1 sept 2013

La cultura del pensamiento en la era de las redes sociales

Moisés Campos Medina (*)


La necesidad de acceder a  vitales cantidades de información ha sido el mejor gestor de los avances tecnológicos de esta última era. Paralelamente, el cubrir este requerimiento informativo ha dinamizado las experiencias en el ámbito comunicativo humano con un sinnúmero de aplicaciones a las que se pueden acceder con un solo dedo.


Las múltiples opciones de recepcionar y enviar información han sobrepasado los conceptos del usb, tarjetas, correos electrónicos y hasta de las tan modernas “nubes” en el ciber espacio. Hablar de comunicar “algo” se ha convertido en un fenómeno que explota todo el sentido de lo inmediato, ampliando el rango de impacto en cuanto a la cantidad de posibles receptores. Y todo esto generado por la modernidad del mundo globalizado de las redes sociales.

La viral idea del “compartir” ha llevado los conceptos de Marc Zuckerberg (Facebook) y otros creadores de redes sociales, a impensadas posibilidades comunicativas. El escribir un “tweet”, postear algo en el “muro”, realizar un “comentario”, cambiar tu “estado”, entre otros; es hoy en día un hecho que trasciende la vida de millones de personas y que, según estudios en la Universidad de Massachusetts, dirige la vida de muchos.

Pero qué es lo que lleva a alguien escribir un “tweet” o algún “comentario”, qué es lo que mueve a esa persona, invariablemente a su edad, a escribir ese “algo”. Recuerdo que durante mi primer año de estudios en la universidad, me plantearon la siguiente pregunta: ¿Qué fue primero: el pensamiento o el lenguaje? La búsqueda de respuesta para semejante interrogante me llevó al dilema del huevo y la gallina; con lo que decidí adoptar, después de muchas lecturas, el punto de vista de Vigotsky y Piaget: ambos son indistintamente necesarios y complementarios.

Entonces, para poder dar a conocer “algo”, demandamos como herramienta al lenguaje. Lo que nos hace pensar que el lenguaje es un conjunto de posibilidades que se aprenden con el tiempo y que es más, se educan de acuerdo a ciertos niveles académicos, a los que uno accede en su etapa formativa inicial, primaria, secundaria y superior. De tal manera que nos permite expresar, socializar y consolidar nuestra naturaleza como seres humanos.

El hecho de poder disfrutar de todo este proceso de aprendizaje nos da la posibilidad de utilizar, cada vez mejor, la herramienta con la que podremos representar ese “algo” que a partir de ahora le llamaremos “PENSAMIENTO”.
El pensamiento en los seres humanos funciona como un conjunto de elementos claramente complementarios, donde las habilidades de razonamiento, memoria, atención y percepción se exigen para construir un claro panorama de lo que está sucediendo en uno.

Es aquí donde la total insuficiencia de saber si verdaderamente alguien piensa lo que escribe se hace vital, sobre todo cuando se utiliza una red social para exponer el resultado de su pensamiento en un “tweet”, en un “comentario” o en un “estado”, donde claramente una frase automática te invita a escribir: ¿Qué estás pensando?

La velocidad con la que un ¿Qué estás pensando? es leído, se hace más que inmediata; más aún, la cantidad de receptores se hace impredecible dependiendo de lo que se escriba, con lo que el concepto de “viral” se hace fuerte cuando un “estado” resulta ser altamente impactante o cuando lo que se “comparte” resulta de interés totalmente común.

Entonces, con qué específico interés se publica un “estado” o un “tweet”, cuál es la finalidad específica de “compartir” en las redes sociales, ¿Somos todos conscientes de lo que significa proponer un PENSAMIENTO en una red social?

Quizás y en alguna parte, todo lo que implica publicar lo que se está pensando, no se tenga claro al momento de hacerlo, con lo que reiterar ese proceso decenas de veces durante el mismo día, podría estar haciendo algo más que reducir a grandes escalas los diferentes filtros del pensamiento humano. Se estaría condenando al simple hecho de querer publicar algo sin tomar en cuenta la necesidad de pensar, antes de escribir lo que voy a escribir.

Poco a poco el acto de elaborar un pensamiento, pierde el proceso de razonar sobre qué está pasando en mí, recordar si hace algún tiempo me ocurrió lo mismo o si estoy viviendo algo nuevo que debo conocer o reconocer, estar atento a si en realidad lo que está ocurriendo solo es algo del momento o si es algo plenamente trascendental en mi vida o en la vida de los demás, percibir que podría ocasionar la naturaleza de mi pensamiento.

El acostumbrarse a publicar y leer estados de ánimo cambiantes de un minuto a otro, amenazas de suicidios o de muerte, la espontáneas frases de “soy bipolar”, “soy sonámbulo”, “soy esquizofrénico”, “sufro de asperger”, “voy a matarlos a todos”, “quiero morir”, “estoy gorda”, “nadie me quiere”, frases de uso frecuente en generaciones muy jóvenes, deforman y frustran el un buen ejercicio del acto de pensar.

Es aquí donde una confusión grande y arrolladora surge, un tipo de desorden que pierde la perspectiva de elaborar un buen acto de pensamiento. Se crea una rutina de exposición de emociones confundiendo lo que en realidad podríamos pensar de esas emociones. Con un poco de paciencia, podríamos prestarle más atención a nuestras emociones, razonar sobre ellas, su origen, su repercusión y publicar un comentario que evidencie nuestro PENSAMIENTO.

De no ocurrir ello, nos podríamos enfrentar a una sociedad de reacciones emocionales, sin procesos lógicos de razonamiento y sentido común. Una sociedad que rehúya a tratar de entender qué está pasando, dónde está pasando y con quiénes está pasando lo que está pasando.

Debemos provocar en nosotros un espacio donde podamos procesar razonadamente las cosas, con la posibilidad de entendernos a nosotros mismos y también a otros seres humanos, haciendo uso de nuestra formidable naturaleza y la posibilidad de consolidarnos como seres pensantes.

Es importante darnos cuenta, ahora, que cada vez que utilicemos una red social para publicar un “¿Qué estoy pensando?”, tomemos la oportunidad como la perfecta manera de utilizar con toda categoría nuestro pensamiento, hacer gala de nuestra razón, memoria, atención y percepción, ya que si es un notable pensamiento de aceptación común, nuestras ideas serán compartidas por miles de seguidores. ¿Qué estás pensando?

(*) Consultor adjunto de la Universidad Nacional Federico Villarreal, investigador, asociado a Aptitud & Excelencia y con título en Gestor del Talento Humano.



El pensamiento humano y el uso de las tecnologías es analizado con
agudeza por el investigador Moisés Campos Medina.

Obama evalúa informe sobre Siria

El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, está reunido con su equipo de seguridad nacional para analizar el supuesto uso de armas químicas por parte del régimen sirio en el ataque contra civiles del 21 de agosto en la periferia de Damasco, informó la Casa Blanca.

Un funcionario de la Casa Blanca informó sobre la reunión bajo la condición de permanecer anónimo, y no dio más detalles sobre si el presidente ya tomó la decisión de atacar militar a Siria como castigo por el supuesto uso de armas químicas por parte del régimen de Bachar Al Asad.

Obama no tiene actividades públicas este viernes y prevé recibir en la Casa Blanca a los mandatarios de Estonia, Letonia y Lituania según la agenda divulgada por la residencia presidencial.
Estados Unidos sufrió este jueves un notable revés en su deseo de reunir a una coalición internacional contra Damasco al rechazar el Parlamento del Reino Unido, uno de los principales aliados de Washington, una intervención militar en Siria. Tras el voto en Londres la Casa Blanca indicó en un comunicado que EE.UU. se guiará por "sus intereses" a la hora de decidir sobre una operación militar en Siria.

Obama da por hecho que el régimen de Asad está detrás del ataque con armas químicas ocurrido el 21 de agosto en la periferia de Damasco y prevé presentar un informe de inteligencia con pruebas al respecto. El informe será presentado hoy mismo, según la cadena CNN, mientras una fuente de la Casa Blanca dijo que se divulgará antes de que termine la semana.

En una conversación telefónica con el secretario general de la ONU, Ban ki-Moon, el ministro sirio de Asuntos Exteriores, Walid al Mualem, exigió que se espere también a que los inspectores obtengan "los resultados de sus análisis de laboratorio de las muestras recogidas", según la agencia oficial siria Sana.

Al Mualem insistió en que es necesario que el equipo de la ONU investigue sobre el terreno donde los soldados gubernamentales sufrieron intoxicación, como las autoridades sirias solicitaron a Ban.

Según las declaraciones difundidas por Sana, Al Mualem, preguntó a Ban sobre los motivos de retirar a la delegación antes de que termine la misión, y el responsable de la ONU contestó que los expertos regresarán a Siria.

Durante su estancia en Siria, los expertos de la ONU han visitado durante tres días las localidades de la periferia de Damasco donde la oposición denunció el 21 de agosto la muerte de mil personas en un supuesto ataque químico del régimen.


Fuente: www.elpais.com.co

Presentan libro del historiador Luis E. Valcárcel


Para nadie es secreto que para el amauta Luis E. Valcárcel no existió descanso alguno en su desafío de lograr reivindicar al indio. Acciones por las que innumerablemente fue cuestionado en su condición de académico. Esta vez, Petroperú -mediante su sello de ediciones Copé- acaba de lanzar dos tomos titulados “Luis E. Valcárcel: del indigenismo cusqueño a la antropología peruana” que compilan ensayos, artículos y textos del pensamiento del ilustre historiador y antropólogo peruano.

La presentación se mostró expectante en la reciente Feria Internacional del Libro; iniciándola el arqueólogo Carlos del Águila con los agradecimientos de ley, para pasarle luego la posta al nieto del amauta; Luis Fernando Brugué Valcárcel, que en principio agradeció el trabajo del también historiador Luis Rénique.

Brugué mencionó la invalorable labor que emprendió su abuelo desde muy joven, que apenas a los doce años hizo su primer periódico “El Heraldo” y un tiempo después, a los dieciocho años, en 1909, había iniciado la primera huelga en la universidad del Cusco. A consecuencia de ello la casa de estudios empezó con sus investigaciones para resolver la problemática educativa de la época.

También, recalcó que en el segundo tomo se habla más del aspecto científico de las investigaciones de su abuelo, aplicando la etnología y la etnografía como ciencias.

Finalmente, intervino el arqueólogo y catedrático Luis Guillermo Lumbreras, quien tuvo el privilegio de ser alumno de Valcárcel y Arguedas. “Valcárcel no era un historiador, era un subversivo”, afirmó con vehemencia Lumbreras, quien volvió a citar la conocida movilización estudiantil del Cusco para frenar una gestión inapropiada de parte de una universidad semi feudal.

En el Perú existía un gran problema para la sociedad y era “El Indio”; mentalidad que Valcárcel tenía que erradicar de las alienadas mentes post-hispánicas. Ya que, en Lima, solo había un 15 por ciento de criollos, y el resto (75 por ciento) eran indígenas que hablaban el quechua. Lengua madre que gradualmente se fue perdiendo por la preponderancia de lo externo. Lumbreras también citó uno de sus libros favoritos escritos por Valcárcel  “De la vida Incaica” (1924).

En cuanto a la independencia del Perú, Valcárcel siempre tuvo clara su posición del significado de ser peruano, que consistía en asumir la verdadera integridad, y que ya no tendría que haber Madre-patria; pues, la verdadera Madre-patria estaba en el Perú, y no en España.

El Inca Garcilaso de la Vega no estuvo ajeno en el discurso de Lumbreras, que para él fue como un anterior Valcárcel de la historia peruana; pues Garcilaso vio el desmoronamiento del templo de Sacsayhuamán de parte de los españoles, pero nadie le creía. Y, luego de algunos siglos, Valcárcel en el año 1933 se fue a excavar a Sacsayhuamán, (la mayor obra arquitectónica inca) y corroboró lo que dijo Garcilaso, que realmente había sido destruida.

Luis Eduardo Valcárcel creía en los pueblos colectivos, y no individuales, porque todos siempre necesitaron de todos, mediante la reciprocidad, según los principios de la cooperación, tal como existía en el incanato. “Tempestad en los andes” fue un libro que Valcárcel lo planteó como una especie de lucha social. En el hablaba del nuevo indio y su transformación, no dejando de lado su tesis de que la multiculturalidad era la verdadera visión del Perú.


Fuente: www.limagris.com/






(De Izq. a Der.) Fernando Brugué Valcárcel, Luis Guillermo Lumbreras
y Carlos del Águila en la exitosa presentación del libro
“Luis E. Valcárcel: del indigenismo cusqueño a la antropología peruana”
en la Feria Internacional del Libro.


(Arriba) Fernando Brugué, nieto y recopilar de la obra de Luis E. Valcárcel,
durante su documentada intervención. Abajo, el ilustre y recordado historiador.


Luis E. Valcárcel y la fe en el Perú por encima de todo

Nos complace publicar la interesante e ilustrativa entrevista realizada por la prensa.pe a Luis Fernando Brugué Valcárcel, nieto y entusiasta promotor del legado intelectual del historiador peruano Luis E. Valcárcel –quien entregó su vida al estudio y mejor entendimiento del Perú- con motivo de la reciente presentación del libro “Luis E. Valcárcel: del indigenismo cusqueño a la antropología peruana”, editado conjuntamente por Petróleos del Perú (Petroperú), el Instituto de Estudios Peruanos (UEP) y el Congreso de la República.


¿Cuántos años tenía usted cuando falleció su abuelo, Luis E. Valcárcel?
Cuando mi abuelo murió, yo tenía 26 años. En una época viví en su casa, en Lord Cochrane, en Miraflores. Viví en un departamento que estaba en la parte superior de su casa. Recuerdo que bajaba y lo veía siendo entrevistado por sus discípulos o conversando con sus alumnos. Era muy joven y no conocía mucho la magnitud del personaje que había detrás de él.
¿Qué recuerdas de su personalidad?
Era una persona muy metódica y siempre tenía un horario para todo. Recuerdo que por las tardes comía un pan con plátano. Antes de acostarse se lavaba los dientes y no se enjuagaba. Por algo será que vivió hasta los 96 años. Tenía todo perfecto, su cabello, sus dientes, todo. Creo que mi abuelo se fue más por tristeza luego de la muerte de su esposa.
Muchos creían que tu abuelo había nacido en Cusco.
Claro, pero él nació en Ilo (Moquegua). Lo que pasa es que mis bisabuelos, prácticamente, sin cumplir el año de nacido, lo trajeron a Cusco, escapando un poco de los problemas de la Guerra del Pacífico. Antes de cumplir el año, mi abuelo empezaba a nutrirse de toda esa alma andina, de todo el mundo de los incas, de la tradición de esos pueblos.
¿En qué momento te percataste de la magnitud del personaje que era Luis E. Valcárcel?
Fue a una edad ya más madura. Siempre consideré a mi abuelo como una persona  querida por mucha gente. Había leído su obra, pero en realidad esta es tan vasta que me era imposible conocerla toda. Luego investigué más, llegué a “Ruta cultural del Perú” y empecé a interesarme cada vez más por sus trabajos. Me percaté de lo trascendental de su figura. Mi abuelo era un hombre que hizo mucho por el Perú.
Fue una persona que revalorizó la cultura andina.
Prácticamente antes de él no se hablaba del Imperio incaico. Se hablaba de los pueblos indígenas. Luego de Valcárcel es que se revaloriza la cultura incaica, precolombina.
Cuando mi abuelo inicia sus estudios, había un desprecio por lo indígena. Prácticamente en la época en que Valcárcel publica sus libros había un menosprecio por todo lo indígena, se veía la historia desde Pizarro. Mi abuelo negó eso y resaltó que desde mucho antes tuvimos una cultura riquísima.
Además, fue un precursor de la corriente indigenista.
Junto a varios intelectuales, mi abuelo formó el grupo Resurgimiento. Efectivamente, fue un propulsor de la corriente indigenista, que luego se refleja en todo lo que es el arte, la historia. Fue de esa corriente que surgieron más adelante personajes importantes como José María Arguedas.
¿Le quedaron obras pendientes por publicar?
Desde que murió su editor, Juan Mejía Baca, no se volvieron a publicar mayormente obras suyas. Como que eso se quedó en ‘stand by’. Luego de unos años, a mi regreso de España, mi madre, Gloria Valcárcel de Brugué, me delegó el trabajo de poner en valor la obra de mi abuelo, además de su archivo personal.
¿Qué contiene el archivo de Luis E. Valcárcel?
Tiene unos 35 mil documentos que están en el Museo de la Nación y ocho mil fotografías. Muchos consideran que es una de las colecciones de fotos antropológicas más importante del país. Sería complicado estimar el valor económico del archivo de mi abuelo. No solo el valor económico, sino también el histórico.
¿Parte de este archivo puede verse en las dos publicaciones de Petroperú?
Hay algo que puede verse en esta obra, son algunas cartas publicadas con José Carlos Mariátegui y César Vallejo. Mira, Mariátegui nunca estuvo en la sierra y, sin embargo, pudo escribir algo como “Los siete ensayos de interpretación de la realidad nacional”. Sabía mucho sobre el campesinado también. Esto fue posible gracias a la información que le dio mi abuelo, Luis E. Valcárcel.
¿Por qué la forma de llamarlo Luis E. (punto) Valcárcel?
Muchos creían que era Luis Enrique, pero no, es Luis Eduardo. La verdad creo que era una forma de diferenciarse. Inclusive, cuando yo fui a buscar unas partidas de nacimiento de mi madre, encontré que en los documentos él firma Luis E. Valcárcel. Siempre quiso firmar de esta manera y ser muy auténtico.
¿Hubo interés de universidades del extranjero por el trabajo de tu abuelo?
Mi abuelo tuvo una relación muy estrecha con representantes de la antropología norteamericana. Luego de ser ministro de Educación, se codeó con los más importantes antropólogos de los Estados Unidos y del mundo. Hizo además un intercambio intelectual muy importante con ellos. Estos aportes a favor del Perú se iniciaron con Julio C. Tello y luego se prolongaron con mi abuelo.
Tu abuelo fue uno de los intelectuales más importantes de una generación que quizás ya hoy no podría repetirse…
Realmente sí. Es de la generación de Mariátegui, Haya de la Torre y Vallejo. Se conocieron todos y tuvieron una relación muy estrecha. Las pruebas son las cartas existentes. Todos le escribían con admiración y respeto a mi abuelo. Luis E. Valcárcel tuvo una gran relación con Riva Agüero, Haya de la Torre y Mariátegui. Siempre estuvo por delante el respeto a las ideas, algo que no se observa hoy.
¿De quién fue la iniciativa para publicar estos dos tomos sobre Luis E. Valcárcel?
Me contraté con Carlos del Águila de Petroperú y con el Instituto de Estudios Peruanos, entidad de la cual mi abuelo fue presidente y fundador. Hubo el apoyo también del Congreso de la República. Es la primera vez que tres instituciones de tal magnitud se unen para hacer realidad una publicación tan importante como esta.


Fuente: www.laprensa.pe



Luis E. Valcárcel, uno de los más intensos y acuciosos
investigadores de nuestra historia e identidad nacional.



¿Sabe usted qué es el éxito?

Wilfredo Pérez Ruiz (*)


En nuestra sociedad se relaciona el éxito con la conclusión final de notables actuaciones profesionales y, en consecuencia, se tiene la percepción que se debe reflejar en la posesión de bienes materiales, estatus, poder, fama y otros componentes. Por esta razón, conviene desarrollar una noción discrepante.


Es común encontrarnos con personas –de todas las edades, procedencias y condiciones- que trabajan, ahorran y luchan por alcanzarlo. A mi parecer existe la impresión errada que el éxito es lejano, inalcanzable y, por cierto, se socia con el confort y prestigio social.
El próspero magnate mexicano Carlos Slim Helú –uno de los hombres más ricos del mundo- brinda una apreciación interesante, sencilla y diferente: “El éxito no tiene que ver con lo que mucha gente se imagina. No se debe a los títulos nobles y académicos que tienes, ni a la sangre heredada o la escuela donde estudiaste. No se debe a las dimensiones de tu casa o de cuantos carros quepan en tu cochera. No se trata si eres jefe o subordinado; o si eres miembro prominente de clubes sociales. No tiene que ver con el poder que ejerces o si eres un buen administrador o hablas bonito, si las luces te siguen cuando lo haces. No se debe a la ropa, o si después de tu nombre pones las siglas deslumbrantes que definen tu status social. No se trata de si eres emprendedor, hablas varios idiomas, si eres atractivo, joven o viejo”.

Asimismo, en su carta a la comunidad universitaria (1994) presenta una reflexión profunda y veraz: “…El éxito no es hacer bien o muy bien las cosas y tener el reconocimiento de los demás. No es una opinión exterior, es un estado interior. Es la armonía del alma y de sus emociones, que necesita del amor, la familia, la amistad, la autenticidad, la integridad”.

Desde mi punto de vista los halagos, ascensos y distinciones recibidos, a nivel profesional y laboral, no siempre son sinónimo de triunfo. Relacionarlo con lo externo es un error. Su plena obtención se observa en el mundo interior de cada uno de nosotros. En nuestro ser íntimo, espiritual y, por lo tanto, en la actitud asumida frente a la vida.

Me gustan las palabras del intelectual mexicano José Luis Barradas Rodríguez: “Tener éxito en las pequeñas cosas que haces, levanta el ánimo, la autoestima y te prepara para tener éxito en las grandes cosas que hagas”. Allí está el punto central de mi reflexión. La victoria empieza con las realizaciones y conquistas forjadas por la perseverancia y el empeño inspirados en la autoestima.

Depurar la esfera interna de miedos, sospechas, obstinaciones, rencores, complejos y sentimientos negativos que contaminan la visión positiva del mañana y, por lo tanto, nos aminoran. Seamos capaces de efectuar una intensa limpieza interior a fin de alcanzar nuestro desarrollo y crecimiento.

Rehuyamos inquietarnos tanto, como es habitual en sociedades del tercer mundo, por lo externo. Un experto con sobresalientes títulos académicos, buen salario, automóvil del año, cuantiosas tarjetas de crédito, prendas de vestir de última moda, socio de representativos clubs sociales y, no obstante, abrumado por odios, cargos de conciencia, prejuicios, frustraciones, desamores familiares, etc. ¿Será exitoso? Probablemente, quienes no conocen los pormenores de su esfera individual podrían envidiar su “éxito”.

Evitemos colocar este calificativo a un mortal solo por sus méritos laborales y económicos. Veamos por encima de lo relacionado al trabajo para valorar otros ámbitos –no percibimos a simple vista- y enjuiciar lo alcanzado por nuestros semejantes. Seamos acuciosas y profundos en nuestras observaciones. También, tomemos con serenidad lo que puedan hacernos creer sobre nuestros supuestos triunfos.

En más de una oportunidad pienso en su compleja definición. Cada uno tiene, con todo derecho, su evaluación e interpretación que está reflejada en las acciones destinadas a conseguir el éxito. Un hombre puede creer que el éxito es tener un empleo, para otro ser gerente general y para un tercero convertirse en el dueño de la compañía. Lo cuestionable es “uniformizar” necesariamente el éxito con lo superficial, material y monetario, sin tomar en cuenta lo ofrecido por la vida para lograr la superación personal, más allá de la competitividad en el mercado laboral.

Hace pocas semanas dos de mis alumnas del Instituto San Ignacio de Loyola (ISIL), Allinson Liza y Fiorella Larrea –estudiantes llenas de empeños, talentos, esperanzas, buenas voluntades y que alimentan nuestra ilusión en la docencia- me preguntaron: ¿Cuál piensa usted que es el factor para el éxito? Respondí: “Creo que el éxito está en una suma de pequeños detalles. Si la recuerdan cuando se va; si deja una huella positiva en esta vida; si a lo largo de su trayectoria echó semillas y otros las recogieron; si hay más gente que la considera a usted su amiga, que a los que usted supone sus amigos; si logra levantarse todos los días con la conciencia tranquila, exhibiendo las manos y los bolsillos limpios; si tiene paz interna y disfruta de su trabajo, es exitosa. De tal manera que, mi definición difiere de la que, por costumbre, se tiene en nuestro medio”. Bienvenido el éxito, amigo lector.


(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/