Ernesto
Joaniquina Hidalgo (*)
¿Se podrá cerrar el caso judicial a un trauma social
de 17 años de dictadura con unas cuantas cabezas de turco? Por todas esas
miradas perdidas en esos sombríos camerinos del Estadio Nacional de Chile
convertidos en mazmorras de exterminio humano, no se puede dar vuelta la página
de la historia simulando que allá no paso nada, por esas silentes miradas de
compañeros obreros, universitarios y académicos que exhalaron su último aliento
en manos de la barbarie fascista de tradición prusiana, que puso en vilo a
Chile en casi dos décadas de libertades conculcadas, por esos presos torturados
que nunca más volvieron a ver la luz del día, se tiene que hacer justicia, sólo
así se podrá cerrar aquella herida que aún está abierta en la memoria colectiva
chilena.
Será posible que
se pueda hablar de democracia y libertades sin tomarla en cuenta a la anhelada
justicia que reclama el pueblo y los familiares por sus seres torturados y
asesinados?, se podrá hablar de justicia cuando se da por cerrado el proceso
histórico y simbólico por el asesinato del cantautor Víctor Jara y hallar como
única cabeza de turco al teniente coronel en retiro Mario Manríquez Bravo ex
jefe y responsable por entonces del Estadio Nacional de Chile?, donde están los
demás altos oficiales del Ejército vinculados al crimen?, será posible que esa
diosa Themis recupere la balanza y haga justicia al trauma de 17 años de
dictadura militar?, autores materiales e intelectuales que segaron la vida de
más de 3.000 ciudadanos asesinados, de 28.000 torturados y una diáspora de
chilenos que sobrepasaron los 200.000?
Víctor
Jara intuyendo su desenlace fatal nos legó ese testimonio de denuncia en su
última poesía escrita en prisión antes de que fueran cercenadas esas manos
creadoras por esos abominables bárbaros de uniforme que después de torturarlo
perforaron su cuerpo a bocajarro ese 16 de setiembre del 1973. Tres días
después encontraron su cuerpo entre matorrales cerca al cementerio metropolitano,
pensando los ilusos que sólo así todo acabaría. Aquella poesía que pasó
mimetizada de mano en mano entre los compañeros de infortunio, pudo al fin
salir para que el mundo conociera la verdadera cara del fascismo:
”
(…) Un muerto, un golpeado como jamás creí se podría golpear a un ser humano. Los
otros cuatro quisieron quitarse todos los temores, uno saltó al vacío, otro
golpeándose la cabeza contra el muro, pero todos con la mirada fija de la
muerte. (…)
Ese
es el verdadero rostro del fascismo que reaparece en cualquier tiempo y
dimensión geográfica, ese aspecto demente que advirtiera Víctor Jara rasgaba
las fibras más íntimas del pueblo boliviano años después cuando el líder
socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz y el padre Luis Espinal Camps corrían la
misma suerte en manos de sus torturadores antes de ser victimados. Llama a la
reflexión que hasta ahora no se puede desclasificar los archivos de la
dictadura de entonces para dar con el cadáver de Quiroga Santa Cruz, una tarea
pendiente del estado plurinacional.
Así
como en Santiago utilizaban el estadio deportivo como campo de concentración
para asesinar hombres nobles, en las calles de La Paz utilizaban las
ambulancias de socorro para transportar presos con dirección desconocida. En
Chile tienen ahora a un único culpable entre rejas, el teniente coronel en
retiro Mario Manríquez Bravo y en el caso boliviano se cubre todo ese pasaje
oprobioso del fascismo boliviano con dos reos rematados, pues Luis García Meza
y Luis Arce Gómez son sólo la punta de aquel témpano infamante porque muchos
culpables de aquel espanto siguen libres.
Para cerrar las heridas del pueblo no sólo es
suficiente cambiar el nombre del Estadio de Chile por el de Víctor Jara, sino
que ese clamor de justicia debe de ser interpretado en su justa dimensión por
un pueblo que a través de la justicia llegue a los autores materiales e
intelectuales para recuperar el crédito del derecho de vivir en paz y para que
esa herida de aquella barbarie descomunal aún abierta, recién empiece a
cicatrizar.
En
este carrusel de la vida habrá que seguir alerto, pues pese al advenimiento de
los cambios democráticos en el continente, el fascismo sigue soberbio mostrando
sus fauces y malas intensiones, agitando con todo desparpajo sus esvásticas y
sus garrotes en plena democracia.
“(…)¡Canto
que mal me sales cuando tengo que cantar espanto! Espanto como el que vivo como
el que muero, espanto (…) Víctor Jara, setiembre 1973.
Chile
se manifiesta formalmente y le pide al presidente Sebastián Piñera que el autor
material y confeso, Pedro Pablo Barrientos sea extraditado a Chile para ser
también juzgado por los delitos de lesa humanidad cometidos contra Víctor Jara,
torturado y brutalmente asesinado por Barrientos en los camarines del Estadio
Nacional de Chile, personaje que, actualmente, se encuentra paseándose
libremente por las calles de Florida en Estados Unidos, país que cobija a todos
los chacales que humillaron el continente.
Víctor
Jara pese a su ausencia física sigue vivo en cada ruiseñor que le gorjea a la
vida, en cada corazón rebelde que siente las injusticias y le canta las
verdades no sólo como denuncia y protesta sino también como propuesta para
alcanzar el bien común.
(*) Colaborador
de diversos medios de comunicación, licenciado en Comunicación Social en la
Universidad Católica Bolivia Cochabamba. Trabajador social activo.
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