28 feb 2013

El Día de la Fraternidad del 2013


Luis Negreiros Criado (*)

El significado histórico y político del Día de la Fraternidad del 2013 se rejuvenece con los nuevos retos internos y externos de esta segunda década y del proyecto histórico del Partido Aprista Peruano -en el largo plazo- que a los apristas toca enfrentar. Requiere para ello de una solución fraterna y cohesionadora.

Ello empieza acercándonos al espíritu de Haya de la Torre que simbolizó un liderazgo moral. Cristalizada en magisterio e impulso moral, aliento y conducción, a prueba de todas las adversidades,  por un Perú culto,  justo y libre.

Con las prácticas de esa democracia interna, que hacía Víctor Raúl lucir con su verbo rector los fueros de asamblea soberana en cada fraternidad donde se impulsaron preocupaciones y demandas populares y se expresaba el orgullo de la resistencia contra las dictaduras y se ratificaba nuestro credo.

Una democracia interna que sancionaba la línea política y su ejecutoria, que asumían líderes y dirigentes. Democracia interna y funcional que eran prácticas permanentes. Por ello, la asamblea o mítines de la fraternidad aprista no era como solía decir el jefe, de una masa aplaudiente ni era proclive a la seducción retórica. Una masa para gobernar, para forjar el progreso y bienestar del pueblo. Esta  fraternidad y estos valores democráticos se encarnaron en la masa aprista con solidaridad, esfuerzo común y visión compartida. De ella se nutrieron líderes como M. Seoane, R. Prialé y Luis Alberto.

El Partido del Pueblo fortalecido podrá impulsar los retos de un crecimiento económico y desarrollo social sostenibles, que la inclusión social sea efectiva y perdurable, con participación social y no burocrática, y no se convierta en falaz la prosperidad, como ocurrió con la bonanza que dieron al Perú nuestros recursos naturales en otras etapas de nuestra historia.  

El partido fortalecido, con una organización y dirigencia reestructurada y, además, con el liderazgo de frente único podrán enfrentar estos desafíos. Las lecciones que deparan los errores y la autocrítica de las recientes derrotas revelan que no son el fin del partido. No somos partido pasajero, de conmilitones, amigos y compadres. Ni de clientelismo, ni de feria electoral de promesas. No caben en el aprismo pesimismo y derrotismo.

(*) Ex miembro de la Asamblea Constituyente (1978-1979), ex diputado nacional, ex presidente de la Cámara de Diputados (1985-1986) y ex secretario general del Partido Aprista Peruano. 

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