3 feb 2013

Relativismo moral o decadencia moral


Carlos Penalillo Pimentel (*)

Los sinvergüenzas pueden estar de plácemes ya que con las nuevas corrientes pueden encajar tranquilamente con la fina denominación de “relativistas morales”.

A diario observamos situaciones cuestionables en nuestro entorno, en las calles y en la vida pública y política con mayor frecuencia. La corrupción y la falta de respeto resultan el pan de cada día en nuestro querido Perú donde los conceptos de Ética y Moral cada vez son las lejanos a la realidad, siendo los procedimientos éticamente incorrectos los predominantes y en muchos casos los que caen en esto finalmente se constituyen en víctimas y resultan siendo personajes maltratados dignos de ser consolados.

Pero esto no es novedoso en la realidad peruana. Manuel González Prada -a inicios del siglo XX- nos llenó de ejemplos a través de su gran prosa sarcástica de vivencias tan similares a las que tenemos ahora. El librepensador anarquista dejó plasmado las denuncias en sus afamadas obras como “Páginas libres”, “Horas de lucha”, “Anarquía”, “Discurso en el Politeama”,  entre otros.

Hay una corriente que gana popularidad últimamente y se hace fuerte en sociedades europeas que propugnan que la moralidad no está basada en ninguna norma absoluta y que el comportamiento ético depende de la coyuntura y cultura social. A esto le denominan “relativismo moral”.

Vivimos un momento donde los amantes del comportamiento moral y éticamente incorrecto encuentran su tabla de salvación en esta teoría y acusan a los absolutistas ortodoxos como “intolerantes”, como si el mal de cualquier índole o grado debe ser tolerado. Todas las noches vemos las noticias de abusos, violaciones, crímenes, negligencias, robos, corrupción, tráfico de influencias, etc., etc. Debemos entonces entender que todos estos casos serían producto de la coyuntura o cultura social.

El máximo representante de la Iglesia Católica, el Papa Benedicto XVI denunció a inicios de diciembre la lógica del “relativismo moral” que niega la ley moral natural y la dignidad del hombre, además de remarcar que los principios éticos “no son negociables”. En otras entrevistas indicó que el relativismo moral, en vez de trazar el horizonte hacia una sociedad libre, justa y compasiva; tiende a producir frustración, desesperanza, egoísmo y desprecio por la vida y la libertad de los demás.

Gracias a Dios aún los que tenemos sentido común e intentamos vivir con principios éticos y moralmente correctos somos la inmensa mayoría. No se trata de fomentar la cacería de brujas, ni caer en poses cucufatas trasnochadas, debemos hacer causa común y predicar con el buen ejemplo en todos los aspectos vivenciales, además de elevar nuestras voces de protesta cuando veamos situaciones corregibles para enderezar el camino.

Bien dijo el recordado maestro González Prada: “Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz. Dejemos la encrucijada por el camino real, y la ambigüedad por la palabra precisa. Al atacar el error y acometer contra sus secuaces, no propinemos cintarazos con espada metida en la funda: arrojemos estocadas a fondo, con hoja libre, limpia, centellando al sol.”

  (*) Licenciado Tecnólogo Médico en Laboratorio Clínico y Anatomía Patológica, militante del    Comité Distrital de San Borja y ex dirigente estudiantil de la JAP.

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