La
actuación fue su pasión. Tanto, que ni una severa afección a la médula espinal
impidió que continúe sobre las tablas. Aristóteles Picho (1957 - 2013) ha
partido. Nos deja una honda pena en el corazón, pero la intensa alegría de
haberlo conocido, de haberlo aplaudido, de haberlo admirado. El ministerio de
Cultura le rinde tributo, sereno y sincero.
Estudió
en la Escuela Nacional de Arte
Dramático. Generoso, lúcido, sencillo, tímido. El también docente universitario
le confesó a una redactora de un medio local que a él lo animaban mucho las
cosas que le causaban dificultad. “No me hacen perder la voluntad ni todo lo
que quisiera hacer. Ante la dificultad se trata de crecer”, sostuvo.
La
fortaleza le vino de familia, de su natal Huancayo. Siempre mostró su
reciedumbre indomable. Desde esa interesante caracterización del Boa, en la
cinta de Francisco Lombardi, La ciudad y los perros, basada en la primera
novela de nuestro Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. Siguieron
interpretaciones memorables. Hasta aquella del Sinchi, en la segunda versión de
Pantaleón y las Visitadoras, también basada en una novela de Vargas Llosa.
Picho
declaró hace más de año y medio que le aquejaba el Síndrome Cordonal Posterior,
una lesión que se le presentó debido a una fiebre que superó los 41 grados y
que originó un golpe de calor en la medula espinal. Le afectó los movimientos
de sus extremidades. Requirió de una silla de ruedas para movilizarse. Aun así.
Continuó con su lucha y con su pasión por el arte.
El
teatro y el cine peruanos continuaron recibiendo sus colaboraciones. Encontró
en la docencia un nuevo mundo que lo hacía reflexionar y descubrir a las nuevas
generaciones. Más de treinta años de carrera. No le importaba que pasara el
tiempo. No le preocupaba. Simplemente vivía. En la ficción, en la vida real. Aristóteles
Picho fue nombrado por el ministerio de Cultura como Personalidad Meritoria de
la Cultura en el 2013.
Picho
falleció el 21 de diciembre de un paro cardíaco, tras luchar durante varios
años contra un complicado mal que le impedía movilizarse con facilidad. El
actor sufrió del síndrome cordonal posterior, que afectó su médula espinal. El
artista contó anteriormente que contrajo el mal en 2011, cuando una fiebre de
más de 41 grados le produjo “un golpe de calor en la columna”, lo que dañó la
sensibilidad en sus miembros inferiores y superiores.
Fuente:
Ministerio de Cultura
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