28 feb 2013

La revolución ciudadana de Correa


María del Pilar Tello (*)

Rafael Correa ganó las elecciones con más del 56 por ciento y arrebató a la oposición todos sus reductos. Ahora tendrá más poder concentrado, contará con mayoría absoluta en la Asamblea Nacional para aprobar las leyes del reparto de tierras, de la soberanía alimentaria, de las comunas y de los recursos hídricos, todas fundamentales para la reforma agraria. También la temida ley de democratización de la propiedad de los medios, de la concesión de frecuencias y de la información para propiciar emisores públicos, comunitarios y privados.

Un tsunami político está a las puertas del país norteño. El triunfo de Correa consolida el giro a la izquierda de la región y lo profundiza. Fortalece el bloque de Argentina, Bolivia, Brasil,  Uruguay, Venezuela y Nicaragua con consecuencias en las futuras consultas electorales. Su revolución ciudadana es personalísima y aunque niegue que continuará en el gobierno, su juventud y habilidad política le auguran una larga permanencia.

Su victoria se consuma a pesar de que los grandes medios privados han apostado al desgaste presidencial y al de las políticas progresistas que alientan estructuras de unidad e integración como Unasur y Celac.

The Economist le reconoce habilidad manifiesta en sucesivas victorias. Llamó a consulta popular para una Asamblea Nacional Constituyente, redujo a la mitad los salarios de los altos cargos del Estado, incrementó la participación femenina en el gobierno y la administración pública, logró la aprobación de una nueva Constitución con 81.7 por ciento. Se atrevió a la reforma financiera, redujo la carga del servicio de la deuda externa y la reestructuró para no se pagar más del 3 por ciento del PBI.

Pero lo más sentido por la población sigue siendo la prioridad a los programas sociales con 15 por ciento más de la inversión del Estado, la duplicación del Bono de Desarrollo Humano de ayuda a las familias pobres, el incremento del 100 por ciento en el bono de la vivienda para facilitar la construcción, compra y rehabilitación de las viviendas, la distribución gratuita de medicamentos. Para las grandes mayorías es la revolución posible.

Su voluntad política se ha impuesto. Lo sucedido con El Universo no le ha impedido predicar que la información es un derecho que no es atendido por las empresas privadas que priorizan el lucro sobre el deber de informar. Por ello favorece más medios públicos, comunitarios, sin fines de lucro.

Las cifras hablan y pesan. El desempleo disminuyó a 4,1 por ciento, record en 25 años. La pobreza bajó 27 por ciento desde 2006. El gasto en educación se duplicó, se amplió el acceso de la población a la atención médica, se expandió el crédito subsidiado para vivienda.

Correa supo manejar el colapso de los precios del petróleo en el 2008 y la crisis de las remesas debida a la crisis financiera mundial. Ecuador tiene como moneda el dólar estadounidense por lo cual no puede usar su tipo de cambio ni aplicar políticas monetarias para contrarrestar la recesión. Pero voluntad política y capacidad profesional le permitieron otra visión: reforzó su control del Banco Central y ordenó la repatriación de sus reservas para que la banca pública concediera préstamos para infraestructura, vivienda, agricultura, y otras inversiones. Impuso tributos a la salida de capitales al exterior y exigió a los bancos  mantener 60 por ciento de sus activos líquidos en el interior. Bajó las tasas reales de interés y aumentó impuestos a los bancos. Renegoció acuerdos con las petroleras multinacionales, incrementó el fondeo al sector financiero popular y solidario e introdujo reformas antimonopólicas. Este es el cambio ecuatoriano por el que  votaron las mayorías. La región está atenta.

(*)   Periodista, analista política, escritora, docente universitaria, integrante del Comité Técnico de Alto Nivel del Acuerdo Nacional y ex presidenta del directorio de Editora Perú.

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