Estimados compañeros,
Hace 40 años la democracia latinoamericana se vio
resquebrajada por el censurable golpe de estado contra el presidente chileno Salvador
Allende Gossens (1908 – 1973), quien representaba a un conglomerado de fuerzas
de izquierda agrupadas en la Unidad Popular y que, además, fue legítimamente elegido por sufragio directo,
universal y secreto.
Allende es recordado por haber sido un destacado
político desde sus tiempos en la Universidad de Chile. Fue sucesivamente
diputado, ministro de estado, senador y presidente de la Cámara Alta de 1966 y
1969. También, candidato a la presidencia de la república en cuatro
oportunidades. En 1970 -en una reñida elección a tres bandas- obtuvo la primera
mayoría relativa de un 36,6 por ciento, siendo ratificado por el Congreso de la
República con el aval del Partido Demócrata Cristiano. De ese modo, se
convirtió en el primer presidente marxista que accedió al poder a través de
elecciones generales en un estado de derecho.
Su gobierno enfatizó el intento de establecer un
camino no violento hacia un estado socialista usando medios legales –la vía
chilena al socialismo–, como por proyectos como la nacionalización del cobre,
la estatización de las áreas claves de la economía y la aceleración de la
reforma agraria. Inició cambios económicos y sociales aplaudidos por los sectores
menos favorecidos de la sociedad chilena y que, por cierto, motivaron la
disconformidad de los ámbitos más conservadores.
Más allá del enjuiciamiento político de su gobierno
–en el que enfrentó a los sectores reaccionarios de la derecha chilena aliada a
la permanente intromisión conspirativa de la administración norteamericana del
presidente Richard Nixon- Salvador Allende constituye un referente de consecuencia,
coherencia y dignidad con los compromisos asumidos con su pueblo en defensa de
la institucionalidad democrática.
No aceptó renunciar al cargo de jefe de estado. Pagó
con su vida, el 11 de setiembre de 1973, salvaguardar la majestad del estado de
derecho. Su voz firme, escuchada por sus compatriotas en su último mensaje a
través de radio Caracol, evidencia la grandeza de un demócrata cuyas
credenciales de honestidad, lealtad y decencia ocupan un honroso lugar en la
historia continental. Su testimonio de vida constituye un ejemplo para hombres
y mujeres que, a través de la actividad política, se han entregado a la causa
del pueblo y de la justicia social.
Sus conmovedoras palabras finales muestran su
enaltecedora dimensión moral: “¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito
histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la
certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y
miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza,
podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen
ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Honor y
gloria a Salvador Allende.
Arturo Loli Caballero
Secretario General
Comité
Ejecutivo Distrital de San Borja
Partido Aprista Peruano
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