Los sinvergüenzas pueden estar de
plácemes ya que con las nuevas corrientes pueden encajar tranquilamente con la
fina denominación de “relativistas morales”.
A
diario observamos situaciones cuestionables en nuestro entorno, en las calles y
en la vida pública y política con mayor frecuencia. La corrupción y la falta de
respeto resultan el pan de cada día en nuestro querido Perú donde los conceptos
de Ética y Moral cada vez son las lejanos a la realidad, siendo los
procedimientos éticamente incorrectos los predominantes y en muchos casos los
que caen en esto finalmente se constituyen en víctimas y resultan siendo
personajes maltratados dignos de ser consolados.
Pero esto no es novedoso en la realidad
peruana. Manuel González Prada -a inicios del siglo XX- nos llenó de ejemplos a
través de su gran prosa sarcástica de vivencias tan similares a las que tenemos
ahora. El librepensador anarquista dejó plasmado las denuncias en sus afamadas
obras como “Páginas libres”, “Horas de lucha”, “Anarquía”, “Discurso en el
Politeama”, entre otros.
Hay una corriente que gana popularidad
últimamente y se hace fuerte en sociedades europeas que propugnan que la
moralidad no está basada en ninguna norma absoluta y que el comportamiento
ético depende de la coyuntura y cultura social. A esto le denominan
“relativismo moral”.
Vivimos un momento donde los amantes del
comportamiento moral y éticamente incorrecto encuentran su tabla de salvación
en esta teoría y acusan a los absolutistas ortodoxos como “intolerantes”, como
si el mal de cualquier índole o grado debe ser tolerado. Todas las noches vemos
las noticias de abusos, violaciones, crímenes, negligencias, robos, corrupción,
tráfico de influencias, etc., etc. Debemos entonces entender que todos estos
casos serían producto de la coyuntura o cultura social.
El máximo representante de la Iglesia
Católica, el Papa Benedicto XVI denunció a inicios de diciembre la lógica del
“relativismo moral” que niega la ley moral natural y la dignidad del hombre,
además de remarcar que los principios éticos “no son negociables”. En otras
entrevistas indicó que el
relativismo moral, en vez de trazar el
horizonte hacia una sociedad libre, justa y compasiva; tiende a producir
frustración, desesperanza, egoísmo y desprecio por la vida y la libertad de los
demás.
Gracias a Dios aún los
que tenemos sentido común e intentamos vivir con principios éticos y moralmente
correctos somos la inmensa mayoría. No se trata de fomentar la cacería de
brujas, ni caer en poses cucufatas trasnochadas, debemos hacer causa común y
predicar con el buen ejemplo en todos los aspectos vivenciales, además de
elevar nuestras voces de protesta cuando veamos situaciones corregibles para
enderezar el camino.
Bien dijo el recordado
maestro González Prada: “Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media
voz. Dejemos la encrucijada por el camino real, y la ambigüedad por la palabra
precisa. Al atacar el error y acometer contra sus secuaces, no propinemos
cintarazos con espada metida en la funda: arrojemos estocadas a fondo, con hoja
libre, limpia, centellando al sol.”
(*)
Licenciado Tecnólogo Médico en
Laboratorio Clínico y Anatomía Patológica, militante del Comité Distrital de San Borja y ex
dirigente estudiantil de la JAP.
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