3 dic 2012

Gracias por salvarme la vida


Carlos Penalillo Pimentel (*)


Hace unos días se apersonan a donar voluntariamente sangre dos jóvenes y ante este inusual hecho, les pregunté que los motivaba a hacerlo “a nuestra profesora le salvaron la vida y en agradecimiento venimos a donar”.


A diario el Banco de Sangre del Hospital Edgardo Rebagliati atiende alrededor de 250 solicitudes de hemocomponentes. Es decir, sangre, plaquetas, plasma fresco y crioprecipitados a igual número de pacientes ya sea por alguna enfermedad crónica, accidente o cirugía complicada. Pero la pregunta cae de madura, ¿De dónde sale tanta sangre para cubrir tal necesidad?

La respuesta ideal sería de los donantes de sangre como ocurre en muchos países del mundo que alcanzaron ya el 100 por ciento de donación altruista. En el Perú, a duras penas, llegamos a cinco por ciento, siendo el resto obligación para cirugías o enfermedades  crónicas oncológicas o hematológicas en su mayoría.

El término exacto de ese 95 por ciento de donantes es de “reposición”, pero esto no ocurre en la totalidad de casos. Solo un pequeño número de pacientes devuelven los hemocomponentes consumidos que fueron los responsables de salvarles la vida.

Esto me hace recordar lo que le sucedió a Jesús cuando se le acercaron diez leprosos para que los sanara. El accedió, todos fueron sanados y solo uno fue agradecido para con Dios. Podemos decir 2012 años después que en el Hospital Edgardo Rebagliati no solo diez sino decenas de pacientes son sanados. No obstante, uno solo se acerca a agradecer y devolver la sangre usada.

¿Porqué nuestra sociedad es tan desagradecida? Creemos tener derecho a todo sin dar nada a cambio ¿Porqué nos cuesta tanto pensar en el prójimo o ponernos en situaciones que algún día nos sucederá a cada uno de nosotros, o acaso somos inmunes a los accidentes o enfermedades crónicas?

El camino que nos queda, ante esta realidad, además de insistir en la donación voluntaria, es el de ser cada vez más exigente en la reposición de lo usado y crear la conciencia del bien recibido. Una especie de “cadena de favores” como esa maravillosa película donde cada favor recibido tenía que retribuirse en tres personas. Es momento de actuar y no seguir pensando, detrás de un escritorio, el por qué no superamos ese escaso cinco por ciento de donantes voluntarios.

  (*) Licenciado Tecnólogo Médico en Laboratorio Clínico y Anatomía Patológica, militante del    Comité Distrital de San Borja y ex dirigente estudiantil de la JAP

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