Enrique Valderrama Peña (*)
El asunto de fondo radica en reconocer que en los últimos tiempos se ha experimentado un retroceso dramático en cuánto a los principios fundamentales que inspiraron el movimiento continental de la reforma universitaria. El movimiento reformista universitario de la primera mitad del siglo XX dio nacimiento a un cambio radical de paradigmas, no sólo con respecto al gobierno de la universidad ó la libertad de cátedra, sino en lo referente a buscar una originalidad latinoamericana apartada de los modelos europeos. Parte de este proceso fue el que formó líderes que luego serían los abanderados de los movimientos progresistas en el continente: Gabriel del Mazo en Argentina, Óscar Schnake en Chile, Juan José Arévalo en Guatemala, Rómulo Gallegos en Venezuela, Haya de la Torre en el Perú.
Chile tuvo uno de los sistemas de educación pública más avanzados del continente, hasta que la negra noche pinochetista impuso, en el caso de la universidad, la supresión del cogobierno y de la libertad de cátedra y la eliminación de la gratuidad. Los fondos para becas universitarias fueron privatizados y fueron convertidos en préstamos bancarios comunes y corrientes.
La ley universitaria dictatorial de 1983 impera hasta la actualidad. No hay gratuidad educativa en la universidad, los rectorados deciden los contenidos curriculares sin consultar a los estudiantes y evitando los temas políticamente controversiales, los profesores tienen amplio poder discriminatorio y selectivo en forma inapelable. Con gran sacrificio se han formado federaciones y centros universitarios pero que no tienen ningún acceso, por mínimo que sea, al sistema de gobierno universitario.
Por consiguiente, el movimiento universitario chileno que hoy encabeza Camila Vallejo Dowling, presidenta de la FECH (Federación de Estudiantes de Chile), tiene como propósito primordial restituir las viejas libertades universitarias que hicieron de la universidad nacional chilena una de las más libres y creativas y de mayor nivel de nuestro continente. Libertad de cátedra, cogobierno estudiantil, gratuidad de la enseñanza y rechazo a la privatización.
En nuestro país subsisten las libertades que los estudiantes chilenos reclaman. Pero, al igual que los jóvenes que encabeza Camila, no tenemos libertades efectivas por la manipulación que existe en la cúpula del sistema universitario nacional. En las universidades nacionales impera un seudo cogobierno en manos de grupos de poder. Y la calidad de la enseñanza va de mal en peor de año en año.
Debemos, a partir de lo que está ocurriendo en el país del sur, meditar acerca del accionar de quienes están llevando la política universitaria en el país, convirtiéndola simplemente en maquinarias que garanticen el entronamiento de determinada autoridad en los puestos de vanguardia de las casas de estudios, amparando la corrupción y la ineficiencia. La política universitaria en el país ha devenido en escaramuzas entre mafias sin mayor discurso político.
Luis Alberto Sánchez, ilustre intelectual y profundo pensador de la universidad, sostenía que los sectores que controlan la política universitaria son siempre una minoría bastante reducida, pero bien organizada. Esto no ha cambiado mucho desde los años de LAS y el gran reto ahora es romper con la indiferencia de los estudiantes y hacerlos caer en la cuenta que es importante su activa participación si queremos relanzar una de las instituciones más importantes en la vida de un país.
Es además, hora de pensar desde los claustros universitarios al país, al continente y sus posibilidades de unidad y desarrollo, de modo realista y comprometido. Las condiciones en las que se encuentra nuestra universidad, con especial incidencia en la pública, dan para alentar una nueva reforma universitaria. Los principios fundamentales están intactos, hay que remozar esta plataforma con un programa acorde a la modernidad y empezar la batalla mediática por la toma de consciencia general del estudiantado y su movilización en favor de medidas de urgencia.
Desde esta tribuna saludamos al estamento estudiantil chileno y nos solidarizamos con la lucha que nos hermana en los ideales sublimes de la autonomía y el acceso a la educación. Ideales que son el basamento para la lucha por una sociedad más justa y digna, que deje de depender de los caudillismos mesiánicos y empiece a escribir, consistentemente, su historia con la tinta de la verdad sobre el papel de instituciones democráticas sólidas y con proyección a futuro.
(*) Estudiante de Historia de la Pontificia Universidad Católica del Perú y secretario general del Comando Universitario Aprista de la PUCP.
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