* Luciano Cueva Malásquez (*)
El Perú de los años 20 era gobernado -durante once años- por Augusto B. Leguía. Eran tiempos de dictadura, de marcadas clases sociales, de un país que miraba más al pacífico que al interior de su propia geografía. Pero, también eran tiempos de la presencia de un joven impetuoso, carismático y lleno de luz propia que hacía frente a aquella autocracia: Víctor Raúl Haya de la Torre.
Entendemos y reconocemos la fuerza con la que luchó Víctor Raúl. Sin tregua, sin descanso e incluso exponiendo su propia vida contra todo autoritarismo, sin importar su procedencia, y su color político.
Hago un paréntesis para hacer mención de una regla económica, es un principio de medición o de balance, la relación “costo - beneficio”. Otros, más románticos, dicen: “No hay victoria sin sacrificio”.
Es claro que ambas frases guardan o encierran una relación entre sí, pero también es claro que ambas frases guardan una relación con lo que le sucedió a Haya de la Torre. Pues, queriéndolo o no el compañero jefe entró en la historia de la política peruana, entendiendo esto como una victoria alcanzada a que su pensamiento siga vigente, a que su doctrina e ideología se mantenga firme, a que la mística del Partido Aprista Peruano se encuentra viva en sus militantes.
Es decir, hubo un costo, existió un sacrificio ya que tanto para Víctor Raúl como para los apristas hubo persecución, destierro, cárcel y mucha sangre aprista derramada.
Leguía, como todo dictador, quería el camino libre, sin obstáculos de ningún tipo para gobernar de la manera que mejor favorecía sus intereses. No contaba con la presencia y liderazgo de Haya de la Torre, que siendo joven y vigoroso, que fue sentenciado a una pena que pertenece a la Grecia clásica.
“El ostracismo”, el destierro, el decirle adiós a la patria, más el destino, le fue mezquino al dictador, éste le hizo un bien al joven intelectual trujillano quien comprendía, como todo aprista, que el aprismo conlleva dentro toda una personalidad que debe crecer al nivel del globo y tener la categoría de un movimiento continental.
El pensamiento filosófico –político que compone al aprismo debe de expandirse, difundirse y enseñarse como parte del complejo proceso de comprensión de la realidad y, en consecuencia, de de lectura en los cursos de historia, economía, aspecto social y político que encausa al mundo.
Haya sabía que el pensamiento debía de difundirse, es por ello que primero en Panamá, después Cuba y posteriormente en México.
Siendo, de esta manera, un 7 de mayo de 1924 que Haya de la Torre en la ciudad de México -en un acto simbólico- hace entrega de la bandera indoamericana (un mapa dorado de América Latina con un fondo rojo).
Es así que deja en claro el inicio de una campaña, de un movimiento intercontinental con un solo y único propósito: el de lograr la confraternidad, el de lograr la integración del continente americano. Las realidades de los países latinoamericanos se asemeja en gran manera pues en casi todo el continente hubo tanto domino español como dominio portugués.
Víctor Raúl entrega algo más que una bandera, entrega una concepción nueva de Latinoamérica, el saber que la compleja y amplia realidad continental no se encuentra dividida y que, por el contrario, pertenece a un solo gran escenario es razón más que suficiente para procurar la anhelada integración y unión de los pueblos.
El 7 de mayo de 1924 marcó un hito trascendente en la historia política del Perú. Esa fecha estigmatiza el sentimiento aprista, venciendo la barrera del tiempo, llegando a nosotros con la clara responsabilidad de abrazar este día tan especial así como también con la noble obligación de transmitirlo a las nuevas generaciones de hombres y mujeres.
La bandera indoamericana simboliza la idea de una sola raza, una sola identidad y una sola sangre. La indoamericana es la identidad que reconocemos, que nos hace y forja en este nuevo espacio-tiempo que debemos entender, comprender y, por qué no decirlo, enfrentar. Pero, el enfrentamiento de este nuevo episodio de la historia no va a ser con violencia, ni odios, ni armas, sino con ideas, inteligencia y valor.
Aprendamos de la historia, incas, aztecas, mayas, chibas y araucanos. Todos se enfrentaron a un enemigo común: la España colonial y ambiciosa arrojó y enfrentó a las diversas culturas y pueblos de nuestra indoamérica.
Un episodio dramático pero de utilidad para abrir los ojos y conocer plenamente nuestra procedencia étnica, nuestra calidad como seres humanos y tener la seguridad que nuestro motivos son tremendamente sagrados para apelar por una unidad sólida y constante, por una unidad auténticamente indoamericana.
(*) Estudiante universitario, activista cristiano y secretario de Capacitación y Cultura del Comité Ejecutivo Distrital de San Borja del Partido Aprista Peruano.
* Luciano Cueva Malásquez (*)
El Perú de los años 20 era gobernado -durante once años- por Augusto B. Leguía. Eran tiempos de dictadura, de marcadas clases sociales, de un país que miraba más al pacífico que al interior de su propia geografía. Pero, también eran tiempos de la presencia de un joven impetuoso, carismático y lleno de luz propia que hacía frente a aquella autocracia: Víctor Raúl Haya de la Torre.
Entendemos y reconocemos la fuerza con la que luchó Víctor Raúl. Sin tregua, sin descanso e incluso exponiendo su propia vida contra todo autoritarismo, sin importar su procedencia, y su color político.
Hago un paréntesis para hacer mención de una regla económica, es un principio de medición o de balance, la relación “costo - beneficio”. Otros, más románticos, dicen: “No hay victoria sin sacrificio”.
Es claro que ambas frases guardan o encierran una relación entre sí, pero también es claro que ambas frases guardan una relación con lo que le sucedió a Haya de la Torre. Pues, queriéndolo o no el compañero jefe entró en la historia de la política peruana, entendiendo esto como una victoria alcanzada a que su pensamiento siga vigente, a que su doctrina e ideología se mantenga firme, a que la mística del Partido Aprista Peruano se encuentra viva en sus militantes.
Es decir, hubo un costo, existió un sacrificio ya que tanto para Víctor Raúl como para los apristas hubo persecución, destierro, cárcel y mucha sangre aprista derramada.
Leguía, como todo dictador, quería el camino libre, sin obstáculos de ningún tipo para gobernar de la manera que mejor favorecía sus intereses. No contaba con la presencia y liderazgo de Haya de la Torre, que siendo joven y vigoroso, que fue sentenciado a una pena que pertenece a la Grecia clásica.
“El ostracismo”, el destierro, el decirle adiós a la patria, más el destino, le fue mezquino al dictador, éste le hizo un bien al joven intelectual trujillano quien comprendía, como todo aprista, que el aprismo conlleva dentro toda una personalidad que debe crecer al nivel del globo y tener la categoría de un movimiento continental.
El pensamiento filosófico –político que compone al aprismo debe de expandirse, difundirse y enseñarse como parte del complejo proceso de comprensión de la realidad y, en consecuencia, de de lectura en los cursos de historia, economía, aspecto social y político que encausa al mundo.
Haya sabía que el pensamiento debía de difundirse, es por ello que primero en Panamá, después Cuba y posteriormente en México.
Siendo, de esta manera, un 7 de mayo de 1924 que Haya de la Torre en la ciudad de México -en un acto simbólico- hace entrega de la bandera indoamericana (un mapa dorado de América Latina con un fondo rojo).
Es así que deja en claro el inicio de una campaña, de un movimiento intercontinental con un solo y único propósito: el de lograr la confraternidad, el de lograr la integración del continente americano. Las realidades de los países latinoamericanos se asemeja en gran manera pues en casi todo el continente hubo tanto domino español como dominio portugués.
Víctor Raúl entrega algo más que una bandera, entrega una concepción nueva de Latinoamérica, el saber que la compleja y amplia realidad continental no se encuentra dividida y que, por el contrario, pertenece a un solo gran escenario es razón más que suficiente para procurar la anhelada integración y unión de los pueblos.
El 7 de mayo de 1924 marcó un hito trascendente en la historia política del Perú. Esa fecha estigmatiza el sentimiento aprista, venciendo la barrera del tiempo, llegando a nosotros con la clara responsabilidad de abrazar este día tan especial así como también con la noble obligación de transmitirlo a las nuevas generaciones de hombres y mujeres.
La bandera indoamericana simboliza la idea de una sola raza, una sola identidad y una sola sangre. La indoamericana es la identidad que reconocemos, que nos hace y forja en este nuevo espacio-tiempo que debemos entender, comprender y, por qué no decirlo, enfrentar. Pero, el enfrentamiento de este nuevo episodio de la historia no va a ser con violencia, ni odios, ni armas, sino con ideas, inteligencia y valor.
Aprendamos de la historia, incas, aztecas, mayas, chibas y araucanos. Todos se enfrentaron a un enemigo común: la España colonial y ambiciosa arrojó y enfrentó a las diversas culturas y pueblos de nuestra indoamérica.
Un episodio dramático pero de utilidad para abrir los ojos y conocer plenamente nuestra procedencia étnica, nuestra calidad como seres humanos y tener la seguridad que nuestro motivos son tremendamente sagrados para apelar por una unidad sólida y constante, por una unidad auténticamente indoamericana.
(*) Estudiante universitario, activista cristiano y secretario de Capacitación y Cultura del Comité Ejecutivo Distrital de San Borja del Partido Aprista Peruano.
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