Luis
Negreiros Criado (*)
El significado histórico y político del
Día de la Fraternidad del 2013 se rejuvenece con los nuevos retos internos y
externos de esta segunda década y del proyecto histórico del Partido Aprista
Peruano -en el largo plazo- que a los apristas toca enfrentar. Requiere para
ello de una solución fraterna y cohesionadora.
Ello
empieza acercándonos al espíritu de Haya de la Torre que simbolizó un liderazgo moral.
Cristalizada en magisterio e impulso moral, aliento y conducción, a prueba de
todas las adversidades, por un Perú
culto, justo y libre.
Con las
prácticas de esa democracia interna, que hacía Víctor Raúl lucir con su verbo
rector los fueros de asamblea soberana en cada fraternidad donde se impulsaron preocupaciones
y demandas populares y se expresaba el orgullo de la resistencia contra las dictaduras
y se ratificaba nuestro credo.
Una democracia interna que sancionaba la
línea política y su ejecutoria, que asumían líderes y dirigentes. Democracia
interna y funcional que eran prácticas permanentes. Por ello, la asamblea o
mítines de la fraternidad aprista no era como
solía decir el jefe, de una masa aplaudiente ni
era proclive a la seducción retórica. Una masa para gobernar,
para forjar el progreso y bienestar del pueblo. Esta fraternidad y estos valores democráticos se
encarnaron en la masa aprista con solidaridad,
esfuerzo común y visión compartida. De ella se nutrieron líderes como M.
Seoane, R. Prialé y Luis Alberto.
El Partido del Pueblo fortalecido podrá
impulsar los retos de un crecimiento económico y desarrollo social sostenibles, que la inclusión social
sea efectiva y perdurable, con participación social y no burocrática, y no se
convierta en falaz la prosperidad, como ocurrió con la bonanza que dieron al
Perú nuestros recursos naturales en otras etapas de nuestra historia.
El partido fortalecido, con una
organización y dirigencia reestructurada y, además, con el liderazgo de frente
único podrán enfrentar estos desafíos. Las lecciones que deparan los errores y
la autocrítica de las recientes derrotas revelan que no son el fin del partido.
No somos partido pasajero, de conmilitones, amigos y compadres. Ni de
clientelismo, ni de feria electoral de promesas. No caben en el aprismo
pesimismo y derrotismo.
(*) Ex miembro
de la Asamblea Constituyente (1978-1979), ex diputado nacional, ex presidente
de la Cámara de Diputados (1985-1986) y ex secretario general del Partido
Aprista Peruano.
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