Por:
Wilfredo Pérez Ruiz (*)
Hace
algunas semanas se han cumplido siete años del alejamiento Augusto Dammert León
(Lima, 1918). Un ciudadano a quien podemos definir, sin temores ni
exageraciones, como un permanente comprometido con nuestra patria. Nuestro
primer encuentro se produjo el 29 de enero de 1986, durante un almuerzo
ofrecido por nuestro amigo, Felipe Benavides Barreda en el Parque de Las
Leyendas. Allí nació una relación amical solo interrumpida por su muerte.
Augusto, como buen discípulo
del maestro Raúl Porras Barrenechea, se consagró a sus normas morales y estuvo
con los ancianos, los presos y trabajando con la juventud. Diplomático de
carrera, laboró en distintas misiones en el extranjero con Oscar R. Benavides
(Argentina) y Raúl Porras (España), entre otras y fue embajador en Jamaica y
Nicaragua. Se desempeñó en dos períodos como alcalde de San Isidro. Por
disposición suya no llevan su nombre las obras inauguradas durante su gestión
edil. Ese era uno de los gestos tan singulares en la vida de uno de los
fundadores del Partido Popular Cristiano.
Quienes compartimos innumerables vivencias a
su lado, podemos acreditar de su discreción y, fundamentalmente, de su entereza
cuando había que asumir posiciones de principio. Su vocación de servicio fue un
apostolado sin límite. En tal sentido, mereció el reconocimiento de los
pobladores de la Reserva Nacional de Pampa Galeras (Lucanas, Ayacucho) cuyas demandas
motivaron su entrega altruista.
Viajamos juntos en 1987, hasta la comunidad de Lucanas
llevando el mensaje de la Comisión Multisectorial de la Vicuña para darle a las
agrupaciones rurales la buena nueva: el Perú había logrado la autorización
internacional para empezar la confección de telas de vicuña provenientes de la
esquila de animal vivo. Augusto representaba (en su condición de integrante de
la comisión consultiva del ministro de la Presidencia) a nuestro amigo, el
ministro Nicanor Mujica Álvarez Calderón, quien se unió a nuestro empeño para
hacer del aprovechamiento de este recurso una realidad que contribuya a mejorar
sus niveles de vida.
La lealtad fue uno de sus rasgos más enaltecedores. Fui
testigo constante del ejercicio cotidiano de este valor. Por esas
consideraciones, en el artículo intitulado “Mis recuerdos de Felipe Benavides”
(Lima, 2005) señalé: “Contrariamente a lo que se pudiera pensar, fueron sinfín
las soledades que afrontó (Felipe Benavides) cuando era calumniado por quienes promovían
sórdidas acciones en su contra. En esas adversas circunstancias, las personas
de su cercano entorno institucional actuaron en forma poco solidaria e
indiferente. Lamentable era comprobar la ausencia de adhesiones en aquellos
momentos de prueba. Aunque siempre existen singularidades, como la inmensa y
excepcional lealtad de su amigo Augusto Dammert León, caballero distinguido,
peruano entregado al servicio del bien común y, fundamentalmente, hombre
decente y honorable, que estuvo con Felipe en la conducción del Parque de Las
Leyendas y en otras inquietudes ciudadanas”.
De profundas convicciones religiosas, trabajó ad honorem
como secretario de Consejo Católica para la Cultura de la Conferencia Episcopal
Peruana. Activo y entusiasta miembro de las dos comisiones preparatorias de las
visitas de Juan Pablo II al Perú (1985 y 1988). En la segunda estadía de Su
Santidad organizó el encuentro con los empresarios e intelectuales realizado en
el Seminario de Santo Toribio. Fueron meses de tenaz trabajo en el que Augusto
convirtió su casa de San Isidro en su “cuartel”, con el apoyo de su esposa, la recordada
ecuatoriana Gracia Marcos Panizo, con quien me deleitaba conversando.
Sincero, servicial, culto, admirador de Antonio Raimondi y
del Inca Garcilaso de la Vega, será siempre un referente moral para los hombres
y mujeres de buena voluntad. Hasta semanas antes de su muerte, jamás escuché de
él, un comentario que evidenciara odio, rencor y resentimiento. Supo poner “la
otra mejilla” y enfrentar, en todo momento, la vida con firmeza.
Me enseñó a querer al Perú, a comprenderlo y, durante
todos estos años de fecunda amistad, demostró que, a pesar de las adversidades
y obstáculos, no se debe renunciar a nuestros sueños y aspiraciones colectivas.
Mi cálido y emocionado homenaje para ti, Augusto.
(*)
Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del
Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas –
Felipe Benavides Barreda.
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