Wilfredo Pérez
Ruiz (*)
Hace unos días la Orquesta Sinfónica Nacional
presentó un espléndido espectáculo, por su 75 aniversario en el Gran Teatro
Nacional de San Borja, que comprendió la Obertura para una comedia (1964) de
Enrique Iturriaga, Concierto para violín (1903) de Jean Sibelius y La consagración
de la primavera (1913) de Igor
Stravinsky. Fue una noche de homenajes, brillos, deleites y nutrida
concurrencia.
En su alocución
la ministra de Cultura, Diana Álvarez Calderón, destacó el esfuerzo de esta
agrupación que a lo largo del año ha efectuado funciones abiertas en numerosos
lugares de la capital y en Arequipa, Trujillo y Cusco. También, desarrolló
audiciones para escolares y galas de obras tradicionales del repertorio mundial
de ópera y zarzuela; así como composiciones de temas populares y creaciones
instrumentales originales.
Considerado
el primer y más importante elenco musical de la nación, se fundó el 11 de
agosto de 1938 en el gobierno del mariscal Oscar R. Benavides (1933 – 1939). En
el Teatro Municipal de Lima se realizó su recital inaugural el 11 de diciembre de
ese año -coincidiendo con la VIII Conferencia Panamericana- e incluyó el Himno
Nacional del Perú y reputadas obras de Wagner, Beethoven, Debussy, Falla y
Ravel. Esas instalaciones fueron su sede durante varios años.
El
documentado estudioso Luis Meza Cuadra, en la obra “Enciclopedia temática del
Perú”, afirma: “…Su primer director fue el vienés Theo Buchwald, quien la
dirigió durante los años 1940 y 1950. Este período fue, indudablemente, su
época más brillante, debido sobre todo por la presencia de músicos europeos,
que huían de la Segunda Guerra Mundial, y de eminentes invitados”.
Han
sido sus directores Theo Buchwald, Hans-Gunther Mommer, Carmen Moral (en dos
oportunidades; primera mujer en ocupar dicho cargo en una orquesta en
Latinoamérica), los maestros Leopoldo La Rosa, José Carlos Santos, Armando
Sánchez Málaga, Guillermina Maggiolo Dibós, entre otros.
En
la actualidad la dirige el compositor y pianista Fernando Valcárcel
–descendiente del ilustre historiador, antropólogo, indigenista y padre de las
ciencias sociales del Perú, Luis E. Valcárcel Vizcarra (1891 – 1987)-
considerado una de las principales figuras sonoras emergentes en el país. Se le
atribuye el crecimiento en versatilidad y dinamismo de la Orquesta Sinfónica
Nacional por la ejecución de creaciones de compositores nacionales y del
repertorio universal del siglo XX.
Influenciado
por las aficiones melódicas de mi madre sigo con atención sus conciertos desde
mi infancia. En los veranos de finales de la década de 1970 solía comparecer
entusiasmado en la concha acústica del parque Salazar de Miraflores. Guardo
imborrables añoranzas de esos recitales que algunas veces estaban acompañados
por un solista convocado. Era una de las actividades más esperadas y entretenidas
de mis vacaciones escolares, mientras en la temporada de invierno la zarzuela
me cautivaba por su denuedo provocador y alegre.
Es gratificante apreciar a jóvenes, estudiantes,
clases medias y sectores de variopintas procedencias atraídos por la suntuosidad
de la Orquesta Sinfónica Nacional. Observo con regocijo la aceptación infundida
en sus sucesivas apariciones en tan diversas audiencias. Como cualquier otra
manifestación artística, la música sensibiliza y despierta nuevas emociones; es
un fenómeno sentimental de humanización y encuentro consigo mismo.
Según
refiere la especialista mexicana en psicoterapia psicoanalítica Marina Meyer
Reyes, en su interesante trabajo “Música y sensibilización” (2008): “… La
música tiene una función fundamental, además de la de ayudar a curar o resolver
lesiones o padecimientos: la de vincular a las personas entre sí y con sus
emociones. Así como Freud decía que los sueños son la vía regia al
inconsciente, podríamos decir que la música es la vía regia a las emociones. Al
menos eso parece plantear Sacks cuando, compartiéndonos sus propias experiencias
de duelo y pérdida, expresa que, paradójicamente, la música nos hace
experimentar intensamente, tomándonos por sorpresa, la pena y la tristeza al
mismo tiempo que nos brinda consuelo y nos reconforta. Puede ser que esto esté
relacionado con que la música no tiene representaciones formales y entra
directamente, por lo tanto, al mundo de las emociones”.
En
consecuencia, requerimos –más, probablemente, que antes- de un espacio interno
facilitador de la ansiada paz espiritual que libere las tensiones afrontados en
el día a día. El arte siempre otorga un aporte significativo al
engrandecimiento y a la formación integral de la persona. De allí que, se
demanda fomentar e impulsar un mayor acercamiento a la música clásica y,
además, recomiendo extenderla a la pintura, la literatura, el ballet, el
teatro, entre un sinfín de representaciones sublimes.
Estas
demostraciones de sapiencia facilitan convertirnos en seres perceptivos,
racionales y éticos. Posibilita discernir los valores, efectuar opciones, tomar
conciencia de la realidad, cuestionar nuestras realizaciones, profundizar la
intuición y es un medio de superación. Sugiero a los padres de familia sembrar
la semilla de la cultura en la vida de sus descendientes como parte activa en
su proceso de formación. Debería ser una prioridad evitar que sean individuos
atiborrados por la creciente barbarie e inopia, como sucede con mi generación.
Felicitaciones
a los intérpretes de la Orquesta Sinfónica Nacional por ofrecernos una
expresión excelsa de inspiración. Su labor paciente, disciplinada y austera nos
colma de orgullo. Constituyen un genuino referente de perseverancia para
afrontar –con solidez y convencimiento- las desidias, indiferencias y
limitaciones de una sociedad lacerada por la simpleza, la ignorancia, el
conformismo, la mediocridad, el atraso y la hemiplejia moral. Recuerde amigo
lector: “La música es lo único que hace brillar el fuego que todos llevamos en
el alma” (Ludwig van Beethoven).
(*) Docente, consultor en organización de eventos,
protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/
Felicitaciones a
los intérpretes de la Orquesta Sinfónica Nacional por ofrecernos una
expresión
excelsa de inspiración. Su labor paciente, disciplinada y austera nos colma de
orgullo.
Constituyen un genuino referente de perseverancia para afrontar las desidias,
indiferencias y limitaciones de una sociedad lacerada por la simpleza, la
ignorancia, el conformismo, la mediocridad, el atraso y la hemiplejia moral.
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