1 may 2012

Reflexiones por el “Día de la Tierra”


* Ricardo Luis Mascheroni (*)

El 22 de abril, como en los últimos 42 años, se ha conmemorado el “Día Mundial de la Tierra” En esta oportunidad, el día debería adquirir una significación especial, en virtud de que se cumplen dos décadas de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (Eco Río’ 92), que llevó a creer que estábamos frente al alumbramiento de un nuevo esquema mundial más respetuoso del ambiente y menos injusto en lo social.



Las esperanzas y utopías puestas en una relación más armónica, racional y menos agresiva con el entorno, no sólo que no se han materializado, sino que en muchos aspectos se ha profundizado la degradación, haciendo de la Tierra un lugar de cada vez más difícil supervivencia, sobre todo para los pueblos de los países empobrecidos de la misma.

Por aquellos días, el concepto de “desarrollo sustentable” pergeñado por los que tenían y tienen poder de vida y muerte sobre el planeta, se nos aparecía como la varita mágica que todo lo solucionaría, casi como “una tierra prometida” en la que los mezquinos intereses económicos, la desigualdad y la destrucción, dejaban paso a la solidaridad y la preservación ambiental.

Río 2012 está a la vuelta de la esquina y los problemas ambientales, al igual que la obscena acumulación de la riqueza, se han multiplicado a niveles nunca vistos.

El concepto de desarrollo sustentable, devenido en sus sinónimos de desarrollo sostenible, eco desarrollo, desarrollo verde y tantas otras variantes, nunca se terminó de definir en su integralidad, muchos menos se avanzó en su efectiva materialización y puesta en práctica. Si así se hubiera hecho, la realidad social y ambiental sería totalmente distinta.

Eso sí, entretuvo bastante y sobre todo contribuyó a engalanar todos los discursos y declamaciones de una variopinta de funcionarios ambientales y de los otros, transformándose en un chicle que se estira y acomoda a cualquier circunstancia. Veinte años después y ante el fracaso casual o deliberado de las políticas de preservación del planeta, los responsables de la debacle, saben que es necesario actualizar conceptos y sobre todo imponer nuevas consignas, que en una suerte de batalla cultural colonizante, reavive las esperanzas y utopías de millones que creen sincera e inocentemente que los organismos internacionales, que han sido los mantenedores del status quo de la apropiación de recursos, pueden variar las tendencias en ese sentido.

Pensar que la Organización de las Naciones Unidas, organismo desprestigiado si los hay, que ha demostrado su ineficacia e inoperancia absoluta en solucionar por la vía pacífica, los tantos conflictos bélicos que en el mundo se han desatado en los últimos 50 años, puede resolver satisfactoriamente los problemas sociales y ambientales, es pecar en un exceso de inocencia peligrosa.

Los números siguientes de las políticas globales, se constituyen en una clara radiografía del fracaso rotundo, cuando no de un genocidio encubierto, que azota a la población mundial y que muestran que: 1.020 millones de personas tienen desnutrición crónica; 1.000 millones de personas no tienen acceso al agua potable; 1.000 millones de personas son considerados “sin techo”; 1.600 millones de personas no tienen electricidad; 2.500 millones de personas no tienen servicios cloacales; 800 millones de personas son analfabetos; 18 millones de personas mueren por año, por causa de la pobreza, la mayoría son niños menores de cinco años.

En Río 2012, a celebrarse en el mes de junio en Brasil, las nuevas creaciones ideológicas, preparadas por el poder global y que ya muchos internalizan y repiten son: “economía verde” y “gobernanza mundial”. Términos casi esotéricos para los neófitos y los no tanto, que nadie deliberadamente precisa y que son de dudosa interpretación para la mayoría de la gente, aunque los oiremos asiduamente de ahora en más, en boca de expertos y en los informes de cronistas y comunicadores sociales.

A través de la economía verde se podrá medir, pesar y poner precio a los bienes comunes, a partir de lo cual cotizarán en bolsa y serán vigilados por el omnipresente mercado. Quién más tiene, más puede y en consecuencia los detentadores del poder económico serán los que se apropiarán de la mayoría de esos bienes sin cuestionamiento alguno, pagando monedas a los países poseedores de los mismos, cuyos pueblos verán comprometido su calidad de vida, mientras otros la mejoran a sus expensas.

Por su parte la “gobernanza mundial” consistiría en la creación de una suerte de organismo supranacional dentro o no, de la esfera de las Naciones Unidas, que monitoree o controle el uso de esos bienes comunes. Una especie de zorro libre en el gallinero libre. Tenga presente lo expresado y verá como estos términos empezarán a repiquetear en sus oídos, cual canto de sirena que nos anuncia que algo está cambiando en beneficio de la Pacha Mama.

Sepa además, que el poder global no hace concesiones, mucho menos está dispuesto a renunciar a sus privilegios y prebendas, tampoco al modelo de desarrollo agresivo que tantas satisfacciones le ha reportado, aunque condenara a gran parte del mundo a la indigencia más cruel y vergonzante.

(*) Escritor, autor de diversas publicaciones científicas, investigador y docente universitario de Santa Fe (Argentina). Integrantes de movimientos ambientales y asesor.



El Día de la Tierra es una importante celebración mundial destinada a reflexionar sobre la dramática situación de nuestro Planeta.




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