Carlos Penalillo Pimentel (*)
La actitud, trato y empatía hacia
nuestro interlocutor, cliente o paciente, es importante dentro de nuestro
desempeño profesional en general. A todos nos ha sucedido el soportar malos
tratos, esperas indebidas e incumplimiento de horarios o programaciones. Es un
mal consuetudinario que, estoy seguro, puede corregirse con la participación de
cada uno de nosotros.
En los
inicios del siglo pasado, Mahatma Ghandi dijo que gran parte de los problemas
del mundo se solucionarían si nos ubicásemos en los zapatos del otro. En buen
cristiano, amar al prójimo como a ti mismo y no hagas a otro lo que no quieras
que te hagan. Razones simples del buen vivir que impulsarían cambios personales
destinados a elevarnos a otra dimensión espiritual.
La empatía es un aspecto que ha sido
tomado dentro del contexto actual de cualidades personales para ser calificados
como buenos o malos profesionales. Nuestro desempeño, no solo será medido por
los conocimientos adquiridos, sino también por la experticia y formas de
trabajar, a los que se sumará el tema en cuestión que es el de cómo tratamos y
nos desenvolvemos frente a ellos. Es decir, el saber saber, el saber hacer y el
saber ser (los tres saberes).
Definitivamente, si analizamos esta
exigencia que está plasmada en la Ley del Sistema Nacional de Evaluación,
Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa (Sineace), podría
verse como utópico. Pero, se vienen
cumpliendo en países avanzados en educación como Chile, México, Canadá y Colombia.
Atrás deberán quedar los currículos
cargados solo de cursos, congresos, diplomados, maestrías y doctorados. En
adelante, los colegios profesionales certificaran las competencias
profesionales de sus agremiados haciendo evaluaciones cognitivas,
procedimentales y actitudinales.
El espíritu de la ley va,
primordialmente, para satisfacer de manera correcta las necesidades de la
población. Debemos crear conciencia en la gente de que estos grandes cambios
deben ocurrir y se harán si desarrollamos una cultura de defensa de nuestros
derechos que en nuestro país poco o nada se aplican. Usemos los canales
diseñados para tal fin como el libro de reclamaciones, defensoría del
asegurado, defensoría del consumidor o simplemente acudir a la gerencia o
administrador de la dependencia o empresa donde recibimos un mal trato o abuso
en general. Reitero, es trabajo de todos.
(*) Licenciado Tecnólogo Médico en Laboratorio Clínico
y Anatomía Patológica con 25 años de servicio en el Hospital Edgardo Rebagliati
y post grado en Salud Pública y Gestión, Procesos y Calidad Analítica. Ha sido
dirigente estudiantil de la JAP de San Borja.
Puedo dar testimonio de que, felizmente, la formación de las nuevas generaciones es conciente de la importancia del bienestar de los demás. Por ejemplo, en la universidad cada vez tenemos más cursos de responsabilidad social, comunicación para el desarrollo o inclusión socia, viéndo estas herramientas no como un camino rápido para adquirir una licencia social o evitar ciertos pagos al estado, sino que, en el mundo, ya es un hábito empresarial. Ahora sí podríamos decir que en las empresas trabajan personas que son tratadas como tal y no como autómatas. Lamentablemente eso, en nuestro país, está en pañalaes, pero, como dices tú, papi, si empezamos todos a defender nuestros derechos, tanto del consumidor como del trabajador, y le sumamos la importancia de las nuevas herramientas ya mencionadas, la historia será otra.
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