María
del Pilar Tello (*)
¿La protección ordenada para el operador
César López Meneses obedece al poder del montesinismo dentro del gobierno de
Ollanta Humala? ¿Quiénes dieron esa orden y por qué? Proteger con alarde
policial una casa dónde no vive ninguna alta autoridad castrense ni política
debe tener una razón y el gobierno debe responder cuál es. Pero las respuestas
no las quieren dar los fujimoristas que saben que en su gobierno tuvieron a
Vladimiro Montesinos como un supermandamás y ahora se hacen los que no lo
conocen, ni los humalistas que permitieron la protección de un operador de
Montesinos. Ambos sectores miran a otro lado mientras acusan a diestra y
siniestra.
Este
ejercicio político acusatorio sería risible sino fuera dramático. Es esencial
saber si Montesinos mantuvo poder e influencia en los gobiernos posteriores al
de Alberto Fujimori, quien no solo le permitió asumir un superpoder paralelo
sino que hasta lo indemnizó con 15 millones de soles. Pero sobre todo es
esencial saber si se mantiene esa influencia en este gobierno.
Acusar a otros destempladamente no borra
la falta, tirarse unos a otros la papa caliente tampoco, la ciudadanía asiste
estupefacta a un espectáculo de
irresponsabilidad.
La historia del poder de Vladimiro
Montesinos no está tan lejana como para olvidarla. Conociéndola el presidente
Ollanta Humala pudo despejar las nubes de la más grande tormenta política de su
gobierno pero no lo hizo. Si sabemos cómo trabajaba el superasesor su inmensa
red de poder e información cómo no temer su permanencia, sus tentáculos desde
la cárcel, su inteligencia en acción para fines protervos. Cómo estará
disfrutando en su celda de este escenario fabricado a su medida, que
desestabiliza un gobierno que se revela débil.
Las sospechas son legítimas y hay
urgencia de despejarlas más allá de gestos histriónicos o palabras fuertes. Ya
tuvimos bastante de eso y también de oportunas cortinas de humo para mejor
manipular. Si la red montesinista persiste al interior de los sectores
castrenses resulta tóxico pero si se extiende a lo político, que nos cojan
confesados.
¿Este es el gobierno de la honestidad
que hace la diferencia? Ojalá lo fuera. ¿Dónde quedaron las voluntades firmes y
las conductas no manipuladoras que necesitamos para descartar desconfianzas?
Porque la crisis es de confianza, de
credibilidad y de seguridad y debería ser la oportunidad de encarar las dudas
que se retroalimentan cuando vemos el debate político de estos días.
El costo ya pagado no ha resuelto nada.
Cayeron un ministro, un asesor presidencial y algunos jefes policiales. Las
versiones presuntamente defensivas tampoco convencieron. Menos aún la
repartición de culpas entre la oposición, la prensa, al montesinismo, el
apromontesinismo, el fujimontesinismo y el aprofujimontesinismo, etc. Y no se
trata de generalizar culpando a la Policía Nacional, una institución
lamentablemente cuestionada.
La protección se dio, se mantuvo y se
sostuvo por orden de gente con poder, que pertenece a este gobierno y no puede
ser atribuida sólo al dinero que fluye de un lobbysta que quería dar muestras
de influencia. Simplismo absurdo.
Lo peor es el desgaste de las
instituciones tutelares que deben servir para la democracia. A contracorriente,
el temor a las prácticas montesinistas supérstites ya está instalado. Y sólo
podría descartarse con una investigación honesta, transparente y valiente,
exigida por los verdaderos demócratas que vemos cómo Vladimiro Montesinos sigue
protagonizando la escena política.
(*) Periodista, analista política,
escritora, docente universitaria, integrante del Comité Técnico de Alto Nivel
del Acuerdo Nacional y ex presidenta del directorio de Editora Perú.
Vladimiro
Montesinos y sus aparentes conexiones con el poder de turno
a
generado una nuevo y difícil controversia para el gobierno de Ollanta Humala.
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