un conjunto de elementos claramente complementarios, donde las
habilidades de razonamiento, memoria, atención y percepción se exigen para construir
un claro panorama de lo que está sucediendo en uno.
Es aquí donde la total insuficiencia de
saber si verdaderamente alguien piensa lo que escribe se hace vital, sobre todo
cuando se utiliza una red social para exponer el resultado de su pensamiento en
un “tweet”, en un “comentario” o en un “estado”, donde claramente una frase
automática te invita a escribir: ¿Qué estás pensando?
La velocidad con la que un ¿Qué estás
pensando? es leído, se hace más que inmediata; más aún, la cantidad de receptores
se hace impredecible dependiendo de lo que se escriba, con lo que el concepto
de “viral” se hace fuerte cuando un “estado” resulta ser altamente impactante o
cuando lo que se “comparte” resulta de interés totalmente común.
Entonces, con qué específico interés se
publica un “estado” o un “tweet”, cuál es la finalidad específica de
“compartir” en las redes sociales, ¿Somos todos conscientes de lo que significa
proponer un PENSAMIENTO en una red social?
Quizás y en alguna parte, todo lo que
implica publicar lo que se está pensando, no se tenga claro al momento de
hacerlo, con lo que reiterar ese proceso decenas de veces durante el mismo día,
podría estar haciendo algo más que reducir a grandes escalas los diferentes
filtros del pensamiento humano. Se estaría condenando al simple hecho de querer
publicar algo sin tomar en cuenta la necesidad de pensar, antes de escribir lo
que voy a escribir.
Poco a poco el acto de elaborar un
pensamiento, pierde el proceso de razonar sobre qué está pasando en mí, recordar
si hace algún tiempo me ocurrió lo mismo o si estoy viviendo algo nuevo que
debo conocer o reconocer, estar atento a si en realidad lo que está ocurriendo
solo es algo del momento o si es algo plenamente trascendental en mi vida o en
la vida de los demás, percibir que podría ocasionar la naturaleza de mi
pensamiento.
El acostumbrarse a publicar y leer
estados de ánimo cambiantes de un minuto a otro, amenazas de suicidios o de
muerte, la espontáneas frases de “soy bipolar”, “soy sonámbulo”, “soy
esquizofrénico”, “sufro de asperger”, “voy a matarlos a todos”, “quiero morir”,
“estoy gorda”, “nadie me quiere”, frases de uso frecuente en generaciones muy
jóvenes, deforman y frustran el un buen ejercicio del acto de pensar.
Es aquí donde una confusión grande y arrolladora
surge, un tipo de desorden que pierde la perspectiva de elaborar un buen acto
de pensamiento. Se crea una rutina de exposición de emociones confundiendo lo que
en realidad podríamos pensar de esas emociones. Con un poco de paciencia,
podríamos prestarle más atención a nuestras emociones, razonar sobre ellas, su
origen, su repercusión y publicar un comentario que evidencie nuestro
PENSAMIENTO.
De no ocurrir ello, nos podríamos
enfrentar a una sociedad de reacciones emocionales, sin procesos lógicos de
razonamiento y sentido común. Una sociedad que rehúya a tratar de entender qué
está pasando, dónde está pasando y con quiénes está pasando lo que está
pasando.
Debemos provocar en nosotros un espacio
donde podamos procesar razonadamente las cosas, con la posibilidad de
entendernos a nosotros mismos y también a otros seres humanos, haciendo uso de
nuestra formidable naturaleza y la posibilidad de consolidarnos como seres
pensantes.
Es importante darnos cuenta, ahora, que
cada vez que utilicemos una red social para publicar un “¿Qué estoy pensando?”,
tomemos la oportunidad como la perfecta manera de utilizar con toda categoría
nuestro pensamiento, hacer gala de nuestra razón, memoria, atención y percepción,
ya que si es un notable pensamiento de aceptación común, nuestras ideas serán
compartidas por miles de seguidores. ¿Qué estás pensando?
(*) Consultor
adjunto de la Universidad Nacional Federico Villarreal, investigador, asociado a
Aptitud & Excelencia y con título en Gestor del Talento Humano.
El
pensamiento humano y el uso de las tecnologías es analizado con
agudeza
por el investigador Moisés Campos Medina.
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