Nelson
Manrique Gálvez (*)
Las agresiones de los jóvenes ppkausas
contra los votantes de Humala en la pasada elección presidencial fueron un
baldazo de agua fría para quienes creían sinceramente que el racismo estaba en
camino de superarse en el país. La carga de violencia simbólica allí expuesta
era tal que invitaba a sentir que el viejo Perú oligárquico seguía allí, lozano
y agazapado, esperando simplemente la ocasión para mostrarse. Se trató de un
racismo básicamente reactivo, una reacción de los ppkausas ante la derrota de
su líder.
Pero
existe también en las redes sociales un racismo activo que se expresa al margen
de la existencia de problemas coyunturales que exacerben las tensiones sociales,
como una elección presidencial. Es el caso de las agresiones contra los amixer
en Facebook.
Amixer es una categoría social que
fácilmente se confunde con “cholos en red” y es una forma de etiquetar a un
grupo social al que se agrede usando las redes sociales. Jóvenes de clase media
suelen hurgar en las redes –especialmente en Hi5– buscando fotos de gente que
consideran amixer, para subirlas a su web y convertirlas en objeto de escarnio.
Las agresiones y burlas de carácter brutalmente racista abundan en varias de
estas páginas.
La discriminación se mueve a través de
la construcción de gruesos estereotipos, que sustituyen los rasgos singulares
de las personas por un discurso generalizador, que los descalifica y
deshumaniza: “Este Grupo –afirma una página–
Está en Contra de esa Gente Pirañitas, Barristas, Pueblo Jóvenes, Que Se
Creen Lo Máximo” (http://on.fb.me/nGk6rS). “Pirañitas”, “barristas” y
habitantes de los pueblos jóvenes terminan así equiparados. Los pobladores de
los barrios populares de Lima terminan descalificados como violentistas y
delincuentes.
Más allá de comprobar que en materia de
racismo hay aún mucho que hacer, quiero proponer una reflexión tomando otro
ángulo de la cuestión: los cambios que Internet viene produciendo en las relaciones
entre el lenguaje oral y el escrito en el entorno virtual.
Los ataques racistas en las redes
sociales suelen ser perpetrados por gente muy joven; básicamente adolescentes.
Por supuesto, se puede explicar esto señalando que ellos tienen menos interiorizados
los mandatos sociales que luego –cuando tengan más edad y experiencia– les
enseñarán a ceñirse a lo “políticamente correcto” a la hora de expresarse
reservando sus verdaderas opiniones para compartirlas solo con su gente más
cercana, sus amigos, por ejemplo. De esa manera el racismo podrá ser negado
oficialmente, manteniéndose fuera de la mirada pública, discretamente escondido
en la esfera de lo privado. Pero algo está cambiando en los usos del lenguaje.
Para los “inmigrantes digitales” –aquellos
del horizonte anterior al despliegue de las computadoras y las redes–, existe
una neta distinción entre lo que se dice oralmente y lo que se escribe. Un
dicho lo expresa muy claramente: “Las palabras se las lleva el viento, lo
escrito queda”. En otras palabras, al escribir se incorporan mecanismos de
autorrepresión que se relajan notablemente cuando la comunicación es oral.
Pero es otra la socialización de los
“nativos digitales”; aquellos que crecen con las herramientas informáticas
formando parte de su entorno “natural”. La interactividad en red tiende a
borrar la distinción, que para un inmigrante digital es neta, entre lo hablado
y lo escrito. El chat, por ejemplo, es comunicación escrita, realizada
utilizando un teclado como interfaz para comunicarse. Pero al mismo tiempo
tiene la inmediatez –posibilitada por la interactividad– de la conversación
oral. En semejante entorno tiende a difuminarse la clara –para sus mayores–
barrera oral / escrito y se termina poniendo por escrito cosas que antes solo
se decían oralmente, como los ataques racistas; luego las redes se encargan de
que opiniones antes reservadas a un entorno de los amigos inmediatos estén
potencialmente disponibles para millones de lectores, con consecuencias
sociales no esperadas.
El racismo existe en la sociedad real,
no lo crearon los ppkausas y antiamixer.
Se recrea en la sociedad virtual, pero lo hace con rasgos específicos
que es importante entender
(*) Historiador, sociólogo y prestigioso
periodista reconocido por sus ensayos sobre la realidad nacional. Catedrático
de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
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