Carlos
Arias Echeandía (*)
Considera
el trabajo como un derecho y un deber del interno. Condiciones en las cuales se
ha de realizar: Tendrá carácter formativo, creador o conservador de hábitos
laborales, productivos o terapéuticos, con el fin de preparar a los internos
para las condiciones normales del trabajo libre.
Asimismo, se organizará y planificará, atendiendo a las
aptitudes y cualificación profesional, de manera que satisfaga las aspiraciones
laborales de los recluidos en cuanto sean compatibles con la organización y
seguridad del establecimiento.
También,
debe ser facilitado por la administración, gozará de la protección de Essalud
en materia de seguridad social y no se supeditará al logro de intereses
económicos por la administración.
Además, todo el trabajo productivo debe
ser remunerado y desarrollarse en las condiciones de seguridad e higiene. La
importancia del trabajo penitenciario para la reinserción social radica en el
hecho que permite a los presos familiarizarse con el mundo laboral, adquirir
una serie de hábitos que son necesarios para la vida en libertad y aprender
técnicas y oficios que facilitan la inserción laboral de las personas presas y ex presas.
El
trabajo penitenciario debe contener estructuras legales y sociales que le
signifiquen al mundo penitenciario. Es un trabajo organizado al fin primordial
de dar perfección y posibilidades positivas al proceso de reinserción social.
Debe
buscar la afluencia beneficiosa de la actividad creadora humana en la
construcción de la personalidad. El objetivo de esta formación es mejorar las
competencias laborales de los presos, así como las habilidades específicas
necesarias para desarrollar algún oficio concreto.
Desde
nuestra perspectiva, los presos también deben colaborar en el desarrollo de
nuestro país, trabajando en nuestras fronteras en agricultura, artesanía,
carpintería, electricidad, artes
manuales, repujado de cuero, sombreros, zapatos, jardinería, viveros, piscigranjas,
tejidos, dibujos etc.
En lo
referente al sector agrario, el Instituto
Nacional Penitenciario (Inpe) debe desarrollar cursos de capacitación, para que
el interno pueda dar calidad a su producto y, por lo tanto, ser más
competitivo.
Por
otro lado, con el fin de que los presos puedan poner en práctica lo aprendido
en los cursos de formación, se les ofrece la posibilidad de trabajar en
talleres productivos, en los cuales desarrollan las competencias necesarias
para entrar en el mercado laboral.
Existen tres tipos de talleres según el
ámbito de producción: En primer lugar, los talleres de producción propia. En
este caso, el estado compra materias
primas, fabrica el producto y, posteriormente, lo comercializa además de
realizar servicios para satisfacer las necesidades de la cárcel. En segundo
lugar, los talleres de producción internos para empresas, es decir, situados en
la misma cárcel. Por último, nos encontramos con los talleres de producción
para empresas situados en su propia
fábrica. En estos dos casos, el producto se fabrica por encargo del cliente.
A
través de estos talleres pretende que los reclusos adquieran los hábitos
laborales necesarios (adaptarse a la rutina diaria de horarios, descansos con
tiempo limitado, etc.) y que aprendan a trabajar en equipo. Es decir, buscan la
adaptación de los reclusos a compañeros con características diferenciadas, el
contacto con la jerarquía laboral, etc.
Los
talleres productivos ofrecen una remuneración económica que tenga en cuenta la
productividad del trabajador y el aprovechamiento útil del tiempo asignado así
como la adquisición de conocimientos profesionales. Hay que procurar que la
reinserción del recluso al mercado laboral sea una realidad y, en consecuencia,
esté insertada en la anhelada “inclusión social”.
(*) Estudiante
de Derecho y Ciencias Políticas especialista en Desarrollo Económico y
Productivo. Militante del Comité Distrital de San Borja del Partido Aprista
Peruano.
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